La disolución del Parlamento abre la campaña británica más reñida
La disolución del Parlamento británico este lunes marcó el inicio de la campaña para las elecciones del 7 de mayo, cuyos sondeos reflejan tozudamente un empate entre laboristas y conservadores y la irrupción de nuevas fuerzas.
No hay hito sin ceremonia en el Reino Unido, y el primer ministro y líder conservador David Cameron visitó a la reina para dar por enterrada la presente legislatura.
En realidad no es necesario, desde que su gobierno aprobó la ley que hace que el parlamento se disuelva automáticamente "al inicio del vigesimoquinto día laborable antes de los comicios", sin necesidad del permiso de la reina, pero todo se hará como se hizo siempre.
En sus más de 60 años de reinado, Isabel II ha recibido doce veces a un primer ministro solicitándole la disolución, y el primero fue Winston Churchill.
Nosotros o el caos
Cameron pronunció luego un discurso ante su residencia de Downing Street, antes de empezar a recorrer el país como harán los otros líderes.
Se trata de Ed Miliband, líder laborista; Nigel Farage, del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP); Nick Clegg, de los demoliberales; Alex Salmond, que ya no es el líder del Partido Nacional Escocés (SNP) pero es el número uno de sus listas al Parlamento, y Natalie Bennet, de los Verdes, además de Cameron.
El todavía primer ministro dijo que los votantes deben elegir entre los conservadores "o el caos económico de Ed Miliband".
"Cinco años después" de asumir el poder, "gracias a nuestro plan económico a largo plazo y las decisiones difíciles que tomamos, hay más gente con empleo que nunca".
"El Reino Unido está en el camino correcto, en las elecciones se decidirá si sigue adelante".
Por su parte, Miliband acusó a Cameron de haber propiciado una recuperación económica para unos pocos.
"Necesitamos un país que ofrezca un futuro a todos sus hijos e hijas, y no lo que hemos visto en los últimos cinco años, en los que la gente joven temen vivir una vida peor que la de sus padres", dijo en una reunión con empresarios.
Partidos pequeños, problemas grandes
El tan anunciado fin del bipartidismo en España o Francia, con la irrupción de Podemos, Ciudadanos o el Frente Nacional, tendrá su réplica en el Reino Unido, con la pujanza de los nacionalistas escoceses, los euroescépticos del UKIP o los Verdes, según auguran las encuestas.
Laboristas y conservadores obtienen desde hace seis meses en torno a un 34% del voto en los sondeos, un punto arriba o uno abajo, y no consiguen despegarse más que brevemente.
Según los últimos resultados del "sondeo de sondeos" de la BBC, que hace una media de las últimas encuestas, los laboristas tienen el 34% de las intenciones de voto, los conservadores el 33%, el UKIP el 13%, los demoliberales el 8%, los Verdes el 7% y "otros" el 6%.
Si los demoliberales, un partido del "establishment" británico, fueron un socio fácil para los conservadores en esta legislatura, "los pequeños partidos o aportan una dimensión regional (...) o ideas menos convencionales", destacaba en su análisis de los comicios la consultora Oxford Economics.
"Así que aunque aporten un número relativamente pequeño de escaños a la mesa de negociaciones, ganar su apoyo para aprobar leyes será menos fácil", argumentó la consultora.
El dilema económico
El diario económico Financial Times titulaba este fin de semana "las empresas temen una pesadilla SNP-laboristas".
El temor a que los nacionalistas escoceses, abiertamente independentistas y anticonservadores, tengan poder en el próximo parlamento ha sido explotado por los conservadores, y Cameron dijo la semana pasada que Miliband podría convertirse en "el perrito faldero" de Salmond.
Los laboristas, en cambio, insisten en que la gran amenaza económica es la promesa de Cameron de realizar un referéndum de salida de la Unión Europea, una promesa que le ha permitido aplacar al ala euroescéptica de su partido y tratar de quitarle terreno al UKIP.
Para los empresarios, pues, el dilema está entre unos laboristas percibidos como más susceptibles de subir impuestos o congelar precios de servicios básicos como la luz, y unos conservadores tradicionalmente más receptivos a sus intereses pero lastrados por su posición sobre Europa, primer destino de las exportaciones británicas.
"Nada sería peor para nuestro país y nuestras grandes empresas exportadoras que librarse a juegos políticos con nuestra integración en Europa", aseguró Miliband en la presentación de su programa económico.