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El Telégrafo

2011, el año del no retorno (II)

21 de diciembre de 2011

El año que termina marca un no retorno para la prensa en general, y mucho más para cierta prensa privada en el Ecuador, porque sigue siendo un actor social con todos sus errores y virtudes, pero en otros casos ya es un actor político por excelencia. Por ejemplo: rectificar era un asunto extraño y ajeno a la televisión. Hoy ya se abren espacios para la rectificación y la contrarréplica en los informativos, como un derecho de los ciudadanos. Ya es un paso hacia adelante.

Claro, el juicio contra El Universo y los periodistas del libro “El gran hermano” marca un hito, visto desde cualquier punto de vista. Nunca antes había ocurrido algo así y los enjuiciados jamás habrían imaginado estar en medio de una disputa legal por algo que antes parecía “normal” y hasta legítimo.
Entonces este año ocurrieron dos “fenómenos” en este campo: contraponer dos visiones y paradigmas sobre la libertad de expresión y una discusión intensa sobre la Ley de Comunicación, por todos los medios y con todas los argumentos de lado y lado.

Alguien dijo que, cuando una sociedad debate sobre  libertades, la economía marcha bien. Y al revés. Pero más allá del dato: ¿por qué demandan libertad los medios que siempre la han tenido y la usaron a su modo? Quizá porque han colocado el tema como una prioridad política suya, muy particular, por encima de lo que socialmente ocurra en la realidad; y su persistente autorreferencialidad impone una agenda mediática a toda la sociedad.

Del otro lado, el Gobierno -en concreto Rafael Correa- ha hecho de este tema una de sus prioridades políticas al extremo de llevarlo hasta la cumbre de la Celac. ¿Por qué? ¿Qué pasa por su visión política para colocarlo como una punta de batalla ideológica? Aventuro una tesis para arribar a otra: ¿la prensa se colocó como el verdadero opositor, con todo su “prestigio” y “credibilidad”? No, demasiado simple: la prensa forma parte de toda una estructura ideológica, programática y hasta estructural del sistema liberal y del modelo neoliberal, donde lo que más cuenta son las libertades y no los derechos. Sí. Por eso hay una crisis de paradigmas donde la prensa sostiene el modelo aludido. Y eso lo observa Correa muy puntillosamente, porque, además, desde el principio habló de los “poderes fácticos”, esos que en el sistema legal no existen, pero en la práctica ejercen toda la presión a favor de sus intereses y aliados.

Es difícil (para quienes tienen el “chip” liberal como el mayor y hasta único paradigma de la democracia) entender que se pueda cuestionar y menos enjuiciar a quienes lo usan como patente de corso para cualquier acción política.
La prensa en general, incluida la pública, afronta el próximo año como un reto de doble vía: dignificar el oficio, colocarlo como un verdadero servicio a la comunidad, informar con todos los elementos para no ser parcial ni parcializarse al extremo. Y también que los periodistas miremos a nuestro oficio como lo plantea John Lee Anderson: “El periodismo ha de cambiar mentes, despertar conciencias, crear fenómenos sociales donde la sociedad cívica reclama un cambio”.

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