Francisco rompe la tradición eurocentrista
Ciudad del Vaticano.- “Ustedes saben que el deber del cónclave era darle un obispo a Roma. Siento que mis hermanos cardenales fueron a buscarlo al fin del mundo. Les agradezco la bienvenida”, indicó ayer el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio en su primer discurso como Papa Francisco, en reemplazo de Benedicto XVI, desde el balcón de la Basílica de San Pedro, ante más de 10.000 personas que lo escuchaban desde la plaza.
Su designación para ocupar el sillón de San Pedro se dio en la segunda jornada del cónclave y es la primera vez que un latinoamericano dirigirá la Iglesia católica, por lo cual generó algarabía entre los católicos de la región. Sin embargo, en su natal Argentina tiene varios críticos, sobre todo por su participación en la dictadura militar (1976-83) y su frontal oposición al actual gobierno de Cristina Fernández.
Sin llegar a las lágrimas, pero emocionado, en su intervención Bergoglio, el Papa 266, agradeció varias veces la bienvenida brindada por las miles de almas que coreaban su nombre. “Quiero bendecirlos a ustedes y a todo el mundo, a todos los hombres de buena voluntad”. Y pidió paz para la Iglesia.
“Auguro que este camino de la Iglesia que hoy comenzamos, y en el que me ayudará mi cardenal vicario aquí presente, será fructífero para la Iglesia y para esta bella ciudad”, dijo casi sobre el final de su mensaje. “Nos vemos pronto. Voy a rezarle a la Virgen para que proteja a toda Roma. Buenas noches y buen descanso”, expresó.
Bergoglio, de 76 años de edad, es arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina, este hombre tímido y de pocas palabras, goza de un gran prestigio entre sus seguidores que aprecian su total disponibilidad y su forma de vida, alejada de toda ostentación.
Nació el 17 de diciembre de 1936 en el seno de una familia modesta de la capital argentina, hijo de un trabajador ferroviario de origen piamontés y una ama de casa. Asistió a la escuela pública, de donde egresó como técnico químico y a los 22 años se unió a la Compañía de Jesús, donde obtuvo una licenciatura en Filosofía.
Tras incursionar en la enseñanza privada, comenzó sus estudios de Teología y se ordenó como sacerdote en 1969. A los 36 años fue designado responsable nacional de los jesuitas argentinos, cargo que desempeñó durante seis años.
Fue en la dictadura argentina cuando Bergoglio mantuvo a toda costa la unidad del movimiento jesuita, taladrado por la Teología de la Liberación, bajo la consigna de “mantener la no politización de la Compañía de Jesús”, indicó su portavoz Guillermo Marcó.
Esta campaña generó varias acusaciones en su contra, incluso cinco testimonios hacen referencia a su participación en la tortura y desaparición de un laico y dos sacerdotes en tiempos de la dictadura. El periodista Horacio Verbitsky fue el investigador más interesado en sacar a la luz las pruebas que pudieran relacionar a Bergoglio con estos episodios de la “guerra sucia” en Argentina.
No obstante, las relaciones de Bergoglio con la dictadura no terminaron ahí, ya que posteriormente las Abuelas de Plaza de Mayo reclamaron ante la Justicia argentina por su implicación en el robo de bebés, concretamente en el caso de la nieta de Alicia de la Cuadra, una de las fundadoras de la asociación. El ahora ex arzobispo de Buenos Aires y Papa Francisco siempre negó las acusaciones.
Luego de la dictadura, Bergoglio viajó a Alemania para obtener su doctorado y cuando regresó retomó la actividad pastoral como simple sacerdote de provincia en la ciudad de Mendoza (1.100 km al oeste de Buenos Aires).
En mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires y escaló rápidamente en la jerarquía católica de la capital: fue vicario episcopal en julio de ese año, vicario general en 1993 y arzobispo coadjutor con derecho de sucesión en 1998.
Se convirtió luego en el primer jesuita primado de Argentina y, finalmente, vistió el púrpura de cardenal en febrero de 2001. Según la prensa argentina, Bergoglio figuró entre los más votados en el cónclave de 2005, que eligió a Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II.
El arzobispo goza de general prestigio por sus dotes intelectuales y dentro del Episcopado argentino es considerado un moderado, a mitad de camino entre los prelados más conservadores y la minoría “progresista”.
En un país de mayoría católica, se opuso tenazmente en 2010 a la aprobación de la ley que consagró el matrimonio homosexual, la primera en América Latina. “No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, dijo Bergoglio poco antes de la sanción de la norma.
También se opuso a la más reciente ley de identidad de género que autorizó a travestis y transexuales a registrar sus datos con el sexo elegido. Estas dos iniciativas enfriaron las relaciones entre la Iglesia argentina y la presidenta Cristina Fernández Kirchner, aunque ella, que se declara creyente, es contraria a la legalización del aborto.
Por ello, en su país Bergoglio es considerado un fuerte opositor del Gobierno de Cristina Fernández y del “kirchnerismo” en general, razón por la que no ha dudado en fustigar las políticas oficiales. Hace poco, por ejemplo, difundió una carta en la que se refería duramente a la situación social argentina, con especial énfasis en el trabajo indigno, la corrupción, la droga, la trata de personas y la delincuencia.
Por su parte, la mandataria argentina no disimuló su antipatía por el cardenal. Prueba de ello es que todos los 25 de mayo -fecha en la que se realiza el tradicional Te Deum en Buenos Aires-, la jefa de Estado se ha ausentado de la capital argentina para no asistir a la ceremonia.
Pero ayer la presidenta Fernández saludó al Papa Francisco, el argentino Jorge Bergoglio, tras haber sido elegido como la máxima autoridad de la Iglesia católica. “En mi nombre, en el del Gobierno argentino y en representación del pueblo de nuestro país, quiero saludarlo y expresarle mis felicitaciones con ocasión de haber resultado elegido como nuevo Romano Pontífice de la Iglesia Universal”, expresó la gobernante en una misiva que subió a su cuenta de Twitter.
“Es nuestro deseo que tenga, al asumir la conducción y guía de la Iglesia, una fructífera tarea pastoral desempeñando tan grande responsabilidad en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y de la paz de la humanidad”, agregó la jefa de Estado.