Uno hubiera esperado que Emilio Palacio se hubiera instruido primero sobre la legislación de EE.UU. respecto al asilo, antes de pedirlo, pues ese país no reconoce el concepto de asilo diplomático como derecho internacional, ni forma parte de la Convención de 1954 de la OEA sobre el Asilo Diplomático. ¿O sería que le ofrecieron refugio en antagonismo con el asilo otorgado a Assange en Ecuador?
Además, el periodista de marras ha debido investigar cuál país le da más garantías jurídicas por su récord de protección de los derechos humanos, que lo proteja de la persecución política que dice sufrir en Ecuador, donde la justicia lo acusa principalmente de delito por calumnia.
Escogió a un país que, al igual que Alemania estalinista, ha construido un infame muro violatorio de elementales derechos humanos, que tantos muertos ocasiona por intentos de traspaso. Con el agravante numérico de que el Muro de Berlín en 155 km dejó un saldo de 79 muertos (o 270 según otros) en 28 años desde su construcción en 1961, mientras que el de EE.UU., con 800 km de ignominiosa pared, en menos tiempo lleva más de 5.000 muertos.
¿Habrá reflexionado el señor Palacio sobre el récord en derechos humanos del país que lo acoge, que lleva arrastrando el peso de la inculpación por el holocausto más infame de la historia, que en segundos destruyó cobardemente por su arrogancia militarista-imperialista a Hiroshima, ciudad de 400.000 habitantes, y a Nagasaki, en la isla de Kyushu, de más de 444.000 habitantes? País que, además, tiene pena de muerte y asesinos sueltos que pueden portar armas, cuyo resultado son las frecuentes masacres en escuelas y lugares públicos.
Ya descubrirá este peregrino periodista que la política gringa, por su propia confesión, no tiene amigos sino intereses. Noriega es un caso emblemático, amigo y colaborador de la CIA, desechado a la postre. Qué tal que a Palacio se le ocurriera acusar de genocida a Obama, bajo presión republicana.
Los infundios de Palacio sobre la dictadura de Correa y su pretendido acto genocida del 30 de septiembre de 2011, los podría verificar el Departamento de Estado, si se informara acudiendo a fuentes objetivas. Le ayudaría, para una información adecuada, subscribirse a toda la prensa ecuatoriana, y contratar a estudiantes de periodismo, por ejemplo de Columbia University, para que vayan anotando diariamente las falsedades, injurias, calumnias e inexactitudes maliciosas que se escriben, impensables en un país en dictadura.
Es increíble lo que uno tiene que leer a diario en la prensa opositora.