Ese pase de Lionel Messi con la precisión de un bisturí en el minuto 118 del tiempo extra, desembocó en todo el borde interno del pie izquierdo del incansable Di María, que hizo lo más difícil del fútbol, el pase a la red, provocando después de mucho tiempo que el pueblo argentino sea un solo grito y se funda en un abrazo invisible por todos los rincones del mundo.

Este Mundial tiene la particularidad de que los niveles futbolísticos sean similares y equilibrados, donde los miedos y preconceptos o el mismo peso de la historia de cada camiseta ya no son un plus extra en cada compromiso brindando una igualdad explícita que solo es superada por la convicción y el conjunto de capacidades de cada elenco. Los pronósticos y el pasado mueren cuando suena el silbato inicial, y el partido que jugaron las selecciones de Argentina y Suiza es un claro ejemplo, porque en el desarrollo nos reflejaron 2 tácticas que tuvieron su éxito dependiendo de por dónde las examinemos.

Por caudal ofensivo el equipo dirigido por Alejandro Sabella tomó la iniciativa de ir en busca del arco rival, pero esto también se generó porque los suizos cedieron el balón con la premisa de ser un equipo corto y potenciar sus virtudes defensivas a base de un orden tajante y esperando encontrar el momento oportuno para salir rápido con un punta muy veloz y hábil como lo es Shaqiri.

Los ‘gauchos’ se vieron fastidiosos en la parte inicial porque los espacios no aparecían, y la tenencia de balón era improductiva sumada a la escasa movilidad de Higuaín y Messi que fueron fácilmente absorbidos.

Alguna ocasión de pelota quieta puso los reflejos de Sergio Romero a la orden de su equipo que debió caminar al camerino con la cabeza llena de dudas después de los primeros 45 minutos.

El entrenador argentino, conocido por llegar muy rápido con su mensaje al jugador, seguramente dijo las palabras precisas en el entretiempo porque el compromiso tuvo un giro rotundo.

Rojo comenzó a dejar un surco por el carril izquierdo, contagiando a sus compañeros la entrega y hambre de gloria, seguido por un Mascherano inmenso que se hizo cargo del medio campo por la inoperancia de Gago, asociándose con su amigo Messi para tratar de vulnerar la férrea defensa helvética.

Pero todos estos esfuerzos se esfumaron por la gran actuación del portero suizo que negó varias veces el desahogo de los ‘albicelestes’.

El tiempo extra es una invitación a los errores por el cansancio acumulado, donde la frescura mental debe adueñarse de las posibilidades que se generen.

Cuando todo nos indicaba que esta batalla se definiría en el manchón de los 12 pasos, un quite en mitad de cancha terminó en los pies del generador de sueños que se llama Lionel Messi.

La jugada y el gol ya son historia, lo único e importante que aún me queda es tener el corazón en la mano y después de mucho tiempo tener la sensación de que la selección argentina encontró algo muy importante que había perdido, su mística.