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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

Solidaridad y esperanzador futuro

25 de abril de 2016

Ecuador ha pasado más de una semana con el impacto del terremoto ocurrido el sábado 16 de abril en la región litoral y particularmente en las provincias de Manabí y Esmeraldas. Las escenas en la televisión han permitido que los ecuatorianos conozcamos la magnitud de la destrucción y el dolor entre tantas familias.

Ha sido admirable la movilización de la ciudadanía ecuatoriana para reunir todo aquello que podía ser necesario para los habitantes de las provincias afectadas por el sismo. A la causa humanitaria se unieron instituciones privadas y empresas. Además, se ha sumado la ayuda internacional, que proviene de numerosos países y que merece la gratitud de todos los ecuatorianos.

También el Gobierno Nacional y los gobiernos seccionales lograron coordinar acciones para la seguridad comunitaria, el rescate de víctimas, la atención a las personas que han quedado sin recursos, y para la reconstrucción material en las zonas destruidas.

Ha resultado ejemplar la propia acción colectiva de los pobladores. Si bien el sufrimiento de los primeros días debió recuperarse en medio de la solidaridad mutua, poco a poco las personas y familias de los sectores populares se han organizado y han asumido las tareas de la solidaridad bajo su administración en varios recintos, poblados y barrios urbanos afectados por el sismo. Ollas comunales, reparto de víveres, agua y otros bienes, ocupación de espacios para la vivienda temporal, cuidado y atención a los niños y niñas, asistencia primaria en la salud, vigilancia, trato directo a través de los dirigentes o representantes con las autoridades públicas, etc., dan cuenta de cómo esos ciudadanos han asumido su propia responsabilidad con el presente y el futuro. Se han puesto a caminar, impulsados por su emprendimiento y energía.

En Manabí y Esmeraldas, las provincias más golpeadas, hoy, como en otras oportunidades del pasado, cuando se produjeron destrucciones devastadoras causadas por fenómenos de la naturaleza, sus pobladores, con el apoyo y aliento del resto del país, toman la fuerza necesaria para superar lo ocurrido y continuar la construcción de su propio futuro. Es una fuerza humana digna de ser resaltada y que nos enorgullece.

Como se trata de un momento excepcional y urgente en la historia inmediata, desde el Estado evidentemente debían tomarse medidas que, en medio de las dificultades económicas que venían desde 2015, tienen sus lógicas y razones. Pero en medio de la tragedia se han despertado los posicionamientos políticos y no han faltado quienes desde la oposición han procurado encender los ánimos.

Algún candidato propone un proyecto de ley que se resume en quitar impuestos y aprovecha para cuestionar el de las rentas. Es la típica visión histórica que la oligarquía ha mantenido sobre el tema. Contrariamente, la coyuntura bien podría servir para radicalizar la redistribución de la riqueza, reforzar los impuestos directos y, ante todo, el de rentas sobre la reducida élite rica del país, e incluso para promover el sector de economía social y solidaria, aún poco atendido. (O)

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