Nuevos huracanes atemorizan a Florida y el Caribe
¿Y si este año viene otro huracán? “Si viene otro nos fregamos”, dice Cyndi P., una camarera en los Cayos de Florida. El archipiélago coralino sufrió en 2017 los golpes más violentos del huracán Irma y aún está lejos de recuperarse.
Este miedo colectivo se extiende a todo Florida y las islas del Caribe que padecieron en septiembre la monstruosidad de dos huracanes seguidos, dejando calamidades que todavía causan estupor: esta semana se divulgó un informe independiente, según el cual más de 4.645 personas murieron en Puerto Rico por causa del huracán María.
Con esta noticia como telón de fondo, la nueva temporada de huracanes se prepara para desplegar un nuevo show. Antes de su fecha oficial de inicio -este viernes 1 de junio-, la tormenta subtropical Alberto ya provocó inundaciones en Estados Unidos.
Las autoridades de Florida aseguran que “aprendieron las lecciones” y prometen mejorar el sistema de telecomunicaciones y el manejo de las donaciones.
En Puerto Rico, el gobierno recomienda a los residentes reunir provisiones para 10 días, en lugar de tres como se solía aconsejar.
La gente no se siente preparada
“Nos ocupamos de la gente hasta cierto punto, pero llega un momento en que tienen que ocuparse de sí mismos”, detalla Martin Senterfitt, director de gestión de emergencias del condado de Monroe, al que pertenecen los Cayos.
Los Cayos de Florida son un archipiélago de islas coralinas que se extienden 180 kilómetros desde el sur del estado y que están conectados entre sí por 42 gloriosos puentes sobre el mar.
Pero este destino turístico todavía tiene escombros en los canales; muchas casas de los barrios de trabajadores siguen destruidas y algunos residentes viven en tiendas de campaña en sus parcelas, aún huérfanas de jardines.
Los problemas latentes
Irma y María magnificaron los problemas ya puntuales en las regiones que golpearon con sus vientos de más de 200 Km/hora. Por ejemplo, de las 55.000 viviendas de los Cayos de Florida, más de 1.000 quedaron demolidas hasta los cimientos y 3.000 sufrieron daños. También se perdieron el pasado 10 de septiembre 1.044 casas rodantes y viviendas prefabricadas.
Esto fue un mazazo para la clase trabajadora: camareros, empleados de salarios medios, jardineros y obreros no encuentran ahora viviendas accesibles. Como resultado, abandonaron los Cayos dejando a los empleadores sin mano de obra.
Numerosos negocios tienen carteles llenos de polvo en sus vitrinas, solicitando personal. “Tenemos una demanda enorme y no hay oferta”, dijo Diane Eliopolus, gerenta de mercadeo del Hard Rock Cafe de Cayo Hueso, en una asamblea comunitaria reciente donde contó que ha perdido a casi todo su personal.
“Hay muchos aspirantes, pero ninguno de esta área. Cuando llaman les digo que averigüen los precios de la vivienda antes de tomar la decisión de venir. Nunca me vuelven a llamar”.
Mientras, el huracán María dejó en evidencia la fragilidad del vetusto sistema eléctrico de Puerto Rico.
Ocho meses después de su ataque el 20 de septiembre, se siguen registrando cortes de energía y unos 60.000 clientes carecen del servicio en este territorio estadounidense de 3,3 millones de habitantes que de por sí padecía una severa crisis fiscal.
La prolongada falta de electricidad mató a ancianos y enfermos que dependían por ejemplo de respiradores o de insulina, aumentó el desempleo y provocó el éxodo de 200.000 personas.
Las lecciones aprendidas
El gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, también dice que aprendió lecciones. Su gobierno abasteció los depósitos de materiales de repuesto y preparó acuerdos que agilizarán asistencia inmediata si vuelve a colapsar el sistema de fluido eléctrico.
“Si tenemos que esperar 50 días de nuevo para que el Cuerpo de Ingenieros (de Estados Unidos) llegue a Puerto Rico, entonces no hemos aprendido nada”, comentó al anunciar su plan.
En Barbuda, una pequeña isla en el Caribe, Irma se ensañó como una bomba que lo destruyó todo.
La diminuta isla, hermana de Antigua, aún se recupera de daños estimados en más de 200 millones de dólares y hasta ahora solo han vuelto cerca de 500 de sus 1.800 habitantes. (I)
Un gráfico cedido por la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EE.UU. (NOAA) muestra el posible recorrido de la tormenta Alberto. Foto: EFE