A todos nos causó sorpresa la confesión de Evo Morales. No es habitual que un Presidente de la República, con un alto grado de ingenuidad pero también de honestidad, confiese que no le gusta leer, y que de los libros que le regalan apenas lee los títulos. “Tengo ese problema, soy sincero,” dijo Evo. Inmediatamente recibió una andanada de reproches, para variar, de los columnistas y diarios de siempre.
Es cierto que a todos nos sorprendió, pero estos mismos columnistas nada dijeron cuando el entonces candidato del PRI mexicano Enrique Peña Nieto (hoy Presidente) no pudo citar un solo libro que había leído: “he leído varios, desde novelas que me gustaron en lo particular”, atinó a decir nervioso y sin salir del paso. “Bruce Lee, ¿por qué no tú?”, le dijeron los tuiteros. Y otros no esperaron para soltarle: “el colmo de Peña Nieto es haber nacido bajo el signo de Leo”.
Sin embargo, más allá de la sorpresa, la confesión de Evo es muy reveladora. No olvidemos que Evo proviene de un sector excluido y marginado. Un sector en el cual, los niños y jóvenes tienen pocas oportunidades para acceder a la educación regular. Y Bolivia, pese a los avances, sigue siendo un país con altos índices de analfabetismo. De ahí que Evo nunca tuvo la oportunidad de acceder a ningún espacio para el fomento a la lectura. Mientras Peña Nieto sí asistió a las más exclusivas escuelas y colegios. La promotora de la lectura Leonor Bravo me decía: “a Evo no le gusta la lectura, porque nunca lo motivaron en la infancia; ni en la escuela ni en la familia”. Y es cierto.
Pero lo importante de la declaración de Evo, no fue su confesión, sino el anuncio de la promulgación de la Ley del Libro que suprime el IVA para el libro (13%) y además el impuesto a las transacciones (3%). Y claro, los medios y los columnistas de esto nada dijeron. Además creó el Sistema Nacional de Bibliotecas. Estas dos medidas son trascendentes, no solo porque abaratará el libro, sino porque revela la decisión del gobierno boliviano de generar políticas públicas para el fomento del libro y la lectura.
A propósito, este es un ejemplo de lo que se puede hacer por el libro, y este tema deberá ser abordado por las nuevas autoridades de cultura. Es necesario que también en nuestro país se adopten medidas para fomentar la lectura y para impulsar la industria del libro, para generar espacios para las editoriales independientes, para que resurjan las revistas culturales y, sobre todo, para resolver el grave problema de la distribución y circulación de libros. Está en vigencia una Ley del libro, caduca e inservible. Las Cámaras del libro tampoco han generado iniciativas que contribuyan a su fomento, apenas se contentan con asistir, subvencionados, a ferias nacionales e internacionales.
Así, promoviendo la lectura, a Peña Nieto, por ejemplo, jamás se le ocurrirá decir que su libro favorito es El Decameron Díaz. O que su autor preferido es Gael García Márquez.