Richard, comparado con el ciclista italiano Claudio Chiappucci
Nunca en la historia ultracentenaria del Giro en Italia, que llega a su edición número 102, un ecuatoriano se había vestido con la maglia rosa.
Es una primera vez histórica: la Gazzetta dello Sport, este diario que organiza esta vuelta desde siempre, conocida a nivel mundial, ha estado positivamente golpeado por un ciclista extranjero.
Richard Carapaz representa un elemento novedoso. Es verdad, nosotros italianos, apostamos por Vincenzo Nibali, pero si nuestro pedalista no alcanzara a vencer, estaremos muy felices del eventual éxito de Carapaz este domingo, en Verona, la ciudad de Romeo y Julieta.
Italia es un país en el cual vive una fuerte comunidad ecuatoriana, especialmente al norte, en el triángulo industrial entre Milán, Turín y Génova.
Ellos son personas que, más allá de cualquier exceso fisiológico (beber los fines de semana), se han integrado de la mejor manera a esta península y desarrollan trabajos importantes en el sector social.
Muchas mujeres ecuatorianas se ocupan de cuidar a nuestros ancianos: padres y abuelos. También ayudan a criar a nuestros niños. Y tantos hombres ecuatorianos son obreros y albañiles en el sector de la construcción.
Carapaz corre también por todos ellos. En estos días, luego de las bajadas y subidas del Giro en Italia, hemos visto tantas banderas tricolores: amarillas, azules y rojas, con el cóndor de alas abiertas sobre el escudo nacional. Muchas de esas banderas las agitaban los residentes ecuatorianos en Italia.
Es claro para esos migrantes que el liderazgo de Carapaz, en esta vuelta ciclística, representa un momento de orgullo y de venganza. Orgullo porque quien encabeza el Giro de Italia es ecuatoriano, uno de los nuestros. Y venganza porque los migrantes también podemos ser campeones.
Nosotros, italianos, hemos sido y en parte somos todavía un pueblo de emigrantes: cuando Fausto Coppi y Gino Bartali ganaron el Tour de France, en los años cuarenta y cincuenta, los italianos del país galo exhibían la misma pasión y entusiasmo que hoy notamos en los ecuatorianos residentes en Italia por el ciclista Richard Carapaz.
Y después en el aspecto humano y ciclístico, Carapaz viene de una familia humilde, de campesinos. Creció en un pueblito del norte de Ecuador, en los Andes.
Él tiene a su espalda una historia de redención, su trayectoria demuestra cómo el deporte puede elevar a los hombres y mujeres a mejorar sus condiciones.
Nos gusta la actitud de Carapaz de resistencia al cansancio y al sufrimiento. Él se formó en las alturas de Carchi y es un montañista natural. Al mismo tiempo, es resistente y ágil.
Es un señor de las alturas y sabe cuándo es tiempo de respetar a los contrincantes, con un ritmo constante.
También conoce cuándo es momento de atacarlos con rasgaduras fulminantes.
Cada día, el ciclista ecuatoriano Carapaz es más famoso en el “Belpaese”. Al final de las carreras, muchos italianos le piden autógrafos y tomarse selfies con ellos.
Quieren guardar esos recuerdos del joven extranjero que lidera el Giro de Italia 2019. También se inventaron juegos de palabras con el apellido del pedalista sudamericano: por ejemplo, “Tutti pazzi per Capataz (todos locos por Carapaz)”. O “Capataz Carapaz”.
Asimismo, crece el entusiasmo alrededor de él, de su profesionalismo y de su simpatía como ser humano. Pero, sobre todo, los italianos ven que hay mucha similitud entre Richard Carapaz y nuestro ciclista, Claudio Chiappucci. ¡Es algo impresionante!
A Chiappucci lo llamamos el “Diablo”; él ha sido uno de los grandes pedalistas italianos de los años ochenta y noventa. Es uno de los deportistas más amados por la gente.
Ambos, Carapaz y Chiappucci, tienen la misma técnica y parecen hermanos. La otra noche se encontraron en el hotel del team Movistar y se fotografiaron juntos: el “Diablo” (Chiappucci), y el Diablito” (Carapaz). ¡Qué viva Richard Carapaz! (I)