Hace una semana usted recibió la noticia de que su visa le fue revocada. La razón de la revocatoria, que le fue ocultada en el documento, fue presentada la noche de ese mismo día en cadena nacional, con una sola frase: “por respeto al país”, seguido del Himno Nacional que usted alguna vez parodió. Por ahora las razones de revocatoria de su visa son obvias, y violentan el derecho a la libertad de expresión, reconocido por la Constitución del Ecuador y las normas internacionales, que le es garantizado por el Estado ecuatoriano, sin importar su nacionalidad.
Soy ajeno a su trabajo, se lo tengo que decir. Y lo soy porque creo que todo fanático es insoportable, y usted es una declarada fanática del correismo. Por eso, quien no quiere escucharle hace como este servidor y silencia su nombre en redes sociales. Pero eso no quiere decir que soy indiferente al abuso de poder del que usted es víctima. Lo que está mal, está mal, sin importar de quien venga. Espero que por respeto al país se esclarezca todo lo que permanece secreto. Y si el gobierno no corrige, que la justicia haga su trabajo.
Como usted puede ver, señora Santiago, aunque su trabajo actual me es ajeno y somos opositores en pensamiento, no puedo ser indiferente ante su condición de víctima. Y es precisamente de la indiferencia suya como periodista y fanática correista de lo que le quiero hablar. Porque usted fue indiferente otrora, no solo cuando se revocó visas, sino también cuando se apresó, enjuició, persiguió, deportó y hasta detuvo en la calle a un chico de 15 años por hacer una mala seña, que dicho sea de paso, también está protegida por la libertad de expresión.
Esa indiferencia suya como periodista es la que retumba en los oídos cuando ahora habla de libertad de expresión, abuso y persecución. Porque no se puede ser tan inconsecuente. Porque usted festejó el odio cuando las víctimas fueron quienes disentían de su pensamiento. Su placidez como periodista ante esos actos, auparon la conciencia colectiva, que hoy, confundida, vuelve a festejar.
Donde sea que se encuentre, recuerde siempre esta frase: “La tragedia más grande no es la opresión y crueldad de la gente mala, sino la indiferencia de la gente buena sobre eso”, lo dijo Martin Luther King en 1965, cuando hablaba en defensa de los derechos civiles.