Beatriz Parra, la mujer que quiere popularizar la música lírica

Beatriz Parra Durango (Riobamba, 1940) vive frente a unas escaleras que no llevan a ning&uacute;n lugar. Su casa es tambi&eacute;n un conservatorio. En las rejas negras que abren el jard&iacute;n hay un letrero que anuncia: &laquo;Descubre el talento que llevas dentro&raquo;. Tras la puerta, a la derecha, est&aacute; su oficina, la rector&iacute;a de la fundaci&oacute;n que inici&oacute; hace una d&eacute;cada y tres a&ntilde;os m&aacute;s, con la que puso en camino el proyecto del Conservatorio Mar&iacute;a Callas, inaugurado en 2007. Est&aacute; rodeada de condecoraciones de Colombia, de instituciones culturales de Ecuador, libros y fotos con su hija &lsquo;Beatricita&rsquo; y sus dos nietos. All&iacute;, bajo un retrato que le pint&oacute; el indigenista ecuatoriano m&aacute;s recordado de la historia, Oswaldo Guayasam&iacute;n, no deja de llamar, de recibir telefonazos para la realizaci&oacute;n del siguiente evento l&iacute;rico que prepara. Frente a su escritorio est&aacute; su reflejo, el espejo que le recuerda que debe mantener la compostura. Mientras habla retumba el eco de sopranos, bar&iacute;tonos, tenores. Seres que cantan en tonos altos hasta que pareciera que se ahogaran en el tiempo. Esa casa, esa oficina, esas voces son el trabajo al que le ha dedicado toda su vida. *** Cada respuesta que entrega Beatriz Parra la vuelve ceremoniosa, alzando su cabeza, manteniendo su postura firme y modulando cada palabra, como si estuviera parada en un escenario, siendo la prima donna de una &oacute;pera cl&aacute;sica. Siempre fue actriz, siempre cant&oacute;. Su forma de comunicar est&aacute; trabajada para ser perfecta. Su madre, Dora Durango, decidi&oacute; que su hija era una ni&ntilde;a artista y a los ocho a&ntilde;os la inscribi&oacute; en el Conservatorio Antonio Neumane, a&uacute;n sin tener la edad reglamentaria. Dos a&ntilde;os m&aacute;s tarde ya era parte del Coro General del Conservatorio, dirigido por el maestro h&uacute;ngaro Jorge Raiky. Entonces, Guayaquil parec&iacute;a &mdash;seg&uacute;n sus recuerdos&mdash; una ciudad que cultivaba el canto l&iacute;rico. &laquo;Era un puerto al que ven&iacute;an todos los barcos que pasaban por Europa con las grandes compa&ntilde;&iacute;as l&iacute;ricas. Se presentaron muchas obras y grandes cantantes. Es una tradici&oacute;n del guayaquile&ntilde;o amar el canto l&iacute;rico. Ahora esto est&aacute; decreciendo&raquo;. Recuerda la llegada del maestro espa&ntilde;ol Carlos Arijita con su compa&ntilde;&iacute;a de zarzuela. Arijita retom&oacute; el Conjunto L&iacute;rico de la Casa de laCultura. A Beatriz le asignaron el papel de Lola, en la Cavalleria rusticana el melodrama de Pietro Mascagni. En la obra, Turiddu, un joven del pueblo, vuelve del servicio militar y encuentra a su amada Lola casada con Alfio, el pr&oacute;spero carretero. Como venganza, Turiddu seduce a Santuzza. Al empezar la &oacute;pera, Lola, muerta de celos por Santuzza, inicia una relaci&oacute;n ad&uacute;ltera con Turiddu. Los papeles de las sopranos ligeras, como ella, en las &oacute;peras suelen ser de divas. A los diecinueve a&ntilde;os, al finalizar sus estudios de canto y ballet en el pa&iacute;s, se cas&oacute; con Enrique Gil Calder&oacute;n. Del matrimonio nace Beatricita y tras su primer a&ntilde;o, ella y su esposo piden una beca para continuar su carrera en la Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica, en el Conservatorio Tchaikovsky de Mosc&uacute;. La gesti&oacute;n, como hicieron muchos intelectuales de la &eacute;poca, tuvo la mediaci&oacute;n del Partido Comunista ecuatoriano, del cual su suegro era secretario. Viaj&oacute; a la actual Rusia en el barco Am&eacute;rico Vespucio detenido en uno de los muelles de la ciudad, sitiado frente al actual Municipio. All&iacute; se despidi&oacute; de su hija, a quien dej&oacute; en manos de sus abuelos con la idea de solucionar su forma de vida en Rusia para llevarla con ellos pronto. &laquo;La formaci&oacute;n l&iacute;rica es de mucho sacrificio. En mi caso eso s&iacute; tuvo que ver con la familia. Tuvimos que irnos y dejar a mi hija. Su mam&aacute; ten&iacute;a que ir a formarse. Yo quer&iacute;a tener una profesi&oacute;n seria, austera que haga que florezca verdaderamente. Hay personas que van y estudian a medias. Yo quer&iacute;a ser una cantante seria y profesional y para eso tienes que tener una meta y esa era la m&iacute;a&raquo;. Por tres meses recorri&oacute; distintos puertos de Europa hasta llegar al paisaje oto&ntilde;al de Rusia, con lluvia, humedad y fr&iacute;o. Apenas sab&iacute;a decir en ruso &lsquo;bien&rsquo;, &lsquo;no&rsquo; y &lsquo;gracias&rsquo;, palabras b&aacute;sicas para la cortes&iacute;a, pero no para comunicarse en un sistema que era completamente distinto al ecuatoriano. A los contratiempos del idioma se agrega la p&eacute;rdida del equipaje, que hab&iacute;a enviado por tren. All&iacute; estaban sus partituras para dar el examen de ingreso al conservatorio. El d&iacute;a de la prueba de ingreso cant&oacute; &lsquo;Vals de Musetta&rsquo;, un fragmento de la &oacute;pera La Bohemia y un tema ecuatoriano a capela. All&iacute;, la maestra Nina Dorliak, tambi&eacute;n soprano, escogi&oacute; a Beatriz en su clase. Desde el principio destac&oacute; como soprano y cuando aprendi&oacute; el idioma le asignaron d&uacute;os, tr&iacute;os y cuartetos. Interpret&oacute; a Barbarina, en las Bodas de F&iacute;garo de Mozart; a la Ni&ntilde;a de nieve de Rimsky Korsakov, en una f&aacute;bula rusa. Fue Julieta, en la versi&oacute;n adaptada de Shakespeare. Fue Zerlina con Don Juan. Era seleccionada para representar al conservatorio en concursos.Su voz se destacaba entre las educadas voces rusas. Mientras, sus planes de volver se cayeron tras una visita de su madre, cuando en Ecuador, la Junta Militar toma el mando tras la ca&iacute;da del gobierno de Carlos Julio Arosemena. Su viaje a la Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica se convirti&oacute; en un exilio hasta su graduaci&oacute;n y el cambio de mando. **** Beatriz Parra se convirti&oacute; en la voz que represent&oacute; al conservatorio ruso en concursos de Rumania y Francia. Fue solista de la Orquesta de C&aacute;mara de Mosc&uacute;. Grab&oacute; en la desaparecida Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica su primer disco interpretando El Barbero de Sevilla y Las Bodas de F&iacute;garo. Fue una de las cinco voces del in&eacute;dito Ensamble Madrigal de la Filarm&oacute;nica de Mosc&uacute;. Europa parec&iacute;a sentarle bien, pero nunca descart&oacute; volver a Ecuador a hacer su vida profesional. A ense&ntilde;ar lo que aprendi&oacute;. &mdash;No te vayas a tropicalizar, Beatriz &mdash;le dijo el guitarrista espa&ntilde;ol C&eacute;sar Le&oacute;n. Tropicalizarse significaba aflojar la exigencia que se hab&iacute;a impuesto en Mosc&uacute; con siete horas diarias de ensayo, dejarse llevar por el tr&oacute;pico. Dejar pasar, en las noches bohemias, unos tragos. &laquo;Cuidado&raquo;, le advirti&oacute; su amigo. Pero no pas&oacute;. Sabe que el canto es muy exigente. &laquo;Debes tener una disciplina de hierro, as&iacute; como los bailarines. Tienes que evitar diversiones, ser muy medido, muy austero, porque tu mecanismo est&aacute; aqu&iacute; &mdash;dice se&ntilde;alando su pecho&mdash; tienes que estar bien dormida, bien alimentada&raquo;. A su regreso al pa&iacute;s sigui&oacute; aprendiendo &mdash;por su cuenta&mdash; nuevos repertorios, para luego regresar a Europa, continuar con la preparaci&oacute;n de su maestra rusa. &laquo;Nunca descart&eacute; de mi vida al Ecuador. Iba y ven&iacute;a y ya despu&eacute;s me afinqu&eacute; ac&aacute;. Sal&iacute;a de aqu&iacute; a mis compromisos&raquo;. Uno de ellos implic&oacute; una larga temporada en Colombia. Beatriz Parra cant&oacute; en los Juegos Panamericanos y la escucharon los promotores del movimiento de &oacute;pera en Bogot&aacute;. Despu&eacute;s de eso fue solista por veinticinco a&ntilde;os de la Sala de Conciertos Luis &Aacute;ngel Arango en Bogot&aacute; y colegas como Galo C&aacute;rdenas consideran que su carrera es m&aacute;s reconocida en ese lado de la frontera latinoamericana. **** A la sala de su casa, el conservatorio Mar&iacute;a Callas, llegan, por la tarde, j&oacute;venes vestidos con ropa de trabajo de oficina, gente que busca sacar su talento guiado por la experiencia de Beatriz, como se anuncia a la entrada. &laquo;Hay muy buenas voces en Guayaquil. Lo que no tienen es fe en su carrera, en que podr&iacute;an subsistir del canto. Los que pueden ser cantantes verdaderamente y pueden dar una buena audici&oacute;n. Los que est&aacute;n desarrollados musicalmente se van. Otros se quedan aqu&iacute;, tal vez por las condiciones econ&oacute;micas, y son muy buenos cantantes. Siempre llega alguno especial con una buena voz. Pero el entrenamiento de un cantante es como el de un gimnasta, no nace del d&iacute;a a la noche. S&iacute; hay talentos con la voz innata, pero esa voz tiene que entrenarse bien para que no se da&ntilde;e&raquo;, dice Beatriz. Cree en la l&iacute;rica como un paso fundamental para la cultura. La considera el term&oacute;metro de la cultura de un pa&iacute;s y cree que tiene que ser popularizada, que la gente la conozca, que pueda ir a recitales, disfrutar de una &oacute;pera, una opereta, una zarzuela. &laquo;Mi trabajo &mdash;reitera&mdash; es popularizar la &oacute;pera, por eso estamos molestando a todo el mundo, pidiendo patrocinio a la gente amiga para poder montar musicales preciosos&raquo;. Ahora mismo prepara el Primer Festival de Canto L&iacute;rico, donde presentar&aacute;n El Barbero de Sevilla de Gioachino Rossini con un reemplazo de la guitarra cl&aacute;sica, a la el&eacute;ctrica, con personajes m&aacute;s reales y en espa&ntilde;ol. Al igual que cuando fue funcionaria cultural, quiere llevar la &oacute;pera a los colegios, los parques, a la gente. Cuando inaugur&oacute; el conservatorio sab&iacute;a que ser&iacute;an pocos, que no tendr&iacute;a un auditorio lleno, pero que crecer&iacute;an. Mar&iacute;a Jaramillo, esposa del maestro Gerardo Guevara, a quien acudi&oacute; varias veces Beatriz Parra en sus viajes a Par&iacute;s, es tambi&eacute;n cantante l&iacute;rica y ha acompa&ntilde;ado su proceso de trabajo. &laquo;Su dedicaci&oacute;n al canto &mdash;dice Mar&iacute;a&mdash; y a la ciudad es lo que la ha hecho grande. Ha empujado a los talentos de Guayaquil, de los que no s&eacute; si habr&aacute; un estudio, pero realmente es com&uacute;n que haya muy buenas voces&raquo;. Fabi&aacute;n Gonz&aacute;lez es nieto de la cantante l&iacute;rica Maritza Ortega. &laquo;Con ella me eduqu&eacute; y crec&iacute; escuchando la m&uacute;sica cl&aacute;sica. Siempre tuve un gusto por el canto y la m&uacute;sica. Mi primera profesora fue mi abuela y en 2004, vine a la fundaci&oacute;n con la maestra Beatriz. El canto l&iacute;rico me transporta a un mundo maravilloso. Cuando uno canta, act&uacute;a, sale de la realidad, de los problemas. Trabajo todo el d&iacute;a en eso, estoy inmerso en la m&uacute;sica y no me puedo imaginar otra cosa&raquo;. Karen Boh&oacute;rquez lleg&oacute; de Colombia para entrenar su voz con Beatriz Parra. Tambi&eacute;n es una soprano ligera y para formarse pidi&oacute; el nombre de una buena maestra, con quien adem&aacute;s comparte la tesura de la voz. Cambi&oacute; la cotidianidad de su hogar como Beatriz y afianza su carrera como solista. Mar&iacute;a Elena Layana curs&oacute; los cinco a&ntilde;os del conservatorio con Beatriz. &laquo;Entend&iacute; que el cuerpo es el instrumento, una cosa es cantar y alzar tu voz a todo pulm&oacute;n, con todo el sentimentalismo necesario y otra cosa es saber d&oacute;nde est&aacute; la fuente de tu aire, cu&aacute;l es tu soporte. En las clases te das cuenta de qu&eacute; cuerdas haces vibrar. La maestra ense&ntilde;a que el cuerpo es como un instrumento, como el piano, en el cual el tama&ntilde;o de la cola tiene una influencia en el sonido, en la voz pasa lo mismo con la presi&oacute;n del diafragma. Empiezas a entender tu cuerpo as&iacute;&raquo;, dice Layana. Tras una d&eacute;cada y tres a&ntilde;os trabajando en la educaci&oacute;n de las voces de la ciudad, Beatriz Parra cree que el Premio Eugenio Espejo que recibi&oacute; en el Palacio de Carondelet el d&iacute;a que se recordaba el Primer Grito de la Independencia, es el m&aacute;s alto reconocimiento que le puede dar su patria. &laquo;En este momento de mi vida, en el que uno siempre va declinando, como pasa con todos los seres humanos yo a&uacute;n me siento con fuerzas para seguir y esta presea me ha dado a&uacute;n m&aacute;s para continuar mi trabajo&raquo;, dice Beatriz. Su exalumna, Mar&iacute;a Elena cree que Beatriz Parra es una mujer muy femenina y cl&aacute;sica. &laquo;Los personajes de las sopranos como ella son siempre los m&aacute;s femeninos, los de la damicela en peligro, la mujer joven y pueril que huye al peligro. Creo que a ella no le cuesta trabajo ser como es, lo ha interiorizado&raquo;.