Amboya cambió el atletismo por el arbitraje
Con una sonrisa espontánea y de evidente orgullo, Mónica Amboya, quien se convierte en la primera mujer réferi ecuatoriana en participar en un mundial de fútbol femenino, abre sus puertas para conocer su vida y la participación que la coloca en un ícono de progreso deportivo.
Además del conocimiento y la buena aplicación de las reglas del fútbol, la FIFA escogió a Amboya por su buena respuesta física. Ella es la única de las 95 réferis que hay en Ecuador que pasó las pruebas físicas establecidas para los hombres, lo que le permite dirigir en torneos masculinos.
Por su perseverancia, en 2016 fue convocada por la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) para que participara en el Mundial Femenino Sub-20 de Nueva Guinea. Allí debutó como árbitro asistente en el partido entre Alemania y México; además, estuvo presente en el cotejo entre Nueva Zelanda contra Francia.
Mónica Amboya Saque nació en Riobamba el 9 de junio de 1982, esta joven de piel trigueña es la primera de tres hijos, desde niña se inclinó por los deportes; se organizaba con sus amigos y vecinos para jugar en la calle de su casa o en los parques.
Margarita Saque, madre de Mónica, entre carcajadas y recuerdos comentó que su pequeña hija siempre andaba tras el balón de fútbol. “Solía ser bien traviesa, nunca estaba quieta, siempre la vimos como una deportista”.
Sus habilidades la llevaron a los 12 años a ingresar en el atletismo, lo que la coronó como campeona sudamericana en los 3.000 metros con obstáculos, campeona juvenil en la misma categoría, a nivel de Ecuador obtuvo el récord absoluto de 3.000 metros con obstáculos y fue campeona bolivariana.
A la edad de 15 años ingresó a cursos de arbitraje. Aquello fue debido a que siempre estuvo rodeada de personas inmersas en esta materia, como su entrenador de atletismo, quien era preparador físico de los árbitros.
Más adelante conocería a su esposo y padre de sus dos hijas (una de 17 años y otra de 11, la última de ellas sigue los pasos de Mónica y ya inició sus entrenamientos de atletismo), él también fue árbitro y dejó las canchas hace dos años. En la actualidad se desempeña como asesor e instructor de árbitros.
A los 16 años, Amboya optó por ser árbitro profesional en cuarta categoría, para escalar hasta la segunda en la cual pasó alrededor de 15 años. Después de un arduo trabajo, vio recompensado su esfuerzo y dedicación el 3 de diciembre de 2018.
En esa fecha le comunicaron que había sido escogida para estar entre los 27 árbitros y 48 asistentes designados por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) para participar en el Mundial de Fútbol Femenino en Francia 2019.
“Es una gran noticia para todos, porque mi hija se ha esforzado mucho, largas horas de trabajo, de sueño, de estar concentrada en ello y a veces no estar con su familia por los viajes que realiza, esto es fruto de su labor, estamos felices y orgullosos”, añadió Saque.
A sus 36 años, Mónica ha llegado a lo que ella considera la parte más importante de su carrera, no solo por el tiempo que le ha demandado, sino por ser la primera ecuatoriana en ocupar este sitio que le permitirá “ejercer justicia en la cancha”.
Para eso la joven deportista realizó pruebas físicas, como piques de velocidad, carreras intermitentes, carreras de distancias cortas, cambios de velocidad, pruebas específicas para asistentes, un total de 10 pruebas al año.
Mientras que en lo académico rindió exámenes en línea, en los que se colocaba un video de un partido de fútbol y la profesional debía analizarlo y dar su punto de vista, sobre técnicas y faltas durante el juego.
Su trabajo ha sido constante, debido a que tuvo que alternar estas pruebas con su horario de trabajo, ella se desempeña como profesora de matemáticas en la Unidad Educativa Jefferson, de Riobamba.
“Pero lo logré, estoy feliz, mis padres siempre me enseñaron que debía hacer lo que a mí me gusta. Todo ha sido sacrificio, pero he visto que ha valido la pena”, indicó Amboya.
Mónica admiraba a Janeth Caizalitín, una atleta ecuatoriana nacida el 21 de abril de 1974 y considerada una de las mejores corredoras de fondo y medio fondo que tenía el país, incluso llegó a recortar sus fotografías de periódicos, pues “era su inspiración”.
Amboya vio uno de sus sueños cumplidos cuando iniciaba su carrera, al competir con su atleta favorita (Caizalitín), quien estaba por retirarse de los escenarios deportivos.
“Ella, mi ídolo, me ganó con un paso, fue una satisfacción inmensa compartir la pista. Me di cuenta de que podía alcanzar mis objetivos y eso me impulsó. Siempre quise incursionar en cosas que dicen que son solo para varones”. (I)