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Kobe Bryant, un genio obsesionado con ser el mejor

 Un ganador nato con una única meta:ser el mejor de todos los tiempos.
Un ganador nato con una única meta:ser el mejor de todos los tiempos.
Foto: Internet
27 de enero de 2020 - 00:00 - Redacción Fanático

De él decían que era un genio metódico, un obseso del baloncesto como un maestro del ajedrez, solitario, poco tolerante, frío y exigente al máximo con sus compañeros.

Un ganador nato con una única meta: ser el mejor de todos los tiempos.

Kobe Bryant, que falleció este domingo  en un accidente en helicóptero en Calabasas (California)  junto con su hija  Gianna  de 13 años,  es quizás el más brillante Laker que ha dado la popular franquicia de Los Ángeles.

Bryant, el menor de tres hermanos e hijo del exjugador de la NBA Joe Bryant, se despide como lo que era, un mito, con cinco anillos de la NBA en el bolsillo, máximo anotador de sus idolatrados Lakers tras superar los 25.192 puntos del mítico Jerry West, y el cuarto máximo anotador de la historia de la liga profesional americana.

Fue elegido 18 veces para el equipo All-Star y se llevó dos medalles de oro en los Juegos Olímpicos de 2008 y 2012, en permanente competencia con Michael Jordan por ser el mejor.

Eran parecidos en la pista, pero muy distintos fuera de ella. Aunque era la estrella indiscutible del deporte californiano, un hombre que podría hacer lo que se antojara con su salario estratosférico -23 millones de dólares anuales-, apenas se dejaba ver en público o como parte del “star system” de Los Angeles durante su etapa en activo. En total fueron 20 temporadas con el equipo.

Entonces pasaba gran parte de su tiempo libre con su mujer en su casa de Newport Beach, jugando con sus hijas y estudiando a sus rivales.

La canasta era su única obsesión. Quizás por eso apenas dormía por la noche, acostumbrado a cinco o seis horas de sueño para levantarse de madrugada y machacarse en el gimnasio junto a su preparador físico.

Después, volaba en su helicóptero privado hasta la azotea de un hotel de lujo en el centro de la ciudad, donde se concentraba unas horas antes del comienzo de cada partido en el Staples Center.

Y si había entrenamiento, el vuelo era hasta una zona privada del aeropuerto internacional de Los Ángeles, para después regresar a su mansión de estilo mediterráneo -adquirida en 2002 por cuatro millones de dólares- a dormir la siesta. (I)

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