Hingis clasificó a dos finales de doble en el US Open
Ahora que su carrera ha tomado un segundo aire convirtiéndola en la diva del doble, Martina Hingis debería pensar en sacar una marca de vino, y hacerle marketing con la conocida frase de "mientras más viejo, mejor".
A sus 36 años se clasificó este viernes a dos finales del Abierto de Estados Unidos de tenis, que jugará el domingo en busca del título 106 de su extraordinaria carrera, el 63 en dobles y el séptimo del año con la taiwanesa Chan Yung-Jan, como pareja en la prueba femenina.
En el doble mixto se clasificó a la disputa del título con el escocés Jamie Murray, mismo con el que ganó este año en Wimbledon, por tercera vez en su carrera, pero con diferentes compañeros.
Su leyenda se sigue agigantando en cada raquetazo, como si los 43 títulos individuales -incluidos tres Abiertos de Australia, dos Roland Garros y uno per cápita de Wimbledon y US Open- no fueran suficiente para convertirla en inmortal del tenis.
Flushing Meadows, sin ella, es como una pasarela de Nueva York sin la supermodelo brasileña Gisele Bündchen, la mejor pagada del mundo.
Sólo que hoy ha perdido esos aires de estrella de los años 90, cuando reinaba en un circuito de la WTA antes de la aparición de las hermanas Venus y Serena Williams.
Su estilo clásico y elegante fue superado por la potencia de las Williams, progenitoras del tenis-fuerza de la actualidad, pero Martina encontró en los doble un nicho donde seguir medrando.
US Open 2017
En este US Open de 2017, Hingis da lecciones de cómo jugar dobles, imitando a la legendaria Martina Navratilova, otra incombustible que reinó en las pistas de los años 1970-80, conquistando 167 títulos individuales de la WTA, 18 de ellos de Grand Slam, la mitad de ellos en Wimbledon.
Cuando los reflejos no fueron los mismos, la Martina nacida en Checoslovaquia y nacionalizada estadounidense se fue a los dobles para ganar 177 coronas, 31 de las cuales fueron de Grand Slam.
Da la casualidad de que Hingis nació también en la antigua Checoslovaquia, en la parte que hoy es Eslovaquia, y de niña se trasladó con sus padres a Suiza, donde adquirió la ciudadanía y comenzó su carrera a los 14 años, cuando se convirtió en profesional.
La helvética fue la tenista más joven en alcanzar el número uno y la de menor edad en conquistar un Grand Slam.
Se retiró dos veces y regresó otras tantas, porque no podía estar sin una raqueta en la mano. Por un tiempo entrenó a jugadoras y tuvo partidos de exhibición pero eso no iba con ella, con su fogosidad en las pistas.
La primera en 2002, a los 22 años, a causa de lesiones crónicas en los ligamentos de los pies. La segunda, en 2007, tras una polémica suspensión por consumo de cocaína, algo que siempre ha negado.
Ya no es la diva del circuito, ni da conferencias de prensa en la sala principal de Flushing Meadows, pero de alguna forma se las arregla para seguir jugando en la cancha principal Arthur Ashe.
El domingo estará en dos finales, con apenas minutos de recuperación entre una y otra.
Pero no es nada nuevo. Ella saldrá a hacer su trabajo, como en 2015, cuando ganó ambas finales de pareja con Sania Mirza, en el femenino, y Leander Paes, en los hombres.
"Al final del día lo que vale es haber hecho bien el trabajo. Si te mantienes preparada, y fuerte mentalmente, los trofeos llegan", subraya, y deja flotando en la sala de prensa esa eterna sonrisa suya de la victoria. (I)