El general retirado Paco Moncayo es protagonista estrella de candentes libros publicados en años recientes, tales como Golpe de Estado (Predicciones, Guayaquil 1998) del expresidente Abdalá Bucaram); La Presidenta, de Rosalía Arteaga, en el mismo año; El Golpe (Edino, Guayaquil 2005) del expresidente Lucio Gutiérrez; Narcos, banqueros y criminales, del periodista español Juan Salinas (Editorial Punto de Encuentro, Buenos Aires 2006).
Todas estas obras abundan en detalles relacionados con el rol conspirativo y golpista de Paco Moncayo, con inclusión de encantadoras anécdotas como la siguiente: el 4 de febrero de 1997 se llevó a cabo un almuerzo en la Base Naval de Guayaquil, en homenaje del presidente Abdalá Bucaram, con motivo de su cumpleaños, ocasión en la que estuvieron presentes los miembros del gabinete ministerial y todos los comandantes militares y policiales, encabezados por Paco Moncayo, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, designado para tal cargo por Bucaram.
El general estaba alegre y dicharachero, cantando a todo pulmón el ‘japiverde’ en homenaje del cumpleañero. Dos días después, el 6 de febrero, dirigía la orquesta golpista que derrocó a Bucaram. Previamente hubo un ligero acuerdo entre el presidente y Moncayo para que la vicepresidenta Rosalía Arteaga ocupara interinamente la presidencia. Ella lo tomó tan en serio que dictó su primer y único decreto nombrando algunos ministros, pero pocas horas después los golpistas le propinaban tremendo puntapié, pues en el Congreso se había cocinado un pastel que se dividieron entre el Partido Social Cristiano, la Democracia Popular, la Izquierda Democrática, el MPD y el FRA, designando “presidente interino“ a Fabián Alarcón Rivera, presidente de esa cosa nauseabunda que se llamaba Congreso Nacional.
En realidad, en tres días hubo tres golpes de Estado y no solo uno: el derrocamiento de Bucaram, el derrocamiento de Rosalía Arteaga y el derrocamiento de la Constitución, que exigía un juicio previo para destituir a un mandatario, lo que no fue obstáculo para que 44 diputados oficiaran alegremente de siquiatras declarándole a Bucaram “incapacitado mentalmente”, sin siquiera un miserable certificado médico. Y de paso instalándolo “al Fabiolo” como presidente interino, figura jurídica que no existía en la Constitución.
Quien manejó los hilos de este triple golpe de Estado, ocurrido entre el 6 y el 8 de febrero, fue Paco Moncayo, con el antecedente de que el embajador norteamericano Leslie Alexander, poco antes, lanzó la consigna respectiva mediante un discurso anti Bucaram pronunciado abiertamente en la ciudad de Cuenca y recogida por todos los medios. A partir de esa fecha se iniciaría uno de los capítulos más vergonzosos de la historia nacional, en la que la partidocracia y los altos mandos militares arrastraron la bandera nacional y la democracia por las patas de los caballos. Alarcón fue después a dar con sus huesos en la cárcel mientras su ministro de Gobierno, César Verduga, huía a México cargando la acusación de millones de dólares despilfarrados en “gastos reservados”.
De todo esto y de mucho más se puede informar el lector si acude a esos libros, que debe conocerlos muy bien el historiador Enrique Ayala Mora, distinguido acólito de Paco Moncayo, el novísimo candidato presidencial. Claro, no faltarán sesudos periodistas que digan que en esos libros sus autores respiran por la herida, lo que en parte es cierto, pero allí están consignados hechos, nombres, fechas que documentan tales fechorías.
Además Juan Salinas es un periodista serio y ajeno a la política ecuatoriana, pero que hace una investigación tan vasta y profunda que uno se asombra de la desvergüenza de los golpistas, hoy sacramentados por los grandes medios en calidad de abanderados de la democracia. Con el añadido de que en su libro Narcos, Banqueros y Criminales, Juan Salinas nos revela los turbios nexos entre Paco Moncayo y el Banco Pichincha, del cual por aquellos días era uno de sus directores. (O)