Creíamos que la censura y la prohibición -en el arte- eran parte del pasado. Pero no, la censura reaparece cada vez que alguien se atreve a cuestionar el poder y más aún el poder religioso. Inmediatamente aparecen ofendidas señoras, caballeros ilustres y la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Un comunicado basta para que las autoridades municipales ordenen el retiro del mural, bajo el pretexto -en este caso- de que no tienen permiso para intervenir una pared patrimonial. Sin chistar, obedecen y censuran.
Apenas si en las redes sociales, la Nela y otras mujeres compartían la invitación para la apertura de la exposición La intimidad es política. Pocas personas asistieron al Centro Cultural Metropolitano. Y de pronto, se emite el comunicado de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y todo cambia. El secretario de Cultura, Pablo Corral, en rueda de prensa anuncia: "El Municipio de Quito, siguiendo las disposiciones del Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), resolvió que el mural no se podrá ver mientras no sea reubicado.
La resolución se tomó, según las explicaciones del Municipio, porque el IMP no autorizó la intervención de un bien patrimonial". Sin perder un minuto, las redes sociales se llenan de las fotografías del mural ‘Milagroso altar blasfemo’, realizado por el colectivo boliviano Mujeres Creando. Y las visitas al Centro Cultural se multiplican, pero el acceso a la terraza está cerrado y no se puede llegar hasta la pared, justo la que da a la iglesia de La Compañía. "No es censura, estamos reubicándolo en el interior a través de una reproducción fotográfica", proclaman las autoridades.
Y no solo eso, sino que uno de los concejales -el mismo que defiende la tortura y muerte de los animales en las plazas de toros- pide que el Alcalde envíe una carta de disculpas a la Conferencia Episcopal y, además, que se despida a la directora del Centro Cultural Metropolitano, Pilar Estrada. En verdad, es el concejal de SUMA quien debería renunciar porque incumplió, como otros concejales y el propio Alcalde, la decisión soberana del pueblo de Quito de eliminar las corridas de toros.
¿Pero qué es lo que tanto indigna a los sumos sacerdotes, fieles, concejales y al Secretario de Cultura? La intimidad es política es una muestra en la cual 17 colectivos de distintos países nos presentan -desde una mirada crítica- temas actuales vinculados con el poder y la diversidad; género, femicidio, homosexualidad, acoso sexual, discriminación y violencia.
Pero el que ha causado ‘indignación’ en cierto sector de la franciscana, curuchupa y pacata ciudad, es el ‘Milagroso altar blasfemo’, un mural en el cual -como dice Ana Rosa Valdés- el colectivo Mujeres Creando se apropia de símbolos culturales del catolicismo para interpelar críticamente el legado colonial del patriarcado. El ‘altar’ propone una nueva simbología que incluye a la Santísima Virgen ni hombre ni mujer; la Virgen de los Ovarios que protege los abortos; la Dolorosa que llora por las asesinadas; y muestra a un Cristo de rodillas, atado a la cúpula de una iglesia por el miembro viril. En una administración municipal caracterizada por la ineptitud, no debería sorprendernos estas actitudes prohibitivas, sin embargo, ya es hora de terminar con esa pacatería que pretende encerrarnos en un convento, ajenos al mundo y de espaldas a la contemporaneidad.
En el Municipio -como tampoco en el Gobierno- no existen políticas públicas para la cultura; todo -bueno, casi todo- es espectáculo y show. Siguen creyendo en el facilismo de llenar las calles del Centro histórico con espectáculos -y la novelería- de luces francesas. A propósito, justo hace un año -el 6 de julio de 2016- el propio Concejo Municipal aprobó una resolución para garantizar los derechos culturales en la ciudad y encargó, en su única disposición general, de su implementación, seguimiento y evaluación a la Secretaría de Cultura. Sin embargo, nada se ha hecho por cumplir esa resolución.
No queda más que encomendarnos y rezar en el ‘Milagroso altar blasfemo’. (O)