“Cuando el poder se ve amenazado, intenta criminalizar la protesta”

Por Fabien Palem

En los últimos suspiros de la campaña electoral, Ada Colau se sentó a charlar con EL TELÉGRAFO. Evocó la ‘revolución democrática’ que, según su formación, está en marcha en toda España.

Muchos representantes de los partidos tradicionales intentan deslegitimar las nuevas formaciones, como Podemos y Barcelona en Comú, designándolas como de ideología bolivariana, de extrema izquierda. ¿A qué se debe este miedo?

Estamos acostumbrados a esto. Cuando el poder se ve amenazado, intenta criminalizar la protesta. Si no nos dicen bolivarianos, nos dicen terroristas, ‘okupas’… Desarrollando una política del enemigo, se trata de demonizar al adversario y fomentar el miedo. Los partidos tradicionales alertan: “cuidado, con este cambio podría ser peor”. ¿Cómo va a ser peor? Con toda la corrupción que hay, la situación de desahucios masivos, de desempleo…

¿Esto demuestra que aquellos partidos temen que ustedes estén ganando terreno?

Está clarísimo. El poder no renuncia a sus privilegios de forma voluntaria. Las élites políticas y económicas se habían acostumbrado a apropiarse de los bienes comunes y de los recursos públicos. De repente ocurre una revolución democrática desde abajo. Ya no creemos en sus mentiras, ya no nos representan. Y si hay que presentarse a las elecciones, pues nos presentamos… pero vamos a echarlos.

¿Los procesos políticos recientes en América latina representan una referencia para ustedes? ¿Está de acuerdo con Rafael Correa cuando dice que “el hombre debe primar sobre el capital”?

Aparte de que pueda haber diferencias entre los países y los procesos políticos, creo que esto debería ser la normalidad democrática: que el representante del pueblo defienda los intereses del pueblo por delante de los intereses del dinero y de la especulación. Nadie quiere acabar ni con la empresa ni con la economía. Lo que se quiere es que la economía sea buena para todos y no para unos pocos. Los procesos de recuperación de la soberanía por la ciudadanía que ha habido en América Latina, o en Islandia por ejemplo, frente a un liberalismo desbocado y globalizado, son experiencias esperanzadoras. Luego es evidente que estos procesos tienen diferencias entre sí. Cada lugar tiene su historia, su composición social… Desde Barcelona en Comú, tenemos un proyecto municipalista, compuesto por movimientos de ámbitos diversos. Entre estos, Podemos y el Procés Constituent, que pueden referirse más a experiencias de otros países, ya que sus proyectos trascienden del ámbito municipal.

¿Cómo implementar la participación ciudadana y una mayor cercanía con el poder político-institucional al nivel de una ciudad como Barcelona?

En Barcelona tenemos una larga tradición de participación ciudadana. Aquí fueron los vecinos quienes protagonizaron la transición de la dictadura a la democracia. El movimiento vecinal ya había sido el principal bastión de resistencia a la dictadura. La idea es volver a un empoderamiento de la gente y saber que el poder siempre se vigila entre muchos. La ciudadanía activa se realizará gracias a una concepción barrial de la gestión pública. Desde Barcelona en Comú, abrimos la elaboración de la candidatura a unas 30.000 personas, con quienes creamos un código ético.

Aquí muchos inmigrantes viven (demasiado) lejos del centro. ¿Cómo remediar esta distancia sociológica, desde el Ayuntamiento?

Barcelona es una ciudad internacional y de tradición inclusiva. Queremos que lo sea mucho más. Sin embargo, es una ciudad cada día más desigual y de eso surge una candidatura como la nuestra. La situación actual es que hay ciudadanos de primera, de segunda y de tercera categoría. Desgraciadamente, los extranjeros suelen estar entre los de tercera… o de cuarta. Lo peor que le puede pasar a una ciudad que quiere ser justa y democrática es que haya quietos. Queremos todo lo contrario, es decir: incluir a toda esa gente, sea de donde sea. De hecho, el número 2 de nuestra lista es latinoamericano. (I)