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El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz - cmurilloruiz@yahoo.es

30S hoy

28 de septiembre de 2015

Después de cinco años de aquel hecho que intentó romper la institucionalidad -a través de un heterodoxo motín policial-, es bueno tabular las formas en que la disquisición y lectura del 30S han sido desarrolladas -desde adentro y desde afuera- por los actores que lo protagonizaron directa e indirectamente, y que hasta la saciedad aún buscan ver en aquello solamente una sublevación policial los unos, y un intento de magnicidio los otros.

El abuso de la interpretación de una situación que fue además televisada, muestra que, sobre todo, los medios en general y los analistas (todólogos de la violencia) se sirven de manera arbitraria de aquella máxima de que ‘todo es según el color del cristal con que se mira’, contrariando el análisis fáctico de una trama violenta que puso en riesgo la vida de Rafael Correa y ensayó frustrar la institucionalidad que había parido Montecristi dos años antes. A Correa le ha tocado gobernar en un tiempo de despliegue de todas las formas de comunicación tradicional y virtual, y el trabajo que se dan los operadores de los viejos y modernos aparatos de comunicación consiguen lo impensable: que las versiones de un hecho, más que profundizar en las causas visibles e invisibles que lo produjeron y en las figuras que perpetraron la asonada, solo se dediquen a mostrar al público, con el encandilamiento del “color del cristal con que se mira”, un espectáculo de grabaciones escogidas para legitimar una sola versión/interpretación, de un lado y/o del otro. Y precisamente allí se truca la realidad del hecho histórico versus el montaje mediático del mismo acontecimiento. O sea, la nueva pugna: historiadores y periodistas disputando el registro objetivo (y su posterior hermenéutica) de un suceso de peligro nacional.

Pero las condiciones fácticas del 30S, felizmente televisadas, mostraron coincidencias extrañas en las coberturas de los medios privados (hasta las 11:00 de ese día), en el lenguaje utilizado, en el aparente caos informativo de los periodistas apostados en las inmediaciones del hospital y de los que estaban en canales y radios transmitiendo –en vivo- la ira policial, y en las especulaciones de lo que pasaría si el presidente “caía”.

A estas alturas sería bueno que los historiadores tomaran su papel de documentar y explicar un hecho que conmocionó nuestras vidas por la inseguridad y el vandalismo; consecuencia de la sedición institucional de la policía y, también, de un sector de las Fuerzas Armadas que le dio respaldo y permitió una parcial pero espeluznante anarquía.

La perfidia de medios privados, de sus periodistas y analistas políticos/jurídicos ha pretendido por años colocar en el imaginario colectivo que aquel hecho solo fue el resultado de la temeridad del presidente Correa. Y la réplica gubernamental ha sido intentar desmontar esa falacia –también- mediáticamente.

Ya es hora de que tales versiones den paso a la investigación histórica de especialistas que recojan, clasifiquen y analicen cada uno de los hechos sucedidos antes, durante y después del terror policial, militar y político de la oposición, y le ofrezcan al país un libro serio y desapasionado sobre el 30S de 2010. (O)

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