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El Telégrafo

A veces, nos toca perder

25 de noviembre de 2011

Entre leguleyadas y apresuramientos, el proyecto de ley enviado por el Ejecutivo para la aprobación de un nuevo paquete de impuestos terminó, como ya se ha hecho costumbre, en jaleo. Por un lado, la bandada opositora eufórica por encajarse una victoria. Por el suyo, el oficialismo desmereciendo esa victoria como una saludo a la bandera.  Y los que al final terminaremos pagando el impuesto, debatidos entre su “verdesidad” y la incertidumbre sobre la inminencia de su aplicación.

Lo que podemos rescatar es que los 53 asambleístas en el pleno no dudaron en rechazar el proyecto de ley. ¿53? Pensé haber votado por 124. Negaría el proyecto solo para despabilar a los 71 asambleístas que tuvieron algo mejor que hacer (que su trabajo). Pero esto es democracia, y fundada en la plena aplicación de sus leyes, 53 asambleístas negaron una ley sin los dos debates de rigor, sin informe, sin nada. Es decir, sin su debido proceso. Lo cual, a mi parecer, vuelve inconstitucional a todo el procedimiento. Pero no estoy en posición de arrogarme funciones que competen únicamente a la Corte Constitucional. Y tampoco creo que lo esté
el Presidente.

Porque más allá de la intención y la naturaleza del proyecto de ley, por más  que creamos conveniente un sistema donde se tribute de acuerdo a nuestra huella ecológica, esto no deja de ser una perspectiva. Y siempre hay una voz en desacuerdo. La oposición no nació en Montecristi. Y por más loables que nos resulten nuestras propias intenciones, como le deben resultar tanto a un Montúfar como a un Panchana, hay veces que nos toca perder. Esos son los avatares de la democracia. Señal de que erramos. Y  que ser el más popular de la fiesta no implica que todo lo que digamos vaya a ser ley. Literalmente.

El Presidente acusó a los asambleístas de boicotear el proyecto. Puede ser. Pero esto no debería significar el derrumbe de un plan social y político. Y tampoco significa que la oposición esté vendiendo la patria. Es su manera de expresar su perspectiva. Y de vez en cuando viene bien perder. Nos da tiempo para reflexionar. Nos devuelve a la realidad de la democracia: una democracia donde siempre gana el mismo no es muy democrática.
Espero la resolución de la Corte Constitucional.

El Presidente no debería apresurarse: da de qué hablar. Tampoco lo debería hacer la prensa: hablamos de más. Y en el ínterin, debemos entender que un tropiezo del oficialismo no es un golpe contra el autoritarismo, ni el pueblo que finalmente despierta; y tampoco es el rezago de los grupos de poder que gobernaban a dedo el país. Es, simplemente, democracia.

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