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El Telégrafo

Independencia del agua

Independencia del agua
Cortesía
31 de octubre de 2020 - 00:00 - Andrea Crespo Granda

Esta es la tierra donde fundaron la ciudad. Aquí construyeron sus casas y decidieron emprender un reino.
He visto caer cuerpos, visto flores, pelotas, ramas secas, polietileno, animales, sillas, ropa, cadáveres, cuando los encontraban, las personas se reunían a su alrededor y los llevaban a la orilla con cañas largas, allí rezaban las beatas; otras veces abrían sus vientres y volvían a sumergirlos con un peso para que no regresen.

Soy espejo, pero también soy bóveda. En mí, una profundidad de barro entierra en su entraña los secretos. El azolve cubre objetos, funciona como la memoria.

He visto el rostro de una mujer acariciando su preñez. Lágrimas de personas solas que caen redondas, perladas y causan una pequeña pena. Las lágrimas de los ancianos saben distinto. Las de soledad me provocan una punzada en las sienes. Las de rabia se convierten en burbujas de metano. Hay llanto que cae espeso, ese es el de melancolía.

Mientras me recorro, huelo los jardines de ciertas casas, también el cloroformo. Huele a sangre, fritura, vegetales rancios y podredumbre. También huele a mango y a raciones de cerveza. Un gato pardo se posa en una baranda y su nariz olfatea todo.
La vegetación,
Las vísceras,
Los estragos,
La saliva.

He soñado con lunas que crecen rojas y astros que se posan en las crestas de los gallos. Soñé con obreros conjurando una marcha y cruces en el río floreciendo como un cementerio breve y olvidado. Tuve alucinaciones neones en donde se repetía la historia en una ronda de baile con caníbales. Brillantes carruseles con señoritas aladas, y amantes enfundados en ternos claros y guayaberas blancas me lanzan flores de acacias. También tuve pesadillas en las madrugadas de la fiebre, donde me recorrían lanchas rápidas y una ola de espuma blanca iba inyectando maleza en mis venas. En la pasarela de la madrugada encuentro mi boca.

He aprendido que la realidad no es Lo Real y el Sueño no siempre ocurre en la mente del agua.

Mi lengua serpentea en la superficie para tocar al viento antiguo. Viento que llega desde el mar. Atraviesa el golfo, los diversos islotes, los mangles recios y fuertes. Avanza con lujuria de bestia y suavidad de azúcar. Es caliente en diciembre, húmedo cortejo de las lluvias, profeta de los insectos resguardados en el subsuelo de la costa.

Soy el borde de la tierra donde decidieron conquistar el mar. En la calle que desemboca en el puente de El Velero, me expando para entrar hacia el norte. En ese malecón pequeño los chicos se bañaban después del colegio, de eso ha pasado mucho, ahora los colegiales son díscolas sombras.

Ahora hay carteles y luces nocturnas
Sí, es posible. Estoy viejo.

Con el paso de la luz, cambia mi rostro.
Tengo días negros como el infinito mutilado, otros días soy verde, lomo de víbora. Platino mis ondulaciones en la hora de la miel.

Entonces duermo y el sueño crece desde el lecho y sube a la superficie con forma de burbujas. Emano el perfume estacional del pantano. Adornado de lama, de mosquitos opacos y flores diminutas, compongo un reino mínimo.

Cuando comencé a bailar, mis pasos eran torpes y erráticos. Hoy me muevo por los senderos con el ritmo de las mareas. Entro en las noches, hacia el norte, profundo, Soy un vals.
En la tarde, hacia el mediodía, inicio la retirada al sur para alcanzar el océano. Entonces escapo. Es el ritmo del agua y la sal. El cloruro y el sodio que espesa el baile y las imágenes sobre mi vientre muestran fotogramas de maquetas partidas, una película silente que deja libélulas suspendidas en el cielo raso.

** MENSAJE DE LA SECRETARIA NACIONAL DE LA DEMOCRACIA **

Rafael Guerrero Valenzuela, Alberto Ordeñana Cortés, Carlos Guevara Moreno, Rafael Mendoza Avilés, Pedro Menéndez Gilbert, Emilio Estrada Icaza, Gilberto Mosquera Ferrés, Amalio Puga Pastor, Luis Robles Plaza, Pedro Menéndez Gilbert, Otto Quintero Rumbea, Assad Bucaram Elmhalin, Juan J. Paz Olmedo, Carlos Luis Plaza Dañín, Edmundo Mena Salvador, Jorge Hurel Cepeda, Guillermo Cubillo Renella, Jorge Higgins Jaramillo, Joaquín Orrantia González, Roberto Serrano Rolando, Francisco Huerta Montalvo, Enrique Grau Ruiz, Juan J. Vilaseca Valls, Juan Pendola Avegno, Eduardo Moncayo Mármol, Raúl Baca Carbo, Juan Paulson Andrade, Guillermo Molina Defranc, Jaime Macías Rivas, Vicente Norero de Lucca, Antonio Hanna Musse, Bolívar Cali Bajaña, Abdalá Bucaram Ortiz, Jorge Norero González, Jorge Perrone Galarza, Elsa Bucaram Ortiz, Harry Soria Lamán, León Febres-Cordero Ribadeneyra, Jaime Nebot Saadi, Cynthia Viteri Jiménez.

Fade a negro, retornamos:


¿Quiénes están detrás de estos nombres? , ¿de dónde llegaron?, ¿por qué sus rostros perfilados adornan el nombre de calles e instituciones de la beneficencia?

La ciudad se eclipsó ante el humo y el smog del parque automotor.
La ciudad es un camal de árboles y poetas
La perla tiene la ausencia de niñas aplastadas por el sexo, de mujeres degolladas
El desierto siempre vivió oculto en nuestras ansias.


Las hormigas también se deprimen en los orificios de construcciones mixtas. Ustedes también podrían pretender seguir ejerciendo el juego de la especie suprema. Ustedes también podrían seguir habitando los imperios heredados de un hipódromo, un club social o Instagram, pero también sabemos – como todas las nubes y seres hechos de misterio- que el avance se produce en la forma de una espiral.

Un movimiento:
El moverse se da estando atado a una cadena de seres. Los otros son un collar de cuentas de coral prendidos al cuello o las muñecas.

El sauce, la acacia, el agricultor, los samanes, las ceibas, el niño, la colegiala, la iguana, el poeta.

Un movimiento:

Los árboles apenas se divisan como el paisaje, en el recorrido por una avenida de ciudadelas que aumentan su plusvalía mientras se extingue el vuelo de los pájaros,

Aquí y ahora. Ayer y allá.

No importa el tiempo cuando nos cobija un punto indefenso en una minúscula galaxia, pero ahora es innegable mover la sangre para saber cómo y de qué forma devoramos este único mundo.

La muerte de las aves, es nuestra propia muerte.

Un movimiento de agua: 
 
Fachadas de casas de concreto no enlucido o de caña. Un barrio sobre el agua y sobre el agua el excremento y sobre el excremento los impuestos prediales de unas familias que bailan reggaetón y pasean en San Marino

He visto un sueño escrito en el cielo rojo del invierno:

NIÑAS BALEADAS, SAQUEADAS, ENCERRADAS EN CONTENEDORES,
VIOLADAS BAJO EL DESIERTO EN LAS AFUERAS DE LA CIUDAD Y TERRENOS BALDÍOS.

MILES DE JÓVENES, DE PADRES, DE AMANTES, DE MUJERES, DE HERMANOS Y HERMANAS, MASACRADOS EN EL HORROR QUE HABITA EL SILENCIO.

Y ANTE ESE HORROR. MEDARDO ATASCADO EN UN BALAZO
ARACELY, QUEMANDO SU MEJILLA,
TÁBARA, ESCRIBIENDO EN EL AGUA EFÍMERA DEL CIELO
LECUMBERRI, EN EL DESTIERRO DE SÍ.

ARRASADOS EN EL DESTIERRO DE LOS CUERPOS, ARRASADAS COMO MALEZA.

POBRES CUERPOS
DESGARRADOS, MASTICADOS
POCO A POCO
UNO A UNO
EN EL GRAN DIENTE
DEL PODER


Un movimiento de tierra:

Esta es la tierra en donde fundaron la ciudad. Aquí construyeron sus casas y decidieron emprender un reino.
Así pues, el agua nos devela que la muerte es la erosión del lenguaje, el secuestro del delirio, de las palabras.

Entonces, el gato pardo en la baranda pregunta por el amor.
Ese que surge pasando el puente de la Puntilla o en las estructuras de caña o las villas calcadas de Sauces.
El amor que crece, diminuto y sereno, en la brasa de una esquina con amigos sentados bajo los portales.
Amor pequeño, flor de mangle y pluma rosa de garza danzante del atardecer.
Amor, hecho a la medida y fuerza de Antígona. Rompe la ley en sus escaramuzas en bares, en el Cabo Rojeño y un Club de Trabajadores devenido a estación de trabajo sexual.
Las ciudades se congestionan con espectros; la frontera ya no es ese lugar distante al cual temíamos o al cual se llegaba con el exilio. La ciudad es la frontera. Algunas y algunos estamos así, habitando la tierra de nuestra carne.


**QUE SON TIEMPOS EN LOS QUE LA TIRANÍA DEJÓ EL EJERCITO Y SE TRASLADÓ
A LAS VALLAS PUBLICITARIAS. ASÍ, SIN MÁS**

Y aún así, he visto el amor crecer por igual bajo el sol y el aguacero.

Acontece el árbol
Y acontece la noche
El resto es un débil aroma de polvos; luces del ayer.
Caminar por el lecho del estero, roca negra de melancolía, es un suspiro
Y la luna mengua su oración de amante,
De flâneur amarillo, viajero de soles
Caníbal yerto en el oleaje del alma

Andar, seguir el curso del agua como quien tropieza con una gema incautada a los dioses
El lodo es un yunque podrido amarrado a tus pies
Tomo tu mano en este sigilo de noche y con mi sangre pronuncio: Amor
Sintagma particular
Vaivén de colores
Y erecciones en las manos

Amor: rito metódico de los casados
O sinfonía inconclusa de adolescentes napolitanos
Amor: prisión de la esperanza,
Miel de un lirio atesorado en lo profundo de la morada del cíclope.


Recorremos el lazo del agua y mi vientre punza
Veo tu rostro con cientos de prismas de sudor cubriéndote:
Eres un vitral de hombre
Soy una nube de helio
Somos dos circunstancias a la espera de la hora del café
Y el amor nos irrumpe como ola dormida
Balancea nuestros cuerpos en la espiral.

Primero es el deseo ,
Una daga incinerada que abre paso de braza por los órganos.

Al borde de la madrugada, nosotros somos niños degollados
Tu cuerpo se abre en mí y yo evaporo mi alma en tus sustancias azules
Esta es una contienda de fieras
Su juego es azaroso y primordial

Así se siente tu carne: como un pétalo destrozando las paredes del mangle,
Como la llamarada de un abismo cobijando nuestra tristeza en su regazo

Las lecciones de la piel a veces pueden ser gratas , otras veces son tajos abiertos con el pulso de la crueldad.

Este es el deseo:
Un arroyo se hincha hasta la muerte
Unos dientes muerden un hombro
Sumergen un grito de azúcar
El deseo es infinito
El placer, efímero en su degradación

He visto las estratagemas de odio y la ternura. Así que estoy aquí, deambulando como un mendigo que ya no es más visible, incendiando con hilos de oro la tierra de sal y bosque en la que decidieron fundar esta melancolía. 

*  Andrea Crespo Granda, escritora. 

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