Una indígena mexicana enseña a niñas a ‘patear’ la violencia de género
Guadalupe García era una sirvienta más de México antes de que se topara con un balón de fútbol. Con 1,55 metros de estatura y talla pequeña, rápidamente descubrió que estar en la cancha es “un acto de rebeldía” contra la violencia de género.
En los dos últimos años esta indígena convertida en entrenadora, de alegres ojos negros y amplia sonrisa, ha logrado que a través del fútbol unas 300 niñas de la etnia mazahua del estado de México, en el centro del país, descubran su capacidad física y a decir: “este cuerpo es mío y nadie lo toca si no quiero”.
Este distrito vecino de la capital registra el mayor índice de asesinatos de mujeres en México. Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, en 2016 ahí fueron asesinadas al menos 263 mujeres.
Sus cadáveres son encontrados casi cotidianamente con huellas de violación, mutilados, semicarbonizados, flotando en ríos de aguas negras o hasta enterradas en las habitaciones de sus verdugos.
“¡Vamos a apoyarnos todas!”, grita la entrenadora antes del arranque del partido de la selección mazahua femenina -25 jugadoras de entre 16 y 26 años- contra Hadas B, de una escuela privada de Toluca, capital del estado.
Las Hadas arrasaron 4-1 en este partido de la Liga Mexicana de Fútbol Femenil, categoría premier, disputado el domingo 29 de octubre.
Pero por encima del resultado, para Lupita, como la llaman cariñosamente, lo importante es que las chicas se sientan empoderadas en una región donde muchos padres de familia aún se oponen a que sus hijas abran las piernas en la cancha.
En poblados indígenas o de gran rezago social de este y otros distritos mexicanos los derechos de las mujeres son violentados de manera constante. A muchas se les impide el acceso a la educación y oportunidades de desarrollo.
Algunas de las desafiantes indígenas del equipo podrían tener una brillante carrera deportiva.
Cuatro de las chicas reclutadas por Lupita ahora militan en clubes que les dan becas completas de estudio, además de vivienda y alimentación.
Una de ellas, Liliana González, ha llamado la atención de directivos de la selección nacional femenina.
Las jugadoras escuchan las instrucciones de la directora técnica durante uno de los entrenamientos. Foto: AFP
Abuelo asesino
Guadalupe García, de 34 años, nació en una familia pobre del norte del estado de México, ella afirma que luchar contra la violencia de género no ha sido fácil.
“Mi madre quedó huérfana a los 11 años porque mi abuelo mató (a golpes) a mi abuela en el lugar donde guardaba el pulque” (bebida alcohólica), relata entre los gritos de fondo de sus jugadoras.
Su padre fue alcohólico durante dos décadas y sus dos hermanas fueron obligadas a casarse entre los 14 y 15 años.
Antes de saber que podía patear un balón, ya trabajaba como empleada doméstica. “Pero mi gusto por la lectura me permitió descubrir cosas y entonces me volví desobediente”, rememora divertida.
Regresó entonces a su comunidad de San Juan Coajomulco y poco después se encontró jugando en equipos amateurs de fútbol.
“Para mí, estar en un campo de fútbol ha sido un acto de rebeldía (...). Me permitió no quedar embarazada tan chiquita, para no casarme”, dice García, que contrajo matrimonio a los 23 años y es madre de dos niños.
Está entregada completamente al reclutamiento de las niñas y a talleres que imparte de forma obligatoria a las jugadoras para hacerlas conscientes de la violencia de género. Su club es financiado por organizaciones defensoras de derechos humanos.
Lupita participará en el Women’s Forum México 2017, que se celebra esta semana en la capital del país con la ponencia ‘Amazing Women’ (Mujeres increíbles).
“Una es capaz”
Rocío López, de 26 años y directiva de un albergue indígena educativo, marcó el gol de la honra de las mazahuas en el partido disputado en un campo rodeado de mazorcas de maíz secas.
“Los hombres aprenden a ver que una es capaz”, comenta esta goleadora, que entra al campo con los labios pintados de un coqueto color anaranjado.
“Si el hombre “toca el balón, nosotras también, (si) él se pone shorts, nosotras también”, dice de forma desafiante Rocío, quien ha conocido vecinos que a sus hijas no las dejan (jugar) “porque van a venir a abrir las piernas”.
Otro de los frutos del trabajo de Lupita es Liliana González, de 14 años. Es portera estrella del club Lioness FC, en el municipio de Metepec; hoy en día está becada. Vive lejos del hogar, pero su semblante no muestra nostalgia alguna.
“El fútbol ayuda a desquitarte, pero con el balón del machismo”, dice Lili, quien porta la casaca de Lioness, que por atrás proclama: “What is life without goals” (Qué es la vida sin metas).
Recientemente tuvieron un encuentro con la selección nacional femenina y los directivos se fijaron en Lili. “Les gustó”, asegura su entrenadora.
Esta guardameta, que detiene sin flaquear todos los balones que le lanza su timonel, afirma que cuando juega se siente “libre de todo”. (I)