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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

A Preciado

27 de abril de 2017

Estimado de Sol a Sol, siempre Preciado: Sabemos que por iniciativa de la ciudadanía en su momento estuviste candidato al Premio Espejo del indio Eugenio, por tu voz poética de tambor Antonio; por tu Jolgorio y tu Matábara del hombre bueno sonando atabé, ururé, cátala, catún balé, en medio de una ‘hoguera de estrellas’ y el grito polvoroso de ‘trece gargantas’.

Qué importa esmeraldoso que no te hayan dado el Eugenio, si lo que cuenta es el goce de leer tu poesía, parida en el vientre de aquella tierra averdesada, plagada de pescadores, hombres de sal y yodo ‘quedados de las olas’, donde imaginamos que aún viven las ánimas de los que flotaron sobre el galeón de los dominadores en el siglo XVI, aquellos que con pies de aletas vencieron el cielo acuoso del mar, cual peces voladores, para fundar un mundo terrenal de marimba y eco, de negritud y libertad.  

Qué delicia, Antonio, leer tu poesía comprometida, la que denunció que Erase que se era un mago palabrero que con su vara mágica se puso a “poner y quitar pueblos, al revés y al derecho…, esparció pelos rubios por el suelo, y a las dos, tres y cuatro,… sacó el canal que le salió panameño”; la que reveló en verso que “El hombre geográfico “creía en el sur, porque un total de sures le han dado su estatura a este planeta” (Preciado. 1965, 1976).

Qué goce recordar a través de aquel libro de pasta naranja que reposa en el lugar que tú sabes, aquella poesía negra declamada sobre la madera crujiente en medio de la buena bohemia del Portoviejo añejo, entre Septiembre y Flor de Horacio, antes de que la gorda Ileana Espinel se fuera bellamente redonda, cantando versos de los buenos. Por Jacinto Santos Verduga y su Sangre Mía, por Carlos Eduardo Jaramillo y Cazón Vera; por Granda que es un Euler, y por aquella Luna llamada Violeta, te mereces de Sol a Sol el reconocimiento de tu país, porque encarnas los grandes movimientos literarios ecuatorianos del siglo XX. Te lo mereces, además, por Preciado, Antonio y Poeta.

Hernán Rodríguez Castelo partió. Para este gran crítico de la literatura nacional, el premio también fue esquivo, o mejor dicho, como dijeron por ahí, el Eugenio se perdió de tener un Hernán. Difícil era el crítico, pero tú venciste el canon jesuítico, estructural y estricto, gracias al repetido golpeteo de tu poesía, por ser “recia y tierna, sustantiva; original y vigorosa en el juego imaginativo; rítmica; rica de sabidurías antiguas que plasman en fórmulas verbales sugestivas y bellas” (Rodríguez Castelo. 1979).

Antonio Preciado Bedoya, poeta esmeraldeño, licenciado en Política y Economía, profesor universitario, primer Ministro de Cultura de Ecuador, candidato por la ciudadanía al Premio Nacional Eugenio Espejo 2016, sin lugar a dudas, su poesía negra ennegrece afortunadamente la blancura oscura de los que no ven la historia bicolor de la patria, porque en ella “El gran Obatalá lo puso adrede donde puso la carne, y fue una carne dulce, suelta, mágica, que se encontró un tambor en el camino y lo hizo corazón desesperado en la fibra más alta de su pecho volcánico, ¡fantástico!” (Preciado. 1967). (O)

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