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Ecuador, 06 de Octubre de 2024
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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

2016

31 de diciembre de 2015

Es un año en el cual la economía internacional está atorada en un patrón de espera. Las ganancias en las economías maduras no son suficientes para compensar las pérdidas en los mercados emergentes. La economía mundial carece de un dinamismo positivo que se hace evidente por la incómoda mezcla de las muchas oportunidades tecnológicas a la par de un lento crecimiento de las inversiones y esto se complica por una productividad mediocre de los negocios y deslucida confianza de los consumidores, sumados a una persistente secuela de políticas y desafíos impuestos a las empresas.

Esto pone a la economía mundial en un compás de espera, donde las fuerzas del mercado se balancean en un equilibrio donde se compensa lo positivo y lo negativo (o por lo menos así esperamos que suceda en el futuro inmediato). Es muy posible que este entorno no cambie en los próximos 12 a 24 meses, y siendo mucho más conservadores que el Gobierno chino al determinar su crecimiento, los expertos predicen un modesto 2,8% de crecimiento en 2016, frente a 2,5% en 2015 de la economía mundial.

El panorama de los negocios es poco alentador. América Latina está perdiendo la carrera para alcanzar algo más de desarrollo y en lo posible batir la pobreza. El descenso del precio de los productos básicos afecta negativamente las economías de nuestros países y en especial de Ecuador. Brasil, por su parte, siendo la economía más grande de la región, es posiblemente el gran perdedor, tanto en lo político como en lo social. No hay forma de lograr que se levante el potencial económico de nuestros países y de motivar el crecimiento de la productividad sin la ayuda del sector privado y la inversión extranjera. Pero es necesario también integrar al sector informal dentro de las mejores prácticas de los negocios grandes y modernos.

Y nosotros estamos dolarizados, lo cual nos obliga a entender a la economía de Estados Unidos, que luce como un punto brillante en una economía global débil. A pesar de la sólida demanda interna norteamericana, su competitividad decae ante una pobre demanda mundial, su fortalecido dólar y sus históricamente bajos niveles de inversión y productividad. Esta realidad presiona a que su crecimiento no sea mayor del 2,4% en 2016 debido precisamente a reducidas ganancias de sus empresas como consecuencia de elevados costos laborales y muy modestos esfuerzos para mejorar su modelo productivo, a pesar del incremento de las tasas de interés. No es muy probable que el desempeño actual y próximo de la economía americana pueda coadyuvar positivamente a nuestro bienestar. Salir de la dolarización (algo que me quita el sueño) no luce tampoco viable, dado el lamentable ejemplo de Argentina y su debacle institucional actual causada en mucho por su abrupta salida de la convertibilidad.

Es muy promisoria la firma del tratado de libre comercio con la Unión Europea, la cual tendría una recuperación moderada. Nuestra relación con los países de la región Asia-Pacífico, si no se desmejora, tiende a detenerse debido a los bajos crecimientos de China e India. Nuestros amigos del Medio Oriente están tan o más afectados por efecto del precio del petróleo. Y finalmente, África sigue siendo el continente con potencial, pero muy limitado por razones políticas e institucionales.

Al final del día tendremos que buscar rápidamente soluciones 'creativas' a nuestros problemas nosotros mismos. (O)

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