De Ecuador a la Patagonia
Después de más de dos meses juntos, cansancio, algunas discusiones y de hacer nuevos amigos, José Cobo, Nicolás Navarrete y Daniel Carrión lograron llegar a la cumbre del monte Fitz Roy, en la Patagonia, y culminar un proyecto que lo habían pensado hace dos años, pero que tardó en ejecutarse por varias causas.
En julio del año pasado acordaron que el viaje lo realizarían a inicios de 2011, por lo que desde entonces se dedicaron a reunir dinero y conseguir auspicios para la expedición.
“Llegamos al pueblo que se llama El Chaltén, que está en la base del Fitz Roy, y estuvimos mucho tiempo ahí, porque el clima no era propicio para continuar”, comentó Nicolás, de 23 años.
Avanzaban hasta un punto y luego debían regresar, por la lluvia; después lo intentaban de nuevo, pero el viento los hacía retroceder. Tuvieron que pasar tres intentos para lograr completar el ascenso.
Pero la última parte del trayecto, una escalada de 650 metros en una pared, les tomó 48 horas continuas antes de llegar al tope. “Fue una de las partes más difíciles, porque por el cansancio yo me quedaba dormido mientras escalábamos. Pero fue un trabajo en equipo que nos permitió cumplir con nuestra meta”, añadió Navarrete.
Cobo explicó que el ascenso es para escaladores experimentados, por lo que no existen guías que indiquen por dónde deben ir. “Lo que quieres como equipo es llegar a la cumbre de alguna forma. Lo chévere es uno mismo descubrir los senderos, perderte y encontrar la ruta de nuevo”, dijo.
Las únicas guías que recibían eran las de otros escaladores que también buscaban la cima del Fitz Roy. “Conoces otra gente que está dispuesta a ayudarte y eso es lo que encuentras en el camino. Nos encantan cualquier tipo de aventuras”, aseguró Cobo, que estudió Ecoturismo en la Universidad Católica.
Por momentos la tensión les ganaba a los tres ecuatorianos, que tuvieron algunas discusiones que no pasaron a mayores. “Los tres somos tranquilos, pero es difícil tomar una decisión correcta estando ahí, porque te puede costar. Uno quería hacer una cosa, el otro lo contrario. Al principio estábamos todos descarriados, pero luego ya nos organizamos mejor”, dijo Navarrete.
Daniel Carrión, el mayor de todos y el de más experiencia, asumió la responsabilidad del resto y desde ahí la expedición se tornó más tranquila para alcanzar el objetivo.
Una característica de la zona es que el agua de los ríos cercanos es apta para el consumo humano, lo que les facilitaba su alimentación en las alturas.
Por ejemplo, para preparar tenían leche, jugo y sopas en polvo, y compraban alimentos propios de la zona como jamón, queso o salami. “Con eso nunca tuvimos problemas, porque la cuestión del agua nos facilitaba mucho la preparación de los alimentos”, comentó Nicolás.
Las anécdotas no pudieron faltar en un viaje de larga duración como el de los escaladores. La más recordada fue cuando por poco se queman sus cosas en la cabaña.
Otros montañistas preparaban un asado en el exterior y de alguna manera el fuego se extendió dentro del lugar. Ropa, cuerdas, arneses, cámaras de fotos y una laptop por poco se pierden por las llamas, pero varios habitantes del pueblo colaboraron para evitarlo e incluso los bomberos llegaron al lugar.
“Por suerte no había nadie adentro, pero casi perdemos hasta nuestros documentos”, contó Cobo entre risas, después de que pasaron tremendo susto ese día.
Dijeron que gastaron cerca de 2.500 dólares cada uno para la expedición, eso sin contar con la vestimenta y equipos, ya que con auspicios lograron financiarla. Además, filmaron todo el recorrido y en tres semanas más planean presentar un documental de su aventura. Aún no está definido, pero para el próximo año planean ir al valle de Yosemite, en EE.UU.