El 11 de mayo de 2017 el historiador Juan Carlos Morales publicó el artículo “La Leyenda del Judío Errante” en las páginas de El Telégrafo. No es mi intención polemizar con el tono y con el contenido de dicho texto que resume una visión prejuiciosa y estereotipada sobre la presencia judía en el Ecuador.
Por el contrario, y a partir de una investigación desarrollada entre 2015 y 2016 gracias al apoyo de la Academia Nacional de Historia, deseo remarcar las enormes aportaciones realizadas al Ecuador por esta comunidad en los terrenos científico, académico, cultural y artístico, en momentos en que la tragedia del totalitarismo, la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, el Holocausto se abatían sobre la sociedad europea, y el Ecuador aparecía en el mapa como uno de los pocos países dispuestos a dar asilo a los judíos perseguidos.
Durante la primera presidencia de Velasco Ibarra, entre 1934 y 1935, el Ecuador hizo un llamado a los científicos y técnicos judíos que habían perdido sus empleos en Alemania. Fue el caso de un grupo de geólogos convocado por la Escuela Politécnica del Ejército y conformado por Ernst Grossmann, Hans Sober, Walther Sauer y Friedrich Hahn. Sauer publicó en 1965 la que posiblemente sea su obra más conocida e influyente, Geología del Ecuador, editada por el Ministerio de Educación. Asimismo, arribó a a Ecuador un destacado grupo de agrónomos, como fue el caso de Víctor Josef Beykovsky, cuya familia pereció casi entera en distintos campos de exterminio durante la guerra.
El país se nutrió también de ingenieros expertos en mecánica y electricidad, cuya principal contribución se realizaría en torno a la formación y educación del ejército ecuatoriano. Fueron, puntualmente, los casos de Ivan Mano Dory y de Max Forter, quien escribió un Tratado de transformadores, editado por la Universidad Politécnica en 1936, entidad de la que también sería director del área de electrotecnia. Por su parte, el vienés Walter Soyka desarrolló la investigación y la industria química en Ecuador con una clara finalidad agrícola.
La inmigración judía de estos años también se destacó por la presencia de médicos e investigadores en medicina que, en algunos, habían sido tratados en sus países de origen como verdaderas eminencias. El ruso Isidor Kaplan se especializó en los usos curativos e investigativos de la energía nuclear y fue uno de los primeros radiólogos en Ecuador. El austríaco Waldemar Unger inició el psicoanálisis freudiano y, como médico, era especialista en el tratamiento de algunas enfermedades endémicas como la tifoidea y la poliomielitis. El checo Franz Breth era especialista en rayos X y en la rehabilitación médica a través de la terapia física. Finalmente, el húngaro Geza Fisch fue uno de los primeros pediatras en Ecuador, con amplio reconocimiento público y profesional, y se desempeñaría como el médico personal del presidente Galo Plaza Lasso.
Sin duda, uno de los casos más trágicos fue el de Julius Zanders, uno de los veterinarios con más reconocimiento en Alemania en los treinta. En 1938 fue víctima de la Noche de los Cristales Rotos y luego fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde fue torturado durante un mes y medio. A su llegada a Ecuador se especializó en distintas técnicas de agricultura, fecundación y crianza de animales, y fue uno de los iniciadores de la disciplina veterinaria en la Universidad Central. Un caso similar fue el del veterinario Karl Katz: luego de producida la anexión de Austria a Alemania, en junio de 1938 fue detenido por la Gestapo y estuvo en prisión varios meses. Una vez en Ecuador colaboró para la Secretaría de Agricultura y dio clases en la Universidad Central.
Un selecto grupo de arquitectos e ingenieros judíos, formados en las mejores academias de Europa, modernizó a las ciudades de Quito, Cuenca y Guayaquil, a la vez que se preocupó por conservar su patrimonio histórico y cultural. Karl Kohn diseñó varios edificios públicos y se destacó como dibujante y artista: ganó certámenes internacionales y fue uno de los fundadores de la Escuela de Bellas Artes de Quito y, a partir de su creación en 1946, de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central. Oscar Etwanik diseñó los planos originales de lo que se conoce como el Estadio Olímpico Atahualpa. Otros arquitectos de renombre en esta etapa en Ecuador fueron Otto Glass Pick y Otto Kohn, hermano de Karl y establecido por un tiempo en Cuenca.
Llegaron también especialistas en economía, sociología, contabilidad y estadística, como fueron los casos del checoeslovaco Pavel Herrnheiser y del italiano Carlos Procaccia. Herrnheiser diseñó el sistema previsional y de seguridad social en su país de origen y contribuyó a su puesta en marcha en Ecuador, pero también en Estados Unidos, México y varios países europeos, además de contribuir al armado de la Organización Internacional del Trabajo. En tanto que el segundo fue Director General de Estadística y Censos del Banco Central del Ecuador.
Uno de los casos más notables fue el del periodista Benjamín “Benno” Weiser, probablemente, el primer inmigrante de origen judío en ocupar un lugar de plena visibilidad en la arena pública nacional a partir de sus señalamientos y denuncias de las relaciones del gobierno ecuatoriano con el nazismo alemán. El abogado Wenzel Goldbaum, profesor de derecho en la Universidad Central, fue el principal experto en la época en derechos de autor, con obras publicadas y reconocidas a nivel internacional. Finalmente, otro de los ejemplos notables de la época fue el del austríaco Paul Engel, uno de los mayores expertos en el país en bioquímica, biología, ginecología, farmacología y fundador de los estudios sobre endocrinología en Ecuador quien, bajo el seudónimo de “Diego Viga”, se convertiría además en uno de los principales escritores del Ecuador de la segunda mitad del siglo XX.
Hubo artistas destacados también como Carl Loewenberg, uno de los directores teatrales más prestigiosos y reconocidos de la escena ecuatoriana del siglo XX, fundador de la renombrada Kammerspiele, o Teatro de Cámara de Quito, y como Hans Michaelson, quien en 1937 fue incluido dentro de la muestra propagandística conocida como “Arte Degenerado”, organizada desde el gobierno de Hitler, y que en Ecuador fue maestro de Enrique Tábara y Ana Von Buchwald, entre otros.
En este breve resumen, no podemos dejar de mencionar a dos mujeres de especial relevancia para los estudios antropológicos, arqueológicos e históricos del Ecuador: Olga Fisch y Costanza di Capua. Así como tampoco podemos olvidar la enorme aportación realizada por los judíos italianos Alberto di Capua, Aldo Muggia y Carlos A. Ottolenghi, quienes junto a una veintena de científicos judíos, montaron la empresa farmacéutica LIFE que hasta los años sesenta llegó a abastecer con medicamentos fabricados en Ecuador a cerca de diez países latinoamericanos.
Como podemos apreciar a partir de estos pocos nombres, es imposible comprender al Ecuador de los siglos XX y XXI si no tenemos en cuenta a un grupo fundamental de hombres y mujeres de la ciencia, la cultura y el arte que transformaron para siempre al país, y que impulsaron la modernización, el cosmopolitismo, nuevos marcos de convivencia y, sobre todo, el diálogo enriquecedor a partir de la aceptación del “otro”. De ahí la necesidad de narrar la historia y de apelar a la memoria social, sin ninguna clase de estereotipos y mucho menos de prejuicios. (O)