La rica personalidad de Federico González Suárez está llena de variadas facetas: historiador, arqueólogo, religioso, político, educador y escritor, pero destaca entre todas ellas su condición de patriota.
Él nació y vivió en un tiempo de graves conflictos políticos y guerras civiles. Fue así que conoció la tiranía garciana, cruel pero ilustrada y empeñosa por el progreso nacional. Conoció luego el “Progresismo”, una suerte de garcianismo moderado, que buscó abrir el juego político electoral. Y conoció finalmente la formidable tromba de la revolución alfarista, que reformó profundamente al país y cuestionó la actividad política de la Iglesia.
Ello dio lugar a una intermitente guerra civil, sostenida por los terratenientes conservadores y promovida por obispos y curas, que llamaron a una “Guerra Santa” contra el alfarismo. A ella se sumó el obispo de Pasto, Ezequiel Moreno Díaz, que montó ejércitos de pastusos fanáticos con los que invadió una y otra vez al Ecuador, en busca de derrocar a Alfaro.
González Suárez, entonces obispo de Ibarra, prohibió a sus curas y feligreses que colaboraran con los invasores, proclamando: “Cooperar de un modo o de otro a la invasión colombiana, sería un crimen de lesa Patria.”
Otra notable expresión de patriotismo fue esa sublime oración escrita en 1910, ante la amenaza de una guerra con el Perú. Pese a ser hombre de paz dijo entonces: “Si ha llegado la hora de que el Ecuador desaparezca, que desaparezca, pero no enredado en los hilos de la diplomacia, sino en los campos del honor, al aire libre y con el arma al brazo. No lo arrastrará a la guerra la codicia, sino el honor.”
Sin embargo, quizá su mayor prueba de patriotismo fue haber impulsado, en 1909, la creación de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, para promover en el país una historia científica. Esa entidad fue reconocida por el Congreso Nacional, en 1920, como “Academia Nacional de Historia” y hasta hoy sigue empeñada en el rescate y promoción de la memoria histórica nacional. (O) et