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El Telégrafo

30-S: Una ejemplar lección histórica

01 de octubre de 2011

La muerte del “Viejo Luchador” y el asesinato de Antonio José de Sucre en Berruecos no son sucesos festivos, se recuerdan para destacar dos casos de traición; el primero, tramado por un sector de la derecha del partido de Eloy Alfaro; y el segundo, planificado en cobarde complot por ambiciosos de la época. El 30 de septiembre no es una fecha de festejos como la difunde la “prensa independiente”, sino para rememorar la intentona golpista, desenmascarar a los involucrados en la criminal conspiración y agradecer a las legiones de militares y masas populares que en acción heroica desbarataron el vandalismo sedicioso y ratificaron el triunfo de la democracia.

Ha  transcurrido un año de ese aciago acontecimiento y aún los medios de comunicación privados y columnistas comprometidos con la partidocracia, ya casi extinguida, insisten inútilmente en desvirtuar el fallido golpe de estado, e incluso los más osados se arriesgan a justificar la actitud de los malévolos intrusos que intentaron matar al presidente Rafael Correa, mientras un grupo iracundo de gendarmes lo mantenía secuestrado en el interior del Hospital de la Policía. La contienda no ha terminado. Es posible que la derecha política fragüe  otro 30 de septiembre, en su desesperación por detener el avance de las conquistas sociales de la Revolución Ciudadana.

Los actos recordatorios del 30-S, con la participación eufórica de miles de ecuatorianos, representan para los incrédulos del Socialismo Siglo XXI, los reaccionarios y los seudoizquierdistas, una ejemplar histórica lección: la bandera de la democracia flameará en la república, siempre que los retrógrados ocultos pretendan arriar en las sombras el lábaro patrio.

En el país se vive crucial momento. Es indispensable ubicarse, no como espectador, sino como activista, en apoyo al régimen democrático y a sus logros alcanzados en beneficio de los sectores populares. Los enfrentamientos seguirán y se preparan otros. La oposición se vuelve más agresiva con los mismos rostros de siempre, los traidores, los resentidos, la seudoizquierda y la prensa independiente que libra su última batalla pata mantener el control, ya disminuido, de la opinión pública.

La concentración multitudinaria en recuerdo del nefasto suceso, de condena al golpismo y de exaltación al triunfo de la democracia, exterioriza un categórico llamado por el imperio de la justicia. La impunidad quedará para la historia.

En el instante que la ley se aplique en su amplitud, los ecuatorianos comenzarán, ahora sí, a confiar en la justicia.

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