Conocí a Pedro Jorge Vera y a su esposa, la escritora Eugenia Viteri, por la lectura de sus obras. Había leído El anillo, de Eugenia; y Los animales puros, de Pedro Jorge, antes de radicarme en Guayaquil. Posteriormente, cuando con mi esposo Juan Hadatty tuvimos el Café Galería 78, Pedro nos visitó. A través de la vida he seguido la trayectoria de ambos intelectuales, unidos por el amor y, como dice Eugenia, de sus existencias ligadas de todos los modos. En años posteriores la vida nos acercó con lazos familiares y de amistad.
Se conmemora un siglo del nacimiento de Pedro Jorge. En bella edición a cargo de Miguel Mora se han recopilado 16 ensayos de connotados autores que, desde diferentes perspectivas, analizan la obra del escritor. Tanto en ellas como en Conversaciones con Galo Mora, el acercamiento a Pedro permite concluir que la suya fue una vida plena en la que se aunaron sus grandes amores: la libertad y la literatura. Hay coherencia entre vida y obra que refleja, tanto en su creación literaria como en la periodística, la adhesión temprana a las mejores causas humanas; desde la República Española hasta la Revolución Cubana, incluyendo la lucha contra las dictaduras que asolaron por largo tiempo las repúblicas latinoamericanas y también la nuestra.
Pedro Jorge Vera fue no solo testigo de la época que le tocó vivir, sino protagonista activo de hechos que se dieron en los ámbitos culturales y políticos. En su diálogo con Galo Mora se destaca la inquietud por los destinos patrios en días aciagos en los que Ecuador perdió un tercio de su territorio. La participación en la Gloriosa y en la Asamblea de 1944 constituyen su bautismo político del que sale derrotado, igual que la esperanza nacional, por la traición a los postulados revolucionarios, quizá sobredimensionados para la época, considerando que se emergía de la II Guerra Mundial y que en poco tiempo el contexto internacional cambió, iniciándose la lucha, caliente y fría, contra el mundo socialista. Junto a otros intelectuales y políticos sufrió persecuciones y exilios. A partir de 1959, el triunfo de la Revolución Cubana tuvo a Vera entre sus primeros y más entusiastas seguidores, posición que mantuvo hasta el final.
Miembro de la segunda generación del Grupo de Guayaquil, como se lo considera, junto al lojano Ángel F. Rojas y el esmeraldeño Adalberto Ortiz, Pedro Jorge mantuvo estrecha relación con los ‘padres, hermanos’, como los llamó en bello poema; su amistad -casi familiar- con José de la Cuadra; con Joaquín Gallegos, Demetrio Aguilera y Alfredo Pareja se mantuvo a lo largo de su vida. Igualmente con el mentor del movimiento cultural ecuatoriano de esa época, Benjamín Carrión; con el escritor Jorge Enrique Adoum y el artista Oswaldo Guayasamín. Su actividad literaria y política le permitió conocer a los más destacados intelectuales latinoamericanos, que lo tuvieron en muy alta estima.
Con estas publicaciones, excelentes en su presentación y contenido, Eugenia y sus hijos han honrado su memoria ejemplar, al cumplirse el primer siglo de su fecunda vida.