Zoila Machuca, productora del cantón Chaguarpamba, ubicado en  Loja, se dedica al cultivo de maní, producto que lo procesa para posteriormente comercializarlo en un plato típico de la zona denominado ‘Molloco’. A esta localidad llegan decenas de moradores cada fin de semana.

Machuca destacó que ahora el papel de las mujeres es reconocido, todo luego de diversas gestiones de las autoridades nacionales y locales.

Esta agricultora, que pertenece a la Asociación de Productores Agropecuarios Molloqueros de Chaguarpamba, consideró que existe una disminución en la discriminación hacia la mujer, mucho más en el campo de la agricultura.

Ella es una del grupo de las aproximadamente 2,9 millones de mujeres rurales de Ecuador, sobre las que recae la responsabilidad de garantizar la soberanía alimentaria a través de la producción de bienes agrícolas, crianza de animales menores y aves de corral, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (Magap).

Según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu), realizada en 2014, las mujeres igualmente están a cargo de las unidades familiares rurales, a través de la producción para el autoconsumo, uso y mantenimiento de tecnologías, saberes ancestrales y manejo de semillas.

Para Delia Caguana, presidenta del Consejo Sectorial Campesino del Magap, “la participación de la mujer es importante para sostener la economía y fortalecer la familia; sin mujeres no hay soberanía alimentaria, no hay el Sumak Kawsay porque cuidamos las familias, la chacra y la organización”.

Caguana agregó que las mujeres sustentan desde el campo a la ciudad, en referencia a la entrega de productos agropecuarios.

Según el propio Ernesto Samper, secretario técnico de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), aproximadamente las campesinas ecuatorianas venden  $ 450 millones a las cadenas de valor.

Las mujeres rurales –dijo Yina Quintanilla, representante del Consejo Nacional de Igualdad de Género- son actoras clave para conseguir cambios económicos, ambientales y sociales necesarios para el desarrollo sostenible.

La Enemdu precisa que el 61,9% de mujeres del área rural está vinculada a la agricultura, ganadería y pesca, con lo que aportan a la economía del país, y en específico a la soberanía alimentaria a través de las unidades agrícolas familiares.

Quintanilla resaltó que pese a este aporte las mujeres agricultoras controlan menos tierra que los hombres y tienen un acceso limitado a insumos productivos como: semillas, crédito y servicios de extensión.

Los datos se reflejan en el III Censo Nacional Agropecuario realizado en 2000.

Según los resultados, a ese año existían 842.882 unidades de producción agrícola, de las cuales 213.731 unidades estaban en manos de mujeres productoras, mientras que las 629.151 restantes eran manejadas por hombres.

En ese mismo censo, Ecuador tenía 12’355.831 hectáreas de franja agrícola, repartida de la siguiente manera: 27,2% dedicada a pastos cultivados; 11% a cultivos permanentes; 10% a cultivos transitorios y barbecho; 9,1% a pastos naturales y 31,4% a montes y bosques.

Del total de unidades de producción que están a cargo de las mujeres –manifestó Quintanilla-, el 46,7% tiene una extensión menor a una hectárea y el 16,1% menor a dos hectáreas.

Esto significa que el 62,8% de mujeres produce en unidades menores a dos hectáreas.

“Esta desigual distribución ocasiona que el 38,7% de las mujeres sea parte de la Población Económicamente Activa femenina rural; mientras que los hombres representan el 70,4%”, expresó Quintanilla, al agregar que la desigualdad es resultado de estructuras de discriminación hacia ellas, “con mucho arraigo en el ámbito productivo”.

Para Delia Caguana, en la sociedad se piensa que “las mujeres solo servimos para criar guaguas, y no es así. Somos las que sostenemos la vida, la organización, la espiritualidad;  somos guardianas de la soberanía y de la seguridad alimentaria”.

Por ello, Jamill Ramón, viceministro de Desarrollo Rural del Magap, sostuvo que “como país y Ministerio expresamos nuestro compromiso con la generación e implementación de políticas públicas, que apunten al cumplimiento de los derechos de las mujeres”.

Ramón agregó que “las mujeres rurales tienen una íntima relación con la tierra, con el agua, las semillas, la labranza, la cosecha, la transformación y comercialización de los productos agropecuarios, y con ello aportan a la alimentación de sus familias y la generación de ingresos, así como a las dinámicas económicas locales”.

Entre varias de las políticas dictadas por el Gobierno para apoyar a las mujeres, se planteó la creación del Banco Público para el Desarrollo Rural y Urbano Marginal (BanEcuador), orientado a fortalecer la economía social y solidaria, y la articulación de las mujeres al ámbito productivo.

En el ámbito internacional, Ecuador también participará en la Conferencia sobre Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe, cuya segunda edición se efectuará el próximo año en este país, con la Organización de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), Reunión Especializada de Agricultura Familiar del Mercosur (RIAF), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), y el fondo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Para el efecto ya se realizan encuentros preparatorios organizados por el Magap, BanEcuador, el Consejo Nacional de Igualdad de Género y la FAO. (I)