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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

La (i)responsabilidad intelectual del expresidente Osvaldo Hurtado

06 de marzo de 2016

Cuando un exmandatario sale a hablar -dentro de cierta tradición liberal y occidental- se espera una cierta solvencia intelectual para generar una reflexión o un debate denso, complejo, sustancioso, que llegue a ser iluminador. Claro, eso ocurre también cuando -si es en una entrevista- el interlocutor facilita esa exposición para entender su pensamiento. Si no, como ocurrió esta semana, solo constituye un acolite.

Lastimosamente, en Ecuador no podemos presumir de que nuestros expresidentes posean una solvencia intelectual envidiable. A excepción de Rodrigo Borja, quien es quizá el que mejor brilla en este campo. Se podrá estar o no de acuerdo con él, pero se debe reconocer su rigor intelectual, el compromiso con la investigación y la escritura.

Por tanto, poco trabajo tiene la academia para indagar en la obra de nuestros expresidentes. Y eso quizá también ayude a entender por qué hasta ahora hemos tenido cierta clase de gobiernos y unas administraciones con poca lucidez, aunque por ciertos ministerios pasaron algunos intelectuales que ahora brillan en la oposición.

Nadie duda de que nuestro expresidente demócrata cristiano Osvaldo Hurtado es un intelectual: ha escrito libros, tiene lecturas y ha demostrado en diversidad de ocasiones su postura ideológica desde principios y pensamientos definidos. Aunque, quizá por la edad y el poco protagonismo político tras la derrota electoral de su última participación en comicios presidenciales (en 2002 con el 1% de los votos), ahora sea menos intenso y activo.

Tampoco nadie duda o sospecha que desde esa postura ideológica el socialismo o la izquierda sean para él una mala palabra o un estigma. Aunque, de todas maneras, habría que pedirle a él mismo -y más a sus admiradores periodistas- revisar lo que escribió en su libro El poder político en Ecuador. En particular sobre los conceptos que maneja sobre el socialismo y las izquierdas en su primera edición y en la última. Con solo leer bastaría para medir la responsabilidad intelectual de Hurtado y entender algunas de las ideas que otro intelectual, de mucho mayor reconocimiento, dice al respecto.

El filósofo francés Gilles Lipovetsky, le dijo hace pocos días a la revista Semana: “Si la vida intelectual es para concluir que vamos hacia la catástrofe, pues no tenemos solución. Y si es para llenarnos de ilusiones, pues tampoco tendría sentido... Un intelectual no es un publicista, hay que navegar entre los dos puntos, y eso significa mostrar las fuerzas y las debilidades; los matices. En pocas palabras: la acción debe ser optimista, aunque la situación sea pesimista”.

Si nos apegamos a estas palabras (nadie diría que Lipovetsky sea ‘correísta’, ‘chavista’ o comunista) hay una enorme irresponsabilidad de nuestro expresidente cuando sale al foro público a soltar una serie de acusaciones, adjetivos, datos sin probar y una catarata de calificativos que desdicen de su conducta intelectual. Se olvida de aquello que pregona y de lo que se ufana.

Es difícil entender que un intelectual diga que Rafael Correa le ha quitado a todo el país el derecho a expresarse y a protestar mientras él mismo habla en un canal sin restricción alguna. Igualmente ha dicho que el actual Gobierno le ha robado a los ciudadanos sus tributos al llevarse el dinero público, cuando la historia está escrita y no hay cómo contradecirla al respecto de la llamada sucretización de la deuda privada con dinero del pueblo ecuatoriano, ocurrida durante su administración presidencial y que le ha marcado para siempre.

Pero lo que sí sorprende es que un intelectual de su edad y trayectoria califique a las nuevas generaciones de ‘jóvenes anticuados’. Hay intelectuales mucho más ‘juveniles’ con más de noventa años que jamás dirían algo así, como por ejemplo Zygmunt Bauman, un sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío nacido en 1925 que sigue produciendo obras frescas con un gran rigor intelectual.

Al parecer, votar por la izquierda es un acto de viejos o de juventudes descarriadas. Hurtado maneja cifras y sabe de estadísticas. Por lo mismo, le bastaría con revisar los números y las encuestas, los datos históricos de los nueve últimos resultados electorales y analizar el ‘comportamiento etario’ de los votantes. Bajo esa premisa bien podría reeditar su libro clásico y también escribir otro más voluminoso para que las nuevas generaciones entiendan a nuestro país.

Si la crítica situación económica que atraviesa el mundo requiere de lúcidos intelectuales para afrontar los retos y desafíos, lo que tenemos en boca de Hurtado es muy precario. De Jaime Nebot (que no se precia de intelectual ni ha escrito libros) se han escuchado razonamientos mucho más lúcidos e interesantes, quizá por ser un pragmático y un político empírico.

A Hurtado solo le resuenan las cuentas de quienes dialogan con él y los lugares comunes que todo intelectual rechaza. Por eso resulta pertinente recordar lo dicho por Lipovetsky la semana pasada, en Colombia, en el foro ‘La estupidez, una reflexión urgente’: “Ahora necesitamos la escuela más que nunca. Considero discursos estúpidos los que convierten una parte en el todo. La estupidez en este caso es la ausencia del matiz: querer radicalizar las cosas en un mundo complejo. No me interesa la estupidez en sí, sino los discursos estúpidos, falsos e ignorantes ante los hechos”. (O)

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