Cae el sol de Quito en los frescos matorrales donde se reagrupa un exhausto pelotón de latinoamericanos, es el 24 de Mayo del 1.822, inicia el día que cambió todo en esta nación. En ese entonces, eran de todas partes de este nuevo mundo que daba un paso a la independencia.
Habían marchado desde Guayaquil hasta Quito, arrastrando sus fusiles, y siguiendo al Mariscal Antonio José de Sucre. La misión era difícil, necesitaban vencer a un nutrido grupo de fuerzas españolas que controlaban la Real Audiencia de Quito. La importancia de la victoria era no solo en número, sino en recursos, estaba apunto de estallar la batalla que idealizaría una idea, un sentimiento, unos colores. Nadie sabía, pero Ecuador estaba naciendo con fuego, resistencia y la idea de libertad.
La cruenta batalla explotó, y salve oh patria, mil veces oh patria, los pocos habían vencido a los muchos. Había bajado la divina providencia y Quito gritó libertad. Un mensaje poderoso de un deseo que hizo eco en todo un continente. Habrá de escribir y recordar este día, como la secuela de sucesos que serán recordados por los siglos de los siglos. Jamás olvidar a la victoria del Pichincha como el mensaje de inspiración, fuerza y carácter que necesita el ecuatoriano para levantarse orgulloso de haber sido parido en tierra de valientes.
Pero el mensaje sigue siendo débil, y la vergüenza de lo que nos transformamos después mancha con tibieza la sangre de los aguerridos que cayeron para que seamos libres, independientes y soberanos. Nacimos mucho después como nación, en 1.830 exactamente, y nos liberamos de una fuerza, pero no nos hemos recuperado de lo que hicieron quienes nos organizaron, y hasta hoy seguimos dando vueltas, reformándonos y volviendo a nacer. Puedo decir con a sutileza que la verdad ordena, que aún no somos libres.
Internamente, Ecuador se ha mantenido como un país que se recrea en papeles, pero la desigualdad y el maltrato al Estado permanece sin orden, sin rumbo y con caudillos que con sus ostentosos y terribles apellidos mantienen el “ismo” desde nuestra fundación. Aún los malditos terratenientes creen tener la receta única y mágica, para llevarnos a ser un país medianamente organizado y decente. Todos han fallado, estrepitosamente.
Leemos, con vergüenza, cada gobierno hace algo y roba algo, hemos llegado al punto de miseria intelectual y falta de patriotismo en decir, con un suspiro de decepción “robó, pero, aunque sea hizo obras”, como unos miserables sacados de las páginas de Víctor Hugo cuando los describía.
Han pasado 200 años desde que, en estas tierras andinas y ancestrales, lo imposible se hizo posible, y la idea de un grupo de valientes demostraba que esta tierra está formada con hombres y mujeres de barro, lágrimas y fuerza que podrían levantar fácilmente a un continente en sus manos ensangrentadas de esfuerzo para vernos bien y libres. Nos han fallado a quienes se les encarga la tarea de guiar a este pueblo valiente, nos siguen fallando, aún seguimos esperando hacerle honor a este día.
El ecuatoriano es admirable, realmente destacable. Leer nuestra triste historia política hace ser más que un héroe al que sigue amando a este país y levantándose todos los días para reconstruir lo que a diario nos roban, en la cara, sin la más mínima pizca de decencia. Este país ha sido reconstruido después de terremotos, desastres y malos gobernantes. El sudor del migrante, la decencia del trabajador, la valentía del buen empresario, lo han levantado sacrificando hasta su propia tranquilidad.
Creo que la sangre del guerrero derramada en las faldas del Pichincha corre constantemente en las venas ecuatorianas. Maldito sea quién roba de las arcas de un país pobre para enriquecerse así mismo, que no pueda dormir, que no lo dejen de perseguir. Nos anclaron a seguir siendo pobres, a seguir sobreviviendo, y siguen existiendo. La valentía de este pueblo no puede seguir siendo despilfarrada por la política sucia y corrompida.
Que nuestros hijos sepan que esta sangre indígena, afro, chola, mestiza es valiente. Debemos enseñar a los que son paridos en estas tierras que el pueblo ha levantado a este país desde su nacimiento, por encima de los atracos de gobernantes sin sentido. Habrá que enseñarles que la corrupción nos ha anclado y que es momento de levantar armas encontrar de ella y definitivamente.
Que nunca olvidemos a nuestros héroes y heroínas de la gesta del 24 de Mayo, y sea un grito de venganza en contra de quién ostente apropiarse de nuestras riquezas para si mismo. Este país está repleto de hombres y mujeres con sangre valiente y guerrera, y la única gesta que tenemos que contemplar, es la batalla final en contra de la corrupción. Enseñar a nuestros el honor y la dignidad de ser ecuatoriano.
Viva el Ecuador.