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Ecuador, 21 de Noviembre de 2024
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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

A propósito de...

20 de diciembre de 2022

Claro que lo recientemente ocurrido en el Perú me trae a la memoria lo que aconteció en el Ecuador en febrero de 1997, es decir hace 25 años, cuando un presidente es echado de su cargo por incompetencia, por corrupción; en el un caso, es decir en el peruano, se respetó el derecho a la sucesión que le asiste al vicepresidente de la república, independientemente de su género, en el otro, el mío, se hizo tabla rasa de la Constitución de la República, y el congreso de la época decidió generar, por sí y ante sí, la figura del interinato y violó rampantemente la ley suprema del país, conculcando derechos y generando un precedente que abonó para la falta de gobernabilidad del  país. 

Pero, más allá de estas consideraciones que son obligatorias, al analizar la salida del Presidente peruano Castillo y el recambio por su vicepresidenta Dina Boluarte, me viene también a la mente la preocupación por el futuro de nuestras democracias latinoamericanas, que parecen estar bajo el signo, no solamente de la falta de estabilidad, sino sobre todo por el hecho de estar permeadas por la corrupción, que es la que causa un mayor deterioro de la credibilidad en este sistema de gobierno y una desesperanza creciente entre los pueblos del continente.

Siempre pensé que las mujeres tendríamos que aportar un contingente diverso a la política de nuestras naciones, no solamente por cumplir las famosas cuotas o por ser políticamente correctos, sino que estaba convencida que nuestra condición de generadoras de vida, de guardianas de la naturaleza, nos daba una calidad extraordinaria para hacer los cambios que los países necesitan, pero sobre todo para ser baluartes de honestidad, de manejo transparente de las finanzas públicas, para ser representantes fidedignas de los más altos intereses del país al que representamos.

Pero, la evidencia de que hay muchas mujeres en la política, que se han dejado tentar también por la corrupción y que han caído presa de sus tentáculos, nos deja un mal sabor en la boca, la preocupación de que nuestro género y las responsabilidades que usualmente hemos tenido a nuestro cargo, no nos vuelven inmunes frente a este cáncer que corroe las sociedades.

Ejemplos sobran, ahí tenemos los resultados de los juicios a la Expresidenta Argentina, los juicios contra la Expresidenta del Brasil, el reciente escándalo, esto en otras latitudes, pero nos sirve como ejemplo ilustrativo, de la Vicepresidenta del parlamento Europeo, lo que nos causa una enorme tristeza.

Siempre pensé que las mujeres en política podíamos marcar la diferencia, por supuesto que hay muchas mujeres honestas y vemos los liderazgos consolidados de jefas y exjefas de estado, pero no deja de causarnos una enorme preocupación lo que ocurre, por ello mi llamado a las mujeres que hemos estado y a las que aspiran a participar en política a considerar que el servicio público debe ser eso, un servicio, no una especie de trampolín para obtener recursos y riqueza y perjudicar  no solo el erario público, sino lo que es más grave, la fe pública.

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