Hasta el domingo los ciudadanos de los 28 países de la Unión Europea (UE) elegirán a sus 751 diputados.

Los debates se centraron sobre la austeridad y las desigualdades entre los diferentes países. La derecha y los liberales sostienen que el “rigor presupuestario” como un imperativo para volver al crecimiento económico en el continente. Los Verdes y el PSE tratan de apartarse de esta lógica y proponen una inversión mayor en el lado social de la UE para reducir las fracturas entre los países. La izquierda radical, liderada por Tsipras, criticó el fracaso de las políticas de ajustes que hicieron pagar el precio de la crisis a los pueblos más vulnerables y reclama una reorientación de las instituciones que, según ellos, están vinculadas con el sector financiero.

Los 5 grupos no representan el conjunto de los aspirantes a la diputación europea. Así, pequeños grupos de ciudadanos y nuevos partidos que quieren demarcarse de “los grandes” se lanzan en la carrera. Es el caso del nuevo partido español Podemos que nació del movimiento alternativo 15-M, fruto de la crisis y del desengaño de la ciudadanía frente a sus políticos. Por lo tanto, estas nuevas apariciones en la escena política no disminuyeron el poder de las formaciones tradicionales que son los únicos capaces de formar grupos políticos (mínimo 25 diputados) en el hemiciclo que tienen el poder de iniciativa.

Desde 2004, los conservadores del PPE se impusieron como el grupo más importante del Parlamento. No tienen mayoría absoluta pero con el juego de las alianzas, sobre todo con la ALDE que se sitúa como la tercera fuerza después de los socialistas, y el apoyo de las otras entidades de la UE consiguieron gobernar la representación europea sin muchas dificultades.

Si la derecha probablemente mantiene su preeminencia, la gran ganadora de estas elecciones podría ser la abstención. En 30 años pasó de 39% a más de 59%. Dentro de los varios orígenes de la desilusión de los ciudadanos con la democracia de la UE se puede destacar el caso del referéndum de 2005. Los europeos sufragaron entonces sobre la cuestión de la Constitución europea. Los franceses, los holandeses y los polacos votaron en contra. Por lo tanto, las élites de la UE fomentaron un nuevo proyecto parecido en el tratado de Lisboa y lo aprobaron de manera indirecta. Un gesto que muchos vieron como una denegación de democracia y que aumentó la frustración.

Frente a los fallos de la UE y las críticas de los que la gobiernan, estamos viendo la subida de la influencia del ‘euroescepticismo’. Encarnado en la mayoría de los casos por las extremas derechas, el movimiento ganó audiencia después de la crisis donde las instituciones europeas simbolizaron más un problema que una solución. En esta óptica seduce con la idea de una salida de la UE y de sus vicios.

Un soberanismo hostil que tal vez aumentará su influencia tras estas elecciones como en Reino Unido y Francia donde las encuestas revelan que Ukip y el Frente Nacional podrían llegar primeros en esta votación.

Datos

La lucha contra el desempleo, seguridad energética y comercio internacional, son algunos de los desafíos que enfrentará la Unión Europea en los próximos 5 años.

La batalla contra el desempleo, que alcanza a 26 millones de personas, es la prioridad absoluta de los responsables europeos.

La crisis social en Ucrania y sus consecuencias en las relaciones entre la Unión Europea y Rusia empujan a los europeos a diversificar y garantizar el aprovisionamiento energético, incluso explorar la opción nuclear.