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Ecuador, 05 de Octubre de 2024
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El Telégrafo
Aníbal Fernando Bonilla

A propósito de la coyuntura nacional

20 de octubre de 2015

De  qué puede estar hecha nuestra sociedad sino es de anhelos, así como también, de absurdos en pleno siglo XXI. Hoy mismo que en el mundo se habla de una recesión económica originada por la incontrolable baja del precio del crudo -entre uno de los principales factores-, nos atenemos expectantes a observar los movimientos que tendrán los mercados, aunque aquello podría ir en desmedro de las economías de los países emergentes. Para los entendidos en esta materia, el despliegue que tengan las finanzas en la Unión Europea, Asia y Estados Unidos tiene repercusión en regiones como la nuestra que pugnan por otros formatos de desarrollo, que desafían las recetas impuestas por el FMI.

Como galopante paradoja, en el Ecuador la explotación del petróleo experimentó sus inicios en los 70 del siglo anterior, en el denominado ‘boom’. Y pese a más de 40 años de su exportación, aún persisten problemas estructurales en la comunidad, con lo cual se ratifica que su dependencia no trajo los resultados esperados. Por ello es inadmisible escuchar de boca de la oposición que se endilguen cuestionamientos al presidente Rafael Correa, cuando previo a su investidura el país transitó entre el desatino y la improvisación, en el tan cacareado retorno a la “democracia”, la misma que fue ultrajada por grupos plenamente identificados, quienes se alternaron en el poder, hasta antes de 2007.

Dicho esto, la palabra “crisis” ha sido una constante en el análisis social, económico y político de las últimas décadas, sin que medien soluciones concluyentes a mediano y largo plazos por los gobernantes de turno, quienes en algunos casos huyeron por la puerta trasera -o el balcón- de Carondelet, antes de que concluyeran sus períodos respectivos, como corolario del repudio popular, afectando la institucionalidad nacional. Desde luego, aquella crisis bien puede identificarse desde los tiempos de la profundización neoliberal, en los aciagos años de Osvaldo Hurtado, pasando por Febres Cordero, Durán Ballén, Bucaram, etc.

Entonces más allá de la preeminencia del “oro negro” y de la comercialización de otros productos (banano, cacao, café, camarón, atún, flores), que inyectan una importante dinámica en los ingresos y la productividad, queda la sensación de que el territorio ecuatoriano adoleció de un adecuada administración pública en sus capitales, ya que el citado ‘boom’ se volvió un peligroso espejismo que puso en más de una ocasión en riesgo la vigencia democrática.

Ante lo cual cabe repensar en la necesaria reserva moral que debe tener nuestra nación respecto de su clase política, la cual ha dominado la esfera oficial en medio del escándalo, corrupción, chantaje, prepotencia, sin horizontes promisorios en su generalidad. Cada función estatal ha sido un nido en donde ha proliferado el conflicto de intereses, la componenda, el chantaje, la violación a la ley, la ineficaz burocracia, la impunidad, el favoritismo, el regionalismo, la ambición desmedida.

En época de revolución gubernamental es imprescindible continuar corrigiendo estos caminos sesgados de la historia reciente. Pero tan loable intención debe hacérselo a través del debate de ideas -del promocionado diálogo-  y no desde la confrontación violenta en la esquina de barrio. Los hombres cometemos errores, lo valioso es enmendarlos con la humildad que caracteriza a los verdaderos portadores de liderazgo.

No hay duda de que vivimos en una colectividad de contradicciones. 

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