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El Telégrafo

Yahuarcocha, algunos secretos

16 de febrero de 2017

El feriado de carnaval nos llevará a distintos lugares. Uno ineludible es la laguna de Yahuarcocha, a 10 minutos al norte de Ibarra. ¿Cuál es su historia? Para los caranquis, señorío étnico que floreció del 1250 al 1500 de Nuestra Era, aproximadamente, las lagunas eran parte de sus deidades porque estaban relacionadas con el agua. Según Waldemar Espinoza Soriano, este antiguo espejo de agua se llamaba Cocha Caranqui (Laguna de los caranquis).

En el sector de El Tablón, los descendientes de este pueblo que levantó más de 5.000 tolas festejan la fiesta del solsticio de junio, época de las cosechas, mientras bailan en círculos en agradecimiento al Taita Imbabura, el monte y dios principal de los caranquis. Los límites de este pueblo iban desde los ríos Chota-Mira al norte y Guayllabamba al sur; extendiéndose por las estribaciones occidentales de los Andes hasta el río Íntag, a los pasos de montaña de la cordillera Oriental, según refiere Santiago Ontaneda Luciano.

La presencia de los incas en el norte del actual Ecuador duró, aproximadamente, 30 años; de los cuales 17 años estuvieron guerreando con los caranquis y sus aliados, quitus, pastos y cayambis. En el primer cuarto del siglo XVI, tras varias sublevaciones, se produjo la denominada Batalla de Yahuarcocha, que lleva este nombre porque, según algunos cronistas, fue tal la matanza que sus aguas se tiñeron de rojo, debido a la sangre (Guamán Poma de Ayala da una cifra en 20.000 muertos).

Los sobrevivientes caranquis, niños de 12 años, fueron llamados ‘huambracunas’. Según Silvio Luis Haro, ellos vengaron a sus padres cuando, años más tarde y ya guerreros, el inca-caranqui Atahualpa ultimó a Huáscar y su ejército en Cusco. La memoria de Nazacota Puento, quien pereció en la masacre inca, aún perdura en el pueblo caranqui.

Yahuarcocha está considerada como una laguna eutrófica, porque sus aguas tienen una elevada concentración en organismos debido a la presencia excesiva de nutrientes.

Según un estudio de la Espol, la laguna se formó en el pleistoceno y es de origen glacial; posee una altura de 2.190 msnm y la temperatura del agua es de 11º C, con una profundidad de 8 m y un espejo de agua de 257 hectáreas. Este hermoso lugar está apenas a 3 kilómetros al norte de Ibarra y también se puede acceder por el sector de el mirador de San Miguel Arcángel, patrono de la urbe ya en época colonial.

Además, se puede apreciar  su riqueza natural, a través de flora nativa, como capulí, guaba, molle, higuerilla e introducidas como eucalipto. Y, asimismo, admirar la fauna, como patos, patillos, garzas, colibríes, tórtolas, gorriones, gallaretas, cormoranes, golondrinas…

Su mitología es extensa. Se habla de los rituales de los caranquis a una de sus deidades, pero también de la influencia inca, como la celebración del Cápac Cocha, que consistía en ofrendas en busca de prosperidad para las cosechas. Al cabo del tiempo, con la influencia ibérica, se mezclaron los mitos. Así encontramos la leyenda de ‘La hacienda de agua’, donde un avaro, al no recibir a un pordiosero, es castigado con un diluvio. (O)

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