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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Mirar hacia adelante

06 de abril de 2017

Ha terminado finalmente la campaña electoral y se ha proclamado al binomio vencedor en esta contienda cívica, formado por el licenciado Lenín Moreno Garcés y el ingeniero Jorge Glas Espinel, quienes serán, a partir del 24 de mayo próximo, los nuevos Presidente y Vicepresidente de la República.

Ha sido una durísima campaña, en la que han menudeado las acusaciones falsas, las ofensas e incluso las calumnias, al calor de un ambiente crispado por la pasión política. También ha contribuido a ese ambiente el uso irresponsable y audaz de las redes sociales, que algunos se han esforzado en convertir en un estercolero.

Pero todo eso ha terminado finalmente y el país se empeña en retomar su tranquila vida cotidiana, aunque conspiran contra ello el candidato derrotado y su pequeña hueste de fieles, que batallan contra la verdad y la lógica electoral con tal de continuar su griterío y acusar a otros de su derrota.

Como parte de su estrategia de combate, que parece haber sido diseñada en otro país, ellos buscaron posicionar desde el inicio, como eje central de su campaña, la acusación de que el Gobierno había montado un fraude electoral para perjudicarlos. Y a esa estrategia sumaron tácticas de agitación y provocación encaminadas a minar la autoridad pública, imponer sus puntos de vista y, en caso de ser vencidos, empujar un golpe de Estado.

Así se desarrolló la primera vuelta, en la que la tan denostada autoridad electoral actuó con la mayor transparencia, al punto que les reconoció a ellos el derecho a pasar a una segunda vuelta. Ahora, derrotados en el balotaje, se empeñan en calentar las calles y promover eso que en Venezuela llaman una ‘guarimba’, ayudados por agitadores venezolanos traídos expresamente para ello. No es difícil concluir que lo que buscan estos malos perdedores es anarquizar el país y, si fuera posible, provocar un golpe de Estado.

Por suerte, el Ecuador de hoy es un país con profunda convicción democrática, en el que la inmensa mayoría de sus habitantes entiende que una competencia electoral tiene siempre vencedores y vencidos, y que, concluida ella, es hora de volver a vivir en paz y sin sobresaltos.

La otra ventaja de esta hora es el buen talante espiritual del Presidente electo, que sin duda contribuirá a calmar los ánimos crispados de algunos actores políticos. Hombre calmo y de buen humor, además de ser un líder de gran sensibilidad social, Lenín Moreno ha ofrecido gobernar para todos los ecuatorianos y ha mostrado su indeclinable vocación por el diálogo con todas las fuerzas políticas y sociales.

Ese es un buen augurio para Ecuador, un país que en la última década ha realizado un gran esfuerzo de desarrollo social y ha creado una formidable infraestructura para emprender el cambio de su matriz productiva, pero que todavía está afectado por graves inequidades y factores de atraso económico.

Por eso, para continuar con el esfuerzo de desarrollo iniciado por la Revolución Ciudadana bajo la mano maestra del presidente Rafael Correa, necesitamos paz, orden y reconciliación nacional, ahora bajo la sabia conducción del presidente Lenín Moreno. (O)

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