El déficit de vivienda en Ecuador, no solo es un problema numérico sino de calidad
Los programas sociales de vivienda pública y hasta los privados están marcados en función de números, de cuántas soluciones habitacionales se construyen para las familias que las necesitan.
Sin embargo, las necesidades de las personas que no tienen casa propia, no solo radica en un techo que los cobije, sino en la ubicación, en la accesibilidad, la facilidad que tengan para adquirir alimentos, medicinas y, para aquellas familias con hijos, que los planteles educativos estén cerca.
En Ecuador hay un déficit aproximado de 500 mil viviendas, según Leopoldo Ocampo, presidente de la Cámara de la Industria de la Construcción.
Los planes de trabajo presentados por los candidatos presidenciales a las elecciones generales de 2021, han minimizado, dentro del aspecto social, el déficit habitacional, un problema que no es de ahora y que, en anteriores campañas electorales, los candidatos han aprovechado para hacer sus ofertas demagógicas.
En el Informe de Rendición de Cuentas del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) de 2019, se indica que la Misión Casa para Todos, proyecto social del actual Gobierno, en la Fase 1, entregó 25.260 viviendas con una inversión de $ 228 millones.
El presidente Lenín Moreno reconoció, el 4 de febrero de 2019, que debido a la situación económica que vivía el país, no podría cumplir su oferta de campaña de 325.000 viviendas.
“Tuvimos que reestructurar íntegramente el Plan Casa para Todos y muchos planes, porque teníamos que remediar lo económico, las consecuencias de un gasto dispendioso, deshonesto, excesivo, que estaba destinado únicamente al gasto público para poder enriquecerse y al despilfarro”, destacó el mandatario.
Según el Banco Mundial, en Latinoamérica dos de cada tres familias necesitan mejor vivienda, no una nueva.
Mientras que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en una publicación de mayo de 2019, indica que más de dos millones de hogares ecuatorianos sufren déficit habitacional, de los cuales, 1,2 millones se localiza en áreas urbanas (21% con déficit cualitativo) y 850.000 en áreas rurales (38% de déficit cualitativo).
Datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) señalan que el déficit habitacional cualitativo, que no es la necesidad de construir más viviendas sino de mejorar las condiciones habitacionales de las mismas, se ubica en el 75,5% a escala nacional. En el sector urbano es del 65,2% mientras que el sector rural de 95,3%.
Para el 2018, el INEC ubicó el déficit de vivienda cuantitativa en el 12,4% a escala nacional.
El artículo 30 de la Constitución de la República señala que las personas tienen derecho a una vivienda adecuada y digna, con independencia de su situación social y económica. Sin embargo, esto no se cumple.
Generación de comunidades
Para el arquitecto John Dunn, docente de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), el problema de la vivienda y la situación de cómo se enfrenta en tiempos de elecciones siempre tiende a verse afectado por la demagogia del momento electoral.
Para él, en Ecuador el tema del déficit de la vivienda se maneja mal, ya que se tiene una visión muy numérica todavía de la situación.
Es decir que se cuantifica el número de viviendas que se deben construir en un determinado lugar, pero “nunca se pone eso en contexto, es decir cómo deben hacerse esas viviendas, en dónde, y a veces simplemente por tratar de alcanzar un número determinado de viviendas se corre el riesgo de que la misma calidad de habitabilidad de esa vivienda se vea desmerecida y desmejorada”.
Dunn dice que siendo así, lo que se ofrece es una casa para una familia o “estamos ofreciendo un techo y un galpón chiquito para meter ahí a 4 o 5 personas con las desavenencias que eso pueda implicar; hay mucho de eso en esta época lamentablemente (…) Debería pensarse es en la generación de comunidades tanto en espacios construidos y existentes como en nuevos espacios”.
Aclara que no se trata simplemente de tener una casa, sino que en esta se pueda vivir bien, en donde los hijos puedan tener acceso a un buen sistema educativo, público o privado, o ambos, donde pueda tener disponibilidad de recursos para comprar la comida de todos los días, es decir, el problema de la vivienda debe ser entendido de una manera más compleja. Aquí todavía seguimos pensando que es un gran logro que de repente hagamos 100 mil casas al mes y eso no es verdad”.
El déficit de la vivienda -destaca- casi siempre también, desde el punto de vista de los arquitectos, se suele usar para decir que sí hay un estrato de trabajo todavía grande.
Créditos
Es una realidad la necesidad de tener casa propia y, en ese contexto, Dunn señala que el sector constructor, los arquitectos, se enfrentan a otra realidad que es que, quienes necesitan esas viviendas, no tienen acceso a planes de créditos reales para poder cubrir esa necesidad.
“Entonces el problema viene de una visión que creo que es antigua, caduca, y que suena lindo en la boca de los candidatos, pero que no tiene una concepción de lo que debería ser la vivienda”, resalta.
Asimismo, hace referencia a un proyecto habitacional que se desarrolló entre 1994 y 1995 en San Luis, Misuri, Estados Unidos. Se trata de Puitt-Igoe, que poco a poco fue decayendo por la pobreza, criminalidad y segregación. Ante esta situación, en 1972, el Gobierno Federal decidió demoler los edificios de vivienda.
Entonces el problema del déficit habitacional y esa mirada numérica es mundial. “Se han estudiado varios casos, en los cuales los proyectos se dedicaron simplemente a satisfacer las necesidades numéricas de unidades de vivienda y trajeron problemas terribles como delincuencia, incremento de violencia familiar, abuso a las mujeres, aumento de consumo de alcohol y de drogas”.
Planes que han fracasado
La problemática de Pruitt-Igoe es similar a lo que ocurrió con el plan habitacional Socio Vivienda, en Guayaquil, una obra del anterior Gobierno, en donde “solamente se construyeron casas de manera repetititva como si fuese un molde, pero nunca se complementó con diferentes usos de suelo. Entonces para poder comprar algo la gente tenía que salir de Socio Vivienda y cuando alguien quería poner un almacén en la ventana de la sala de su casa para satisfacer sus necesidades, se le decía que no. Qué pasó, eso se cocinó a fuego lento y la gente terminó expulsando a las autoridades de la Policía, eso es lo que normalmente se califica como una favela”, explica Dunn.
Precisa que la favela es no solamente un asentamiento urbano informal, sino un asentamiento urbano en donde el orden constituido no regula las cosas, sino que “poderes locales” son los que empiezan a regularlas ante la falta de entendimiento con las fuerzas de la ley y el orden.
El arquitecto añade que “todo lo que se ofrece en estos tiempos de campaña, más allá de las deficiencias que tenemos en general de toda la oferta electoral que hay sobre la papeleta, en este momento, es que no están viendo de manera profunda y real el problema, simplemente es un enunciado más por ganar simpatías de personas que están en necesidad de que se los atienda en serio y que no se los está atendiendo en serio”.
Oferta y demanda
La industria de la construcción ha sufrido una gran contracción sobre todo en el 2020, con los problemas de crisis económica y sanitaria, y un sector que palpa esa realidad es justamente este. La oferta privada sigue con planes habitacionales, pero la pública se ha estancado.
El titular de la Cámara de la Industria de la Construcción, Leopoldo Ocampo, dice que hay que motivar la demanda para que la oferta siga desarrollándose, pero en ese punto coincide con Dunn, en el difícil acceso a los créditos y “el entorpecimiento de los trámites burocráticos, muchas veces se demoran ocho meses o un año en aprobarlo (…) En muchas de las ocasiones la aprobación de los trámites se demora el mismo tiempo que alguien se demora en construir”.
A esto le añade la inestabilidad laboral, una de las causas para que las personas que necesitan vivienda no se atrevan a endeudarse, pues no saben si van a conservar su trabajo y poder pagar las cuotas crediticias.
“En función de ello estamos promulgando que la gente debe considerar, en una época difícil, que mucha de la población arrienda y estos arriendos oscilan entre 200 y 300 dólares, o más, al mes, pero con el crédito del Miduvi del 4,99% se puede equiparar a que, por el mismo valor, en vez de pagar arriendo, pueda pagar la cuota, pero por su casa propia, eso le da seguridad a la familia, y la familia es la base de toda sociedad”, destaca Ocampo.
Relación vivienda - ciudad
El socialista y politólogo Federico Engels, en 1872, atribuyó el problema de la “penuria de vivienda” al rápido proceso de industrialización en las ciudades europeas de la época.
Estableció que el problema de la vivienda era consustancial al modo de producción capitalista, que los capitalistas y el Estado burgués ni querían ni podían proporcionar a los trabajadores y al resto de capas oprimidas de la sociedad, una vivienda digna y asequible, y que bajo el capitalismo cualquier “solución” parcial no era más que un parche que volvía a reproducir el problema.
En ese sentido, el arquitecto Juan Carlos Bamba, docente de la Universidad Católica de Guayaquil, dice que el problema es cuantitativo y cualitativo, que no solo se trata de la cantidad de viviendas por habitantes en un tiempo relativo que cada vez se acelera más, porque “cada vez el crecimiento demográfico es mayor, pero sobre todo es un problema cualitativo”.
De allí que los arquitectos -menciona- a lo que nos dedicamos sobre todo -si bien una de las cosas que se desarrolló más en el siglo XX fue el cómo racionalizar, estandarizar y conseguir que las viviendas se hagan cada vez más rápido con mejores sistemas constructivos, de construir más rápido en altura (edificios)- lo más importante siempre ha sido la calidad. “El arquitecto siempre ha tenido que pensar en cómo hacer viviendas para tanta gente, pero con calidad tanto en espacios privados como comunitarios”.
“Como modelo de ciudad, como espacio doméstico, como hábitat de una familia, si esa vivienda sumada a muchas otras que se tienen que hacer por déficit de cantidad, como sumatoria dan una ciudad o un modelo de desarrollo urbano que no produce calidad de ciudad, porque no tiene espacios públicos, áreas verdes, no tiene infraestructura, no da accesibilidad, contamina muchísimo, al final es insostenible”, explica.
Bamba enfatiza en que “personalmente creo que hay algo de lo que hace mucho tiempo, muchos autores están hablando, y es que no se trata de un problema de la vivienda sino de un problema de ciudad, o sea, la vivienda y la ciudad están totalmente conectadas, una buena vivienda genera una buena ciudad y viceversa”.
Pone como ejemplo, de que si se construyen casas en un lugar apartado, se resuelve un problema en número, pero a esas personas que van a vivir a esas soluciones habitacionales se les generan otros problemas como no tener acceso a servicios de sanidad, educación, no hay áreas verdes...
Ese modelo de desarrollo de hacer muchas viviendas pequeñitas -destaca-, aisladas en horizontal, genera un problema ambiental, porque se necesita mucha superficie para construir viviendas y cuanta más superficie consumimos, más destruimos el medio ambiente, cuanto más se dispersa la ciudad, más destruimos el territorio.
“Lo ideal sería hacer vivienda, pero tratando de concentrar que estén próximas a transporte, servicios. Lo que me parece más adecuado es rehabilitar viviendas que están en mal estado; hay un montón de edificios abandonados en los centros históricos , en el caso de Guayaquil es clarísimo; hay viviendas vacías y en mal estado que hizo el Banco Ecuatoriano de la Vivienda (BEV) que se las podría recuperar, porque son viviendas que estructuralmente están bien, pero son obsoletas porque tienen entre 50 o 60 años”, detalla.
Asimismo, indica que es importante que haya planes y que se vea cómo va a ser la administración y gestión de esas viviendas en el tiempo, “es decir, llega un Gobierno construye viviendas se las entrega a los habitantes y se desentiende totalmente de ellas y ya no administra las áreas verdes ni nada, eso ha pasado con muchos de los programas del IESS y los habitantes no eran capaces de administrar y mantener esas viviendas porque eran muy grandes esas áreas verdes…”.
Añade que la vivienda y la ciudad están hiperconectadas y que no solo es un problema de vivienda sino de cómo esta construye ciudad buena o mala. “Defiendo la vivienda colectiva donde pueda haber aprovechamiento y colaboración entre la gente de la comunidad, pero para eso hay todo un trabajo de que la gente aprenda a convivir”. (I)