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El Telégrafo
Byron Villacís

7 centavos

29 de diciembre de 2017

El salario básico para 2018 ha sido incrementado en $ 11 mensuales, lo que equivale a 7 centavos más por hora. El pan más barato en Quito cuesta 12 centavos. Los empresarios proponían un incremento de alrededor de 2 centavos por hora, por lo que calificaron la decisión de excesiva, populista y antitécnica.

Proponen, además, que alzas salariales deben basarse en criterios como la productividad y la inflación pero, ¿qué tan técnicos son esos criterios? El indicador de la productividad se popularizó en Estados Unidos en los años 40 debido a argumentos keynesianos que promovían incrementos de consumo para reactivar la economía. Fue la Works Progress Administration, de la mano de Harry Magdoff, que empezó a calcular la productividad de forma agregada con el fin de justificar incrementos a los paupérrimos ingresos de la Gran Depresión. El origen del indicador fue político y de  izquierda, hoy es visto como técnico y de derecha.

El segundo criterio promovido por grandes empresarios es el de calcular incrementos salariales usando las variaciones de la inflación, con base en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Sin embargo, el IPC empezó a ser usado en negociaciones salariales en 1948 entre el Sindicato Automotriz y General Motors con la intención de igualar el costo de vida sobre la base de criterios de distribución, no de competitividad. Igualmente, hoy se pretende hacer ver que es un indicador apolítico.

Ecuador debe utilizar estos indicadores en sus negociaciones salariales, pero no solo considerando sus variaciones anuales, sino además: 1) los incrementos históricos en productividad de los que se han beneficiado mayoritariamente los empresarios y, 2) las variaciones de precios, pero incluyendo el déficit entre el costo de la canasta familiar básica y el ingreso del trabajador promedio, no solo el IPC. De esta forma se podría llegar a salarios dignos basados en argumentos técnicos y políticos, puesto que todos los indicadores económicos son eso: técnicos y políticos.

Hace falta, además, extender la discusión de competitividad, no solo a los salarios de operarios, sino a los salarios de gerentes y propietarios, fomentando así una discusión democrática sobre la competitividad. (O)

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