Darwin Castro, de la oscuridad a la gloria deportiva
Darwin Castro competirá en los Juegos Parapanamericanos de Lima, lo que significa una revancha para él. Ahora quiere traer la presea dorada, luego de que en Toronto 2015 tuvo que conformarse con la de bronce en los 5.000 metros.
Ahora también tendrá la motivación de ser el abanderado de la delegación nacional -ya lo fue hace cuatro años- y aquello representa una enorme felicidad para él y sus dos guías: Sebastián Rosero y Diego Arévalo. En Lima competirá en las pruebas de los 5.000 y 1.500 m.
El atleta tiene grandes posibilidades de medalla en ambas competencias. Rosero es optimista en ese sentido y siente que la preparación ha sido la óptima para conseguirlo. “Ya fue medallista y la intención es revalidar esa presea o mejorar. Hemos visto las posibilidades, estadísticas y contrincantes, y lo que estamos para pelear por el oro en las dos pruebas”.
Darwin se siente tranquilo para afrontar un nuevo reto parapanamericano. Hace dos años cambió de entrenador y ahora es dirigido por el cuencano Julio Chuqui; el progreso ha sido aún mayor en su disciplina.
Chuqui ya tuvo éxito con sus dirigidos en los Panamericanos y las preseas doradas de sus pupilos aún están muy frescas. Brian Pintado, en los 20 kilómetros marcha, y Johana Ordóñez, en los 50 kilómetros marcha, engrosaron la lista de metales dorados para Ecuador.
Ahora espera repetir aquello en Lima y esta vez sí estará presente en Perú, luego de que no pudo estar junto a los atletas en los Panamericanos.
Hoy, Castro tiene 26 años y ya son 10 desde que su mundo se tornó en oscuridad. Los tres primeros años fueron los más difíciles para él, pues tuvo que asumir lo que sería su vida de ahí en adelante.
El deporte fue la herramienta para superar la depresión que le produjo la pérdida de su visión. Aquello sucedió por una mala práctica médica, tras un trasplante de córneas. El deportista tiene queratocono y glaucoma.
En 2014 conoció a Rosero y hace un año a Arévalo, también cuencano, como Castro. Rosero es quiteño, pero reside en Cuenca para realizar los entrenamientos del trío de atletas en la pista de Miraflores.
El deportista cuencano tiene una meta adicional, después de conseguir una presea en Lima: quiere clasificarse nuevamente a unos Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 y conseguir la primera medalla para Ecuador en la competencia más importante.
Para ello deberá quedar al menos entre los cuatro primeros en el Campeonato Mundial de Dubái, y así conseguir los cupos a las pruebas en las que compite.
Con Rosero ha forjado una estrecha amistad y gran confianza que va más allá de conocerlo físicamente. Sin embargo, su carácter y bondad son identificables sin ver su rostro.
Con Arévalo la relación es más reciente, pero el propio Castro fue quien le pidió que lo acompañe en la prueba de los 1.500 metros. Al principio le costó, pero poco a poco se acopló a su guía para formar un equipo compacto y estar entre los mejores exponentes del mundo. (I)