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El Telégrafo
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Las Galindo forjan su historia a punta de voleas

Andrea (izq.), estudia fisioterapia y Claudia (der.) es bióloga y sigue una maestría en conservación y uso de biodiversidad.
Andrea (izq.), estudia fisioterapia y Claudia (der.) es bióloga y sigue una maestría en conservación y uso de biodiversidad.
Foto: José Morán / El Telégrafo
07 de junio de 2019 - 00:00 - Redacción Fanático

Claudia y Andrea Galindo juegan juntas por cuestiones del azar. La dupla colombiana de voleibol playa se conformó por causalidad (causa y efecto) y no por casualidad.  

Las Galindo se juntaron gracias a que la pareja de juego de Andrea quedó embarazada y la de Claudia se radicó en Estados Unidos.
Pero tenían que participar en un torneo nacional.

Por tal razón, en 2006, comenzaron a entrenar y jugar juntas, y ya llevan 13 años invictas, ganando todas las competencias en su país y en Sudamérica. Se adjudicaron el Circuito Sudamericano en 2009, 2010 y 2011.

Las hermanas Galindo están en Guayaquil desde el pasado lunes 3 de junio para dictar un taller a niños de entre 8 y 15 años y participarán este fin de semana en el Campeonato Juniors Internacional que organiza LEGO, la primera academia de formación de beach volley del Guayaquil.

Ellas comparten sus conocimientos y experiencias con más de 40 niñas y niños guayaquileños que anhelan algún día ser seleccionados nacionales en esta disciplina. Ecuador es uno de los pioneros en la formación de voleibolistas a edades tempranas.     

Claudia y Andrea heredaron la pasión por el deporte de su familia. Nelly Rodríguez, de 74 años y madre de ambas, madruga cada mañana para jugar baloncesto con sus amigas de barrio en Bogotá (Colombia).  

Ambas han sido deportistas desde pequeñas, al igual que sus otros cuatro hermanos. Pero fueron las únicas de la dinastía Galindo que llegaron al deporte de alto rendimiento. Nelly siempre les inculcó la práctica deportiva.

El secreto de nuestro éxito ha sido en buena parte la virtud que cada una impone en el juego. Mientras que mi hermana es brillante en la estrategia, fina y precisa para imponer su jerarquía en la defensa, yo infundo la fortaleza, la potencia. Entonces, ese complemento sobre la arena se convierte en el mejor equilibrio para alcanzar los objetivos”, analiza Andrea.     

Ella fue la primera en decidirse por el voleibol, después de probar suerte en el baloncesto. Claudia hacía gimnasia; sin embargo, su sueño de ser una gran gimnasta fue truncado por su entrenador, quien le dijo que era muy alta y sus movimientos no se veían armónicos.  

Pero fue justamente la gimnasia la que le permitió desarrollar las habilidades que luego le ayudaron a convertirse en voleibolista. “Le debo mucho a la gimnasia porque me ayudó a ganar mucha agilidad para llegar a las pelotas y a realizar mejores desplazamientos en la cancha de arena. No me siento frustrada por eso”, asegura Claudia.  

Andrea y Claudia hacen historia a punta de voleas, remates y clavados. Esa es su ruta ganadora para clasificar a los Juegos Olímpicos Tokio 2020, su gran objetivo.    

En 2017 participaron en su primer mundial de la disciplina en Viena, donde cayeron ante la dupla cubana conformada por Lidiannis Echeverría y Leila Martínez. (I)

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