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El Telégrafo

40 años de los transgénicos

03 de marzo de 2013

Al cumplirse 40 años de la producción de la primera planta transgénica (TG), un tomate al que se agregó un gen antiputrefacción, lanzado al mercado por la compañía norteamericana Calgene, las posiciones sobre transgénicos se han vuelto radicales; unos festejan su invención, otros su lucha de resistencia.

Más allá de la disputa, la realidad es que el rechazo a los cultivos transgénicos se extiende en Europa, mientras que son aprobados por  el 63% de estadounidenses, 21% de argentinos, 4% de chinos, entre otros. La soja transgénica, con 41,4 millones de hectáreas, representa el 61% del área de cultivos transgénicos mundiales; el maíz con 15,5 millones de hectáreas, el 23%; el algodón con 7,2 millones de hectáreas representa el 11% y la colza con 3,6 millones de hectáreas  corresponde al 5% del total mundial. Esto significa que de unas 272 millones de hectáreas de cultivos en el mundo, la cuarta parte son TG. Se calcula que en los próximos cinco años, unos 10 millones de agricultores de 25 países sembrarán 100 millones más de hectáreas de cultivos transgénicos. El 52% de tierras con TG está en países en desarrollo.

Después de 40 años se puede evaluar su real efecto en la ecología y en la salud humana. Uno de los creadores de los TG, Paul Berg, junto con 140 investigadores en transgénesis, se reunieron en Asilomar en 1975, para evaluar si esta tecnología implicaba riesgos para el ser humano, concluyendo que al cumplir con las normativas de bioprotección era segura.

No existen investigaciones contundentes que revelen lo dañino de los TG para la salud humana, sea por inducir tumores, alergia, trastornos gastrointestinales, entre otros problemas que les han sido atribuidos. Los otros campos de aplicación de los TG como biorremediación y aplicaciones médicas (vacunas, anticuerpos monoclonales, fármacos, etc.) no han sido cuestionados.

Lo cierto es que la liberación al ambiente de TG es controversial. Intereses económicos, transnacionales, dependencia tecnológica, han marcado la discusión en estas cuatro décadas. El 80% de la biotecnología productiva transgénica la manejan las transnacionales, pero justo por esto, el planteamiento de los investigadores independientes ha sido el uso de la tecnología transgénica y el desarrollo de TG útiles para la humanidad, alejados de los intereses financieros de las grandes corporaciones.

En esta línea el Ecuador debería primero desarrollar y apoyar decididamente las investigaciones propias, soberanas y con gran tecnología científica sobre TG, que nos libere del neocolonialismo tecnológico y científico.

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