Cuando las mujeres hablamos de violencia se piensa que nos victimizamos. Por eso debemos afirmar que no solo la padecemos, sino que la resistimos y sobrevivimos.
Que las mujeres vivamos con miedo no es ninguna novedad, lo curioso es que no constituye una situación límite como se suele creer, sino que convivimos con ella a diario. En casa, en medio del núcleo familiar, es el lugar de despliegue de la crueldad más perversa contra las mujeres: violencia física, sexual, psicológica, económica.
Pero no es ni de lejos el único espacio, en los lugares de trabajo la violencia se reedita bajo formas más sutiles, ahí se encuentran las brechas salariales para recordarnos que no somos iguales en derechos económicos hombres y mujeres, pues por el mismo trabajo recibimos menos salario.
Las niñas, adolescentes y mujeres jóvenes deben padecer la amenaza y el temor en los centros de estudio. Es difícil de creer que estudiantes universitarias sean víctimas de saña de parte de sus docentes varones, o de sus compañeros. Ocurre que las relaciones de poder son el vehículo que impulsa la violencia de género.
Cuando la mujer se traslada de un sitio a otro, en esos intervalos cotidianos también acecha el riesgo, constatamos formas de acoso en el transporte público o en las calles, simplemente mientras se camina.
Hay formas recientes de intimidación porque la mujer habita nuevos espacios, observamos que la violencia política se despliega contra las mujeres que son figuras públicas; para desprestigiarlas se recurre a estigmas vinculados a su vida privada que a los hombres políticos jamás se les endilga. La cosificación de la mujer en los medios de comunicación persiste a pesar de todas las campañas en contra. Las redes sociales también son territorios en los cuales la provocación es solapada pero no deja de estar presente.
El concepto de violencia de género es reciente pero quizás la barbarie contra la mujer es tan antigua como la humanidad misma, y significa que se nos violenta por el hecho de ser mujeres. Este salvajismo tiene lugar porque persisten relaciones de dominación y desigualdad entre hombres y mujeres.
Que exista violencia contra la mujer significa que existen varones agresores que nos ven como carentes de derechos, de libertad y autonomía, suponen que no merecemos respeto y que no tenemos capacidad de decisión. Los hombres violentos pretenden seguir manteniendo los privilegios que les otorga una sociedad machista y patriarcal. (O)