Un juego indígena practicado hace más de 30 años en la provincia del Azuay
El juego del pucara o shitanacuy, un rito de la fiesta del carnaval
El pucara, juego indígena practicado hasta hace unos 30 años en la provincia del Azuay, constituye un tema complejo y apasionante. Recientes estudios señalan la posible desaparición del juego pero también su persistencia en la memoria colectiva en comunidades como Ludo y Quingeo, 2 de los centros fundamentales donde se practicaba. A pesar de que se trata de un acontecimiento identificado claramente falta aún una referencia detallada y un intento de aproximación analítica que profundice este tema.
El pucara es un juego ritual panandino de origen precolombino que se ha mantenido vigente en zonas donde los límites sociales y geográficos se caracterizan por altos grados de conflictividad. Debemos señalar que esta conflictividad es en gran medida ritual.
Este tipo de combate ritual está claramente asociado a las mitades hanan y urin, que tenían una posición desigual ocupando hanan las mejores tierras, a la derecha, y hurin tierras menores, a la izquierda. Existen antiguas referencias a las batallas rituales por ejemplo en Acosta y en Cobo, está basada, probablemente, la de Cristóbal de Molina. Las referencias de Huamán Poma y Gutiérrez de Santa Clara también confirman la existencia de este juego y lo sitúan en el mes de marzo asociado con el “pacha pucuy” o “soplar la tierra”.
Luego de la batalla los indios iban a sus tierras de barbecho a prepararlas. Es además posible que coincidiese con la luna nueva. Algunas batallas ocurrían en enero 1°, 20 y el día de compadres, 10 días antes de carnaval. Algunas comunidades luchaban con hondas y artefactos semejantes a la “waraka” cañareja.
La fertilidad de la tierra está íntimamente vinculada con la fertilidad humana y esta relación se expresa en el ritual, la tierra está “hambreada, embravecida, viva y abierta” por ello Pachamama es objeto de numerosos rituales porque además su carácter es vengativo. Sin duda alguna el pucara aparece como un ritual andino asociado con elementos diversos entre los que se cuentan la abundancia, la fortaleza, la recreación de mitos de origen y los difuntos.
Referencias históricas
Existen documentos de archivo que se refieren a este juego correspondientes a 1868, 1874 y 1896 y en todos se trata del enfrentamiento con hondas entre comunidades indígenas en los días de carnaval. En ninguno, sin embargo, se menciona el nombre de pucara (“Fortaleza o castillo. Lugar donde juegan bárbaramente el carnaval los indios de algunas parcialidades modernas”) o shitanacuy (“Juego bárbaro del carnaval usado hasta el día por los indios de algunas poblaciones rurales.
Es un verdadero combate, en que se majan a golpes de porras o piedras atadas a hondas, defendiéndose del contendor con una especie de escudo de cuero seco de res, armado en forma de gran sombrero, que manejan con la cabeza. Lo llaman cobijón”) como lo define Luis Cordero en su diccionario. Este último término está vinculado con el de “shitador” definido por Cordero Palacios como “...el que arroja o bota algo lejos de sí” (Cordero Palacios; 1985) o con el de “shitay” “acto de botar, abandono. Disparo de una piedra o de cualquier arma”… en acepción de Luis Cordero.
La persistencia de este juego apunta hacia un carácter profundo en el que se “juega” con aspectos fundamentales del comportamiento humano dotándolos de un significado ritual en el que la transgresión a las normas del comportamiento habitual es posible en un contexto ritual, en el que se modifican los significados del espacio, el tiempo y las relaciones sociales.
En el pucara la vida se entrega a cambio de la abundancia como en el mito de la Huaca, y el que muere es, como un niño despojado de su ropa, y como un niño auca es enterrado en un lugar liminal sin lápida ni recordatorio. Es necesario también plantear que en el mito del Taita Carnaval este se alimenta, como su compañero Rircay, solamente de la esencia de la comida, es decir de la sal, como los muertos en los mitos de Huarochiri, por lo que podemos suponer que el individuo en atavío de pucarero está muerto y puede asociarse con los vivos solamente por el ritual, en un tiempo y un espacio sagrados prescritos.
La idea de la competencia como base de la estructura cooperativa de la sociedad llega hasta límites de enorme profundidad, dado que ella alcanza hasta la muerte, lo que marca al grupo participante claramente frente al grupo opuesto al que se derrota o que lo ha derrotado.
La participación en episodios de violencia como rasgo de copertenencia pasa, como es natural, por la definición del concepto de “violencia” en el contexto ritual es decir lo “que está fuera de su habitual estado, situación o modo”, según la primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española. Creo que aquí sería adecuado recordar que estos episodios implican un “desorden” y por lo tanto afectan a sectores sensibles de la estructura social. Por ello no debemos limitar el término “violencia” al enfrentamiento físico entre sujetos o entre individuos y animales, sino concebirlo como la transgresión de las pautas habituales de comportamiento, hecho que, evidentemente, se da en el pucara, el gallo pitina y el sacrificio del toro.
Los elementos analizados nos permiten introducirnos en la relación directa que existe entre elementos diversos de la cosmovisión local y los rituales de la zona. Solamente una aproximación de este tipo posibilita superar las interpretaciones superficiales que se han dado acerca de rituales con un significado tan complejo como este. El ritual de sangre trasciende elementos tales como la fertilidad de la tierra, para dotar al sujeto muerto de un papel específico en la continuidad del mundo y por ello de la supervivencia el grupo o para vincular los mitos, como el de la Mama Huaca y su relación con la naturaleza con las concepciones sobre el rito del pucara.
LA MUERTE SE VINCULA CON LA AGRICULTURA
La descripción del pucara puede, como caso excepcional, remitirse a un mito recogido en varias fuentes y actualmente en vigencia en comunidades del Cañar. Nos referimos al mito de ‘Taita Carnaval y Rircay’ analizado por Fock y Krener (1979 y 1978) para la comunidad de Juncal.
El combate en cuanto tal posibilita un año de abundancia, de ahí que su mera práctica sea síntoma de una situación de carencia.
En este caso el hambre, que ronda en el mito las casas de los mal preparados, puede hacerse presente ante la ausencia del enfrentamiento en la planicie previamente designada como sitio del juego. El sujeto, así, establece una relación directa con los ciclos vitales de los que forma parte y a los que puede dotar de significado mediante el enfrentamiento violento y la muerte.
La relación entre la muerte, en este caso el fallecimiento concreto del sujeto en el pucara, y la buena producción agrícola, no se basa solamente en la sangre como elemento fertilizador.
El muerto en el contexto andino está directamente relacionado con la agricultura, la fiesta de difuntos coincide en las zonas rurales del Azuay con el tiempo de las primeras lluvias que llegan para regar las siembras recién hechas.
Por estas razones el hombre que fallece en el contexto ritual del pucara es también, por sí mismo, un elemento efectivo en toda la agricultura por su relación con el agua.