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Seleccionada nacional en atletismo de velocidad

Narcisa Landázuri: “El atletismo empezó para mí como un castigo”

Narcisa Landázuri: “El atletismo empezó para mí como un castigo”
Foto: Miguel Jiménez / El Telégrafo
14 de febrero de 2018 - 00:00 - Redacción Fanático

Sonriente, Narcisa Marizol Landázuri Benítez (26 años), termina su práctica diaria en el estadio de atletismo Los Chasquis de Quito. El quemante sol, que la obliga a hacer visera con la mano, le recuerda el calor de la infancia en su natal Esmeraldas.

Atrás quedaron los días cuando corría descalza por las polvorientas calles del barrio Cordero Crespo y dividía su tiempo entre los estudios, los juegos y el trabajo para ayudar a sus padres.

Correr... correr es fácil, pensaba, por eso, maquinando con picardía, eligió el atletismo como el castigo que el rector del colegio José Basurto Mendoza le dio a escoger para “enderezarla” por su mal comportamiento.

En ese entonces, ni sus entrenadores, Jorge Casierra y Roberto Erazo, vaticinaron que la sanción se convertiría en el medio para sacar adelante a su familia.

Con un brillo de satisfacción en la mirada, Marizol se traslada a experiencias más frescas: su participación en los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016, su aporte en la Tricolor durante los mundiales de postas 4x100 metros en 2015 y 2017 y su presencia en los relevos del Mundial de Atletismo Londres 2017.

El 12 de agosto en Londres, ella, Ángela Tenorio, Romina Cifuentes y Yuliana Angulo registraron el nuevo récord nacional en la posta femenina de 4x100 metros al parar el reloj en 43s94c.  

¿Cuáles son sus planes en 2018?
Mejorar las marcas, tratar de salir al exterior los primeros meses del año. La planificación depende del presupuesto del Ministerio del Deporte, puede ser que algunos que estuvimos el año pasado en el Plan de Alto Rendimiento no estemos este año.

¿A cuánto desea bajar su marca?
El año pasado tenía el objetivo de llegar sobre los 11s10c, estamos empezando bien 2018, a pesar de que iniciamos tarde porque tuvimos Juegos Bolivarianos casi al final de 2017. El objetivo es comenzar bien, tenemos el campeonato nacional el 24 y 25 de marzo en Cuenca.

¿En qué fase del entrenamiento están?
En la preparación general. En esta parte tenemos que acumular fuerza, volumen, resistencia, trabajo aeróbico. La temporada general es como una mochila a la que tienes que cargar con provisiones para todo el año. Lo principal es cumplir bien esta etapa, si no lo haces, al final de la temporada no tendrás buenos resultados.

¿Cuentan con lo necesario en implementos, vitaminas, hidratación...?
No hasta que el ministerio saque el presupuesto del Alto Rendimiento. Cada año tenemos un stand-by de tres o cuatro meses en lo que a recursos se refiere. Cuando ya se va acabando marzo recién sabemos quién está y quién no en el Alto Rendimiento. Imagínese, si nos sujetáramos al presupuesto deberíamos comenzar a entrenar en marzo, pero nosotros tenemos que trabajar siempre. No podemos parar.

¿Cómo está la convivencia entre ustedes? Las chicas que conforman la selección de velocidad tienen fama de llevarse bien...
Llevo tres años con el ‘profe’ Nelson Gutiérrez; en tres años hemos logrado cosas maravillosas. Tengo amigos que me dicen: ‘Negra’, yo entreno 12 años y no he logrado clasificar a Juegos Olímpicos. Al ‘profe’ lo consideramos un padre, nos ha unido como familia, nos dice que debemos llevarnos bien, así tengamos rivalidad al competir en la misma prueba. Si alguien necesita algo, todos colaboramos.

¿Es esa unión la que las impulsó a ustedes, las velocistas, a ayudar a Álex Quiñónez a regresar a las pistas?
Sí. Álex es muy buen ser humano y como deportista tiene el talento, nadie puede negarlo. Me alegró mucho cuando él tomó la decisión de volver. Nosotras hablamos con él, le ayudamos, pero fue él quien decidió. Estamos felices de tenerlo aquí, de que se integre a nuestra familia, de que esté con nosotros y, al final, de que tenga buenos resultados para él y para su vida personal.

¿Álex les ha agradecido de alguna forma. Dicen que cocina bien. O a lo mejor les llevó una serenata, chocolates, algo...?
¿Serenata?, si canta feísimo, le digo que mejor se dedique al atletismo. Cuando él llegó a Quito vivió algunas semanas en mi casa, allí lo escuché ¡Canta horrible! (risas). Eso sí, cocina muy bien. Incluso los martes y jueves, cuando nos toca doble jornada, cocinamos aquí. Abajo de las gradas del estadio implementamos una habitación; allí comemos, nos reímos, compartimos... siempre le hacemos preparar la comida a él. Le sale muy bien el tapao arrecho, el encocado, el ceviche...

En lo relacionado al estado de ánimo, ¿cuánto ayuda que los seres queridos respalden lo que hace el deportista?
Mis familiares están felices con verme en la televisión, en alguna publicación. Le doy gracias a la vida y a ellos porque me han apoyado siempre, pese a la pobreza en la que mis padres se criaron; creo que la mayoría de deportistas de Alto Rendimiento venimos de un hogar humilde. Me da gusto que mis padres y mis cinco hermanos estén conmigo en las buenas y en las malas. Eso me ayuda a seguir mejorando.

¿Pobreza? ¿En qué trabajaban sus padres?
Mi papá se llama Ignacio, tiene 64 años, ya se jubiló; era panificador. Mi mamá se llama María, tiene 54 años; ella no podía trabajar porque desde que sufrió un accidente, hace mucho tiempo, tiene lagunas mentales. Llegó un momento en que no hablaba, no comía, no sabía ni quiénes eran sus hijos, pero desde que entré al Alto Rendimiento he tenido el dinero para pagar un hospital y las terapias. Está mejorando.

¿Así que de niña pasó necesidades?
Crecí en el barrio Cordero Crespo, de Esmeraldas, mis padres todavía están allí. Yo andaba sin zapatos. Un tiempo viví con una tía que era profesora de turismo y casi nunca pasaba en la casa. Tenía 12 años cuando empecé a trabajar en una panadería, primero vendiendo el pan, luego me ascendieron a cajera porque era buena para los números. Laboré allí hasta que me gradué del colegio y luego me fui a vivir a Guayaquil para estudiar enfermería en la Universidad Estatal, después dejé la universidad por el deporte.

¿Y cómo se relacionó con el atletismo?
Tenía casi 13 años, estaba en el primer curso del colegio José Basurto Mendoza. Sinceramente era una niña problema: les pegaba a los niños, les rayaba los cuadernos, les sacaba las hojas y se las hacía bolitas para botarlas.

Un día, el rector Edwin Caicedo, a quien le decíamos el ‘Mocho’ porque había perdido una mano, me dijo que estaba cansado de mí y me pidió escoger un deporte para ver si mejoraba mi conducta. No elegí el fútbol ni el boxeo porque no tenía pelota ni guantes; escogí el atletismo porque pensé que solo se trataba de correr.

¿Y sus propósitos de vida?
Ya no quiero estudiar enfermería porque todo lo relacionado con la salud es desgastante, deseo seguir comunicación. En el deporte, como todos, sueño con un podio olímpico. Además, me gustaría ser Ministra del Deporte para contribuir con los chicos que vienen detrás de nosotros. (I)

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