Oswaldo Muñoz Mariño enlazó la mano con el ojo, eludiendo el cerebro
El legado pictórico del acuarelista Oswaldo Muñoz Mariño, quien falleció el 20 de febrero de 2016, es recordado en la exposición colectiva Memorias, la cual fue abierta al público el anterior jueves en el Museo de Acuarela y Dibujo Muñoz Mariño, ubicado en las calles Junín E2-27 y Almeida, en el tradicional barrio San Marcos, en Quito.
Las obras de sus colegas Xavier León, Diego Cornejo Menacho, Hernán Jara, Carlos Veloz, Héctor Cháves, Jhenry Reinoso y del mexicano Vicente Guzmán son exhibidas como homenaje al artista riobambeño que obtuvo el Premio Nacional Eugenio Espejo, en 1999, y recibió el reconocimiento de Orden Mexicana del Águila Azteca, en 2014.
El hombre y artista que miró el mundo con transparencia
La tarde de la apertura de la muestra, decenas de amigos y familiares de quien fue designado por la Unesco como cronista plástico de las ciudades Patrimonio de la Humanidad, se dieron cita en el único museo dedicado a la acuarela y al dibujo del país, que permaneció temporalmente cerrado desde 2015, durante 17 meses.
Entre los asistentes estuvieron los escritores Marco Antonio Rodríguez y Diego Cornejo Menacho, quien participa en la exposición con una serie de dibujos en acuarela en la que destaca el retrato ‘Marcelo Chiriboga’, de 2013. También llegó desde Europa su hija, la artista plástica María Rosa Muñoz.
“Debo felicitar la tenacidad de Cristina Checa de Muñoz, viuda de Oswaldo, por mantener abiertas las puertas de este espacio a pesar de la desestima cultural de las autoridades del Gobierno del Ecuador, de las autoridades culturales del Municipio de Quito y de los alcaldes que ha tenido esta ciudad, creo que ninguno conoce este espacio”, dijo Cornejo Menacho, encargado de hablar por el resto de pintores.
“Hoy celebramos su buen humor y amor por la vida. Capturó aquello que solo él podía ver en los campos y las ciudades de Ecuador, y de los países donde estuvo. Si el mexicano Salvador Elizondo escribió la novela titulada Farabeuf o la crónica de un instante, la obra de Oswaldo debería titularse ‘La acuarela de un instante’. Él consiguió enlazar la mano con el ojo, eludiendo el cerebro. Miraba el mundo con transparencia, que no es lo mismo que la inocencia. Hablo del acuarelista que trabajó con transparencia, con luz y con paciencia”, agregó Cornejo.
Mayah Cueva Franco, coordinadora del museo, indicó que se seleccionaron para la muestra 50 cuadros en los que se resaltan paisajes, figuras humanas y retratos. “Son trabajos inéditos que pertenecen a colecciones privadas. Escogimos a estos pintores porque participaron de su influencia plástica y disfrutaron de su generosa amistad”, dijo Cueva, quien desde noviembre del año anterior organiza este evento.
En 2015, Oswaldo Muñoz sufrió un derrame cerebral que le impidió salir de su domicilio, en el barrio El Batán, al norte de Quito, donde su familia guarda parte de su obra. La viuda del artista, quien también fue arquitecto, lo recuerda como un hombre que, en cada viaje, “plasmaba las bellezas que se encontraba en el camino”. Se detenía a mirar.
Con voz pausada, Cristina asegura que a través de Memorias se desea rendir un homenaje a la fructífera vida artística que tuvo su esposo, quien se caracterizó por ser “un viajero” y dejó una herencia pictórica en Argentina, Colombia, Panamá, Nicaragua, México, Estados Unidos, India, Egipto, Japón, Alemania, Suiza, entre otros países.
El Museo de Acuarela y Dibujo Muñoz Mariño fue reinaugurado en mayo de 2016, luego de permanecer cerrado por falta de recursos económicos. “Con esfuerzo decidimos continuar atendiendo este espacio cultural que abrió mi esposo. Seguimos con los talleres y promoviendo otras actividades artísticas”, dijo, calmada, Cristina.
El escritor Marco Antonio Rodríguez recordó que a inicios de los años 60, Oswaldo Muñoz participó en el concurso para diseñar el nuevo edificio del Palacio Municipal de Quito y ganó por unanimidad. Le fue concedido el premio, pero su realización fue represada “por prejuicios y mezquindades”, dijo Rodríguez. “En París, pocos años más tarde, se concretaban el Centro Pompidou y la pirámide del Museo del Louvre, en base a las ideaciones arquitectónicas de Oswaldo. No estamos sugiriendo plagio alguno, sino una suerte de sincronismo, es decir, coincidencias que suelen darse en estas empresas humanas únicas y excepcionales”, añadió.
Un legado incansable
Oswaldo Muñoz Mariño trabajó en la compañía Tucker Mc Klure encargada de construir carreteras en Ecuador. Esta experiencia hizo que se decidiera por estudiar arquitectura, para lo cual viajó a México, donde se formó y vigorizó su arte.
David Alfaro Siqueiros celebró las muestras que el acuarelista ecuatoriano expuso en México, en los años 60, y poco después la Unesco lo nombró cronista vitalicio de las declaradas patrimonio de la humanidad, recordó Marco Antonio Rodríguez. También, en ese tiempo, conoció a los artistas Frida Kahlo y Diego Rivera, de quienes en el Museo de Acuarela y Dibujo se exponen fotografías.
Desde 1951, Oswaldo Muñoz Mariño realizó más de 80 exposiciones artísticas de acuarela y dibujo en galerías y museos de varios países. Sus obras lo convirtieron en un ícono de la historia mexicana, aunque él, siempre que podía, aclaraba que era ecuatoriano.
Las dos hijas del acuarelista riobambeño heredaron sus profesiones. María Rosa Muñoz es artista plástica y Carmen Amelia Muñoz, arquitecta. Según Cristina de Muñoz, sus hijas, desde muy pequeñas, tuvieron un acercamiento con el arte cuando veían a su padre trabajar. Ambas estudiaron en el extranjero y desde la juventud ya demostraban tener la misma pasión que su progenitor. (I)
Datos
Oswaldo Muñoz es considerado el mayor acuarelista contemporáneo del país. La Unesco lo designó como cronista plástico de las ciudades Patrimonio de la Humanidad.
Los pintores Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Frida Kahlo compartieron mucho tiempo con el acuarelista riobambeño, quien también fue arquitecto.
El artista fue docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y profesor huésped de la Universidad de Chile en 1968. Su casa es ahora un museo.