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El Telégrafo

30 de septiembre, nunca te olvidaremos

16 de septiembre de 2011

Ha pasado ya un año y aún persisten esas imágenes; son imborrables. Por duras, por crueles, por alevosas. Nunca los ecuatorianos podremos olvidar cómo aquellos policías cargaron con tanta saña y agresividad contra los ciudadanos y ciudadanas que acudieron sin más protección que su profunda convicción democrática y arropados por la bandera tricolor o una foto del presidente Correa. Esa era su defensa frente a los palos, las bombas, las balas.  Eran los policías (los malos policías) dedicados a mansalva a atacar a jóvenes, muchos casi niños, adultos, mujeres y ancianos. Nunca olvidaremos la mirada de aquellos policías, repleta de odio, de revancha, de maldad. Querían agredir, hacer daño, herir, ¿matar?  Siguen grabadas en nuestra memoria y en nuestro corazón dolorido esas imágenes en las que los policías (uniformados y de “civiles”), incluso con sus motocicletas, cargando contra los grupos que caminaban gritando consignas a favor de la democracia y la liberación del Presidente.

Nunca olvidaremos esas imágenes (fotográficas y en video) atacando al Presidente; quitándole la máscara antigás, insultándolo, agrediéndolo. Tampoco aquellas imágenes de ese grupo ingresando al canal público, rompiendo puertas y ventanas. Ahí están. Son evidentes, incontestables. Y sin embargo, las niegan.  Nunca olvidaremos los rostros y las lágrimas de ciudadanos y ciudadanas; agrupándose, juntándose, ayudándose. 

Unidos, con convicción y valentía, caminando una y otra vez hacia la Mariana de Jesús.  Seguirán en nosotros esos gritos, esas palabras, entre lágrimas, en defensa de la constitucionalidad. Tampoco  aquellos rostros ensangrentados, lastimados, y sin embargo dignos y altivos. Dispuestos a entregar su vida misma por la vigencia de la democracia y contra el golpe en marcha. Y peor aquella imagen, ya en la noche, cuando el sargento Froilán Jiménez cae abatido por una bala.  Nunca se borrará esa imagen del cuerpo cayendo y luego inmóvil, inerte, seco.

Es el testimonio de un pueblo luchador, decidido, dispuesto a salir a la calle a defender sus ideales, sus principios, sus convicciones. Ya en las luchas por la Independencia salieron desde los barrios cientos de ciudadanos a combatir contra el ejército opresor.  Y luego a defender sus conquistas o la economía familiar, como en la “Guerra de los cuatro reales”. Y después, a tumbar a aquellos presidentes que perdieron legitimidad cuando traicionaron a sus votantes e incumplieron sus promesas.  Pero también, el 30 de septiembre, salieron a defender la democracia y a un presidente. Y este hecho inédito nos marca un camino; un pueblo dispuesto a entregar hasta la vida por la democracia y a luchar contra cualquier intento de golpe y dictadura.

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