Eliud Kipchoge se desafía así mismo
Quienes lo han corrido lo saben: el último de los 42 kilómetros de una maratón es el infierno. Las piernas se acalambran, el pecho se oprime, los pulmones piden aire, la vista se nubla. La mente quiere seguir; el cuerpo no responde. En los rostros de los corredores hay muecas de dolor, ojos desorbitados, llanto…
A Eliud Kipchoge no le pasa eso. Él sonríe. No por los miles de euros ni los récords mundiales. Sonríe porque correr fue la única forma que encontró para sobrellevar su infancia en la siempre convulsa Kenia.
Con 34 años, el maratonista más veloz de la historia pretende romper su propio récord mundial de 2 horas, 1 minuto y 39 segundos el domingo 28 de abril en la Maratón de Londres, la tercera de las seis pruebas “Majors” del año.
La justa masculina empezará a las 05:10 de Ecuador, mientras que la femenina arrancará antes, a las 04:25. No todo ha sido éxito en su vida. La guerrilla le arrebató a su padre cuando era muy pequeño.
Para ir a la escuela, caminaba 3 kilómetros diarios y cargaba bidones de leche de su casa al mercado del centro de Nandi, donde trabajaba su madre, quien no podía mantener a él y a sus cuatro hermanos con su sueldo de maestra de preescolar.
Si no tiene una línea de calzado deportivo o una bebida energética con su nombre es porque su estilo de vida se parece más al de un monje franciscano que a la de un atleta de élite. Y eso que fue reconocido por la IAAF como el Mejor Atleta de 2018 y recibió el Premio Laureus a la Mejor Hazaña Deportiva por el récord mundial que consiguió en Berlín, en septiembre.
Afincado casi todo el año en las altas tierras de Kaptagat, Kipchoge se entrena en el centro deportivo de Global Sports junto con otros 30 corredores que también se preparan para ser fondistas o maratonistas. Su equipo se llama NN Team y de ahí egresan campeones mundiales y olímpicos: es la cantera de Kenia en el atletismo.
Los documentales Breaking 2 (2017) y Eliud (2019) revelan parte del secreto: el trabajo en equipo. Si bien la maratón es una prueba en solitario -no son pocos los psicólogos que afirman que correr largas distancias significa librar las peores batallas internas-, la fortaleza mental para concluir una prueba tan dura se obtiene a partir del trabajo colectivo.
El del keniano, sin embargo, no es un equipo que obedezca a la fórmula occidental atleta-entrenador-metodólogo-médico-masajista-psicólogo-científico; es más elemental: la vida en familia.
Aunque Kipchoge es el atleta más destacado del equipo, en Global Sports todos se levantan a las 5 de la mañana, realizan calentamientos, corren por el valle, desayunan pan blanco y té, friegan el piso, ordeñan vacas, leen un poco, cocinan, podan el jardín, lavan los baños y discuten sobre fútbol, libros y asuntos familiares.
El objetivo, dice Eliud, es formar lazos que fomenten la estabilidad emocional. “Esto no se trata de piernas, sino de mente y corazón”, afirma el corredor. (I)