“Mujer, vida y libertad” es la consigna de las protestas iraníes tras la muerte, el pasado septiembre, de Mahsa Amini, una joven de 22 años detenida por no llevar el hiyab adecuadamente. Su muerte desató la indignación mundial; activistas, políticas y mujeres se cortaron el cabello como símbolo de solidaridad. Cortarse el cabello es una antigua práctica persa que representa protesta y tristeza.
Poco tiempo después de la muerte de Mahsa, tuve la oportunidad de escuchar en la Universidad Internacional el testimonio poderoso y devastador de Yasamin Mahroogh, una joven estudiante iraní que vive en Ecuador. Al final de la charla, varias estudiantes se acercaron a Yasamin, la abrazaron y se cortaron el cabello. Este acto representa la sororidad o la hermandad entre mujeres, que atraviesa fronteras y clases. A pesar de las distancias y diferencias que separan a las estudiantes ecuatorianas de las estudiantes iraníes, la solidaridad activa la acción colectiva. Precisamente la bandera de lucha de diferentes organizaciones feministas es “Si nos tocan a una, respondemos todas”.
La sororidad se construye como una respuesta a las inequidades que vivimos cotidianamente las mujeres y que son comunes al sistema patriarcal. Las mujeres sufrimos de violencia y múltiples inequidades - sociales, económicas, laborales y financieras. En Ecuador, cada 26 horas se comete un femicidio y la gran mayoría quedan impunes. El último femicidio fue el de Maribel, ocurrido apenas ayer en la ciudad de Cuenca.
La violencia que experimentamos también tiene una dimensión económica. En el año 2020, tan solo 2 de cada 10 mujeres ecuatorianas tuvieron un trabajo adecuado y la tasa de desempleo femenino fue el doble que la de los hombres (INEC). En términos de representación política, la participación de las mujeres sigue siendo subrepresentada, ya que apenas el 19% de las alcaldías estarán a cargo de mujeres. Indigna saber que no viviremos para gozar el derecho a la igualdad; de acuerdo con el Informe Global de Brecha de Género (2022), se requieren 132 años para lograr la paridad de género.
La interacción entre género y otros factores como etnia, situación geográfica y estatus migratorio ahondan aún más las desigualdades. Cuando tocamos el tema de pobreza e inequidad, les pido a mis alumnos y alumnas encarnar el rostro de la persona más pobre; el resultado es una niña indígena rural.
En efecto, para las mujeres rurales, la situación de vulnerabilidad y carencias es más compleja. La pobreza afecta a las mujeres rurales de una manera más severa que a las mujeres urbanas. La situación de inequidad se agrava, si son indígenas o afroecuatorianas porque vivimos en una sociedad machista y racista. Un hogar indígena con una mujer como jefa de familia tiene 5.8% mayor probabilidad de ser pobre (BID). Las mujeres sostienen la vida de sus familias y comunidades y las encargadas de la producción agrícola que alimenta a las ciudades. Mujeres, tierra y libertad.