El correazo dado por José Hernández a Alberto Acosta en su blog hizo mella en algunas de las figuras de la que ahora se denomina ‘izquierda moderna’. Claro, esa denominación no es autoimpuesta por los supuestos izquierdosos modernos sino por los liberales de derecha (el mismo Hernández y el entrevistador empleado de un banquero al que van ahora como si fuesen a confesarse). ¿Qué es la izquierda moderna? ¿La que no hace revoluciones y solo brinda por el desarrollo del capitalismo ‘moderno’? ¿Esa ‘izquierda’ que ahora, por fin, ha entendido que el socialismo es simple utopía y que el verdadero sistema de libertades y derechos plenos es el capitalismo enarbolado por la socialdemocracia, socialcristianismo y la democracia cristiana que se pintan de nueva izquierda?
Empezando por Paúl Carrasco y pasando por María Paula Romo ahora explican sus ‘arrepentimientos’, errores y hasta culpas por haber participado en la Revolución Ciudadana. Van a las entrevistas de sus antiguos ‘adversarios’ político-mediáticos como si fuesen a la peregrinación de Semana Santa, sin capuchas, pero con harto azote. Y en sus blogs y declaraciones formales de sus organizaciones hacen un recuento de lo bueno y de lo malo que hicieron cuando militaron en las ‘filas oficialistas’. Incluso, a modo de soberanía política, como lo dijo en una radio Gustavo Larrea, solo hasta cuando ellos estuvieron se hicieron bien las cosas (¿Cuáles? ¿Cuántas?). Allí, además, señalan todos los males que habrían advertido, dentro y fuera del buró, pero que no habrían sido escuchados (¿Pruebas?).
¿Nunca tomaron una decisión por su cuenta? ¿Levantaron la mano para votar sin ninguna reflexión crítica? ¿Se fueron solo porque no estaban de acuerdo o como el caso de César Rodríguez porque no recibió el beneplácito para ser presidente de la Asamblea Nacional como fue su deseo más frenético cuando renunció Alberto Acosta en Montecristi? ¿Fueron tan mal tratados como esas personas violentadas por sus parejas que se pasan la vida bajo ese tormento y adoran a su maltratador?
A pesar de las puntualizaciones de Hernández (todas ellas dichas ya hace mucho tiempo en sus columnas de la revista Vanguardia, sin más renovación que un ligero espesamiento de su prosa), los señalados quisieran lavar sus ‘culpas’ para cuando llegue la hora de elaborar listas y proponer candidaturas. Así, su CV estará limpio y su conciencia tranquila. Ahora les atormenta esa reprimenda, les desvela y coloca en la realidad de haber sido parte del ‘peor sistema político de todos los tiempos’.
Se arrepienten de haber hecho la Constitución de Montecristi. Eso es todo. Y entre ellos hay un exsocialista histórico que cuando fue asambleísta con Osvaldo Hurtado no se arrepintió de haber formulado el sistema económico más neoliberal consagrado en una Carta Política y ahora convoca a una Constituyente de ‘consenso’, unitaria, donde quepan las derechas y las izquierdas en el abrazo más diverso, plural, multicultural y sin mácula ideológica, porque parecería que tener ideologías es el mayor pecado capital y eso no va con una ‘izquierda moderna’.
