Se treparon en el poder e inmediatamente, siguiendo el ejemplo de Venezuela, generaron una nueva constitución. Encuentro que la Constitución del 2008, con la asesoría de “los nuevos conquistadores españoles de PODEMOS”, se inventaron una estrategia para llevar al país a 300 años de socialismo. Pero fracasaron porque ellos mismos se pisaron los cordones.
Más de diez años han transcurrido desde que el país la aprobó, casi como haciendo gárgaras con dulce de leche, nos tragamos la compota y nadie sabe cuándo vamos a terminar de digerir y ver los resultados finales. Es hora de evaluar cuáles han sido los resultados del estatuto constitucional. Esta es una asignatura pendiente, pero que hay que iniciarla.
Muchas son las voces que proponen que, mediante consulta popular, se deje insubsistente la Constitución de Montecristi y se vuelva, provisionalmente, a la de 1998. Razones hay muchas. Revisemos una pocas. Ustedes podrán continuar puesto que el tema no se agota ahora.
Consideramos que, si no se producen cambios estructurales en los aspectos fundacionales de la actual carta magna, el futuro no será distinto al presente que estamos viviendo. Quizá hasta el retroceso pueda ser aún mayor.
Una diferencia esencial entre las dos últimas constituciones. La diferencia tiene un alto impacto en el desarrollo económico y social del Ecuador. Mientras aquella de 1998 asignaba un rol mínimo al Estado frente a la iniciativa privada, la del 2008 tiene un corte estatista donde se privilegia el rol jugado por el Estado en asuntos de la gestión de los servicios públicos y de los sectores estratégicos. Son dos visiones incompatibles, siendo la primera un obstáculo para que el Ecuador se incorpore al nuevo concierto internacional.
No será que lo que vivimos ahora se deba precisamente a que las normas institucionales ya no responden a la aplicación taxativa, precisa, concreta y clara del texto constitucional, tal y como era la de 1998.
Muy por el contrario, la del 2008, deja un gran espacio para la interpretación. ¡Y, claro! En un régimen presidencialista, será un pensamiento único el que termine imponiéndose. La claridad fue remplazada por la ambigüedad y la vaguedad. Lo mandatorio se inspiró en pivotes anfibológicos conceptos. Para ejemplo, el del “buen vivir”. No llegamos a ningún lado con esas categorías.
Otro de los temas que todos los ciudadanos, pero todos los ciudadanos deben discutir y aprobar con voto razonado, es de si hay acuerdo o no acerca de si los indígenas tienen en los territorios autonomía para el manejo de los recursos renovables y no renovables.
Y qué decir del concepto central de la participación ciudadana. ¡Pues nada! La participación fue un saludo a la bandera. Se creó desde un Consejo como cuarto poder para decir que la participación era el cimiento del Estado ecuatoriano, mas nunca se tomó en serio la voz de los ecuatorianos involucrados en las diferentes áreas del desarrollo.
Como estos temas, hay cientos más. Por el momento, pongamos a remojar la Constitución del 2008.